Había evitado las comidas y cualquier otro encuentro con los dos miembros de la familia Slorrance los tres últimos días, pero no podía seguir posponiendo reunirse con ellos o generaría sospechas y complicaciones con las cuales no quería lidiar.
Así que siguiendo la memoria del antiguo Morgan, entró a la amplia sala comedor de colores claros con ventanales del lado derecho para ir directamente a la enorme mesa tallada de madera oscura con solo tres lugares puestos a la mesa.
—Buenos días, padre —saludó Morgan, en un tono ni frio ni cálido.
Clarence Slorrance sentado a la cabecera, asintió en su dirección.
—Buenos días, Morgan.
Tras el saludo un silencio incómodo se extendió entre ambos, Morgan miró a la servidumbre que esperaba junto a la otra entrada de la habitación, aquella que iba a la cocina.
—Escuché que despediste a Thomas —decidió comentar.
—¿Sabes el por qué?
Fingió ignorancia.
—¿Hay algo que deba saber? —dijo, irritable.
—Jon será un buen asistente para ti. —El hombre mayor tan solo lo miró y evitó contestar la pregunta—. Escuché que has estado pasando tu tiempo en la biblioteca los últimos días, ¿preparándote para ejercerte como duque? —comentó, su mirada seria no relevando si creía era extraño, también le dejaba saber lo estaba manteniendo vigilado y probablemente lo seguiría haciendo en el futuro.
Morgan pensó en el sirviente que había estado con él desde aquel día en la biblioteca, el cual le había entregado la información sobre el ducado Brimstone.
Entendía que Jon Black, quien sería su nuevo asistente por órdenes directas del hombre junto a él, había estado informando sobre sus movimientos y actividades recientes, mantenerlo vigilado no debía ser la única razón, suponía que se le había entregado a alguien de confianza solo para que algo como lo de la última vez no volviera a ocurrir, el hijo menor del mayordomo principal Frederick Black era leal, había sido educado para servir y nunca traicionar a la familia Slorrance.
Sin embargo, que Jon fuera leal a la familia Slorrance no significaba lo fuera a Morgan, pero que sus acciones y decisiones estuvieran siendo informadas al barón, por ahora, era conveniente para él.
Morgan se encogió de hombros con desinterés.
—Solo he estado leyendo un poco sobre ese inhóspito territorio.
Morgan frunció el ceño al recordar lo que había leído sobre el territorio al cual viajaría luego de casarse. Un territorio en la frontera sur que delimitaba con países enemigos, un territorio pobre y olvidado por el reino, que no obstante tenía grandes ventajas desconocidas dada la ignorancia de la época.
—Intentó averiguar como se supone debo sobrevivir allá —masculló con molestia, actuando como el antiguo Morgan.
—Ciertamente el duchado de Brimstone es un lugar difícil, pero tendrás obligaciones y responsabilidades. Morgan, debes pensar con cuidado en lo que harás al llegar.
—¿Difícil? —sonrió burlón—, creo que será un poco más que difícil, padre, el ducado de Brimstone es un territorio seco y estéril.
—Bueno —dijo una voz sin mucha emoción desde la puerta—, quizás si no hubieras actuado de forma tan estúpida no tendrías que ir a ese lugar.
Un apuesto hombre joven de cabello negro como la tinta hasta los hombros e inescrutables ojos violeta entró a la habitación, Aiden Slorrance el hermano mayor de Morgan Slorrance por tres años, primogénito y futuro heredero del título de Barón, quien al ser unos de los intereses románticos de la protagonista había tenido varias apariciones relevantes antes de compartir el mismo final que Morgan Slorrance, descrito como una belleza fría de mal carácter en la novela, quien tenía un relación tensa con su hermano menor, relación que se había vuelto una rivalidad en toda regla al ambos al enamorarse de la misma chica, la protagonista.
Lo vio sentarse a la mesa, a lado derecho del barón quedando justo frente a Morgan. Ciertamente el joven frente a él era una belleza fría, con gran parecido a Morgan en el color de cabello y ojos, sin embargo sus facciones no eran tan suaves, estaban enmascaradas con un aire de autoridad parecido al del barón, un lunar en la esquina de su ojo derecho lo hacía ver un poco coqueto, era el tipo de chico por las que mujeres suspirarían en secreto temiendo acercarse.
—Lo hecho, hecho esta —contestó Morgan.
Aiden frunció levemente el ceño.
—¿Lo hecho, hecho esta dices? —cuestionó y negó con la cabeza en desaprobación— El nombre de nuestra familia esta por los suelos, las habladurías crecen cada día. ¿Te has puesta pensar realmente en lo que tus acciones significan para nuestra familia, Morgan? ¿Lo que se dice de nuestro padre? ¿De ti?
Morgan alzó una ceja, realmente había tensión entre ambos hermanos y aún así, la pizca de preocupación que había detectado en el otro lo sorprendía.
—Aiden —llamó el barón—, basta. Tú hermano lo entiende.
—Esta vez no es como la otras veces, padre, él puso en peligro a nuestra familia.
«¿Peligro?», Morgan solo podía pensar en que parecía haber más entresijos de los que había supuesto, rememoró en como en la novela la familia Slorrance había perdido su poder mucho antes de que fueran acusados de traición por las acciones de Morgan Slorrance.
—Acepte casarme con el príncipe, todo estará bien —se quejó, como alguien irresponsable que se ve obligado a hacer algo que no quiere.
—Realmente eres tonto si piensas esto no nos afectará a futuro.
—Lo sé —contestó, quisiera o no la familia Slorrance podría ser parte de la contienda por el trono. El matrimonio de Morgan y Allen ponía a la familia Slorrance como punto de apoyo de este último, el barón y su hijo mayor lo quisieran así o no—. Seremos vistos como partidarios del primer príncipe cuando padre planeaba mantenerse alejado de la lucha por el trono.
Aiden lo miró sorprendido, sus mirada entrecerrada. Morgan se arrepintió de haber hablado.
Por ahora podría decirse que el que Allen Edevane obtuviera el título de duque los ponía a salvo. Pero si Allen decidiera luchar por el trono y Morgan aún estuviera casado con él y perdiera, bueno, las consecuencias no serían muy buenas para la familia Slorrance.
—Caer en una trampa tan obvia —murmuró el otro.
«Ah, también lo dedujo.» Sin embargo, tenía razón, viéndolo desde afuera, era realmente una trampa realmente obvia con más implicaciones de las ya mencionadas o de las que pudieran verse a simple vista.
Recordando el final que los dos frente a él habían tenido en la novela Morgan bajó la cabeza. Realmente deseaba alejarse de esa trama, que estuviera ocurriendo todo ese complot solo lo ponía intranquilo, razón por la que en realidad no estaba tan reacio a marcharse de la capital a un territorio lejano.
—Esa noche yo bebí demasiado y no sé como… —comenzó en un susurro, explicándose sin poder evitarlo.
—Suficiente —ordenó el Barón, su severo tono sin dejarlo a discusión. El hombre mayor apartó la mirada cuando Morgan encontró sus ojos—. No hablaremos más de esto aquí —miró a una de las tres sirvientas en la habitación—, sirvan el desayuno.
Morgan hizo una mueca internamente, agradecido con la interrupción, ni siquiera había sabido que decir y su boca se había abierto.
—Debes de estar alerta y pensar con cuidado cada uno de tus movimientos cuando entres al ducado Brimstone —declaró el barón, con seriedad.
Morgan lo miró entendiendo el mensaje en sus palabras. Problemas lo esperaban.
—Lo haré, padre.
Aiden Slorrance lo fijó con la mirada.
—Compórtate de la manera correcta y tus problemas se verán reducidos considerablemente.
Asintió, pensando en cuan acertados eran ambos consejos.
—¿Has enviado las invitaciones para la ceremonia de compromiso? —preguntó el hombre mayor luego de que la comida fuera puesta frente a él.
Morgan recordó otro de sus problemas que aparentemente no parecían serlo.
—Esta hecho.
—Bien, haré saber al palacio estamos dispuestos a apoyar en lo que sea necesario en la organización de la boda.
Morgan solo asintió, pensando con cierto alivio que al menos eso era algo de lo cual se encargaría alguien más. Tenía suficiente estrés por organizar una ceremonia de compromiso a la cual la villana y otros personajes importantes de la novela aparecerían, donde seguramente estaría la persona detrás de lo sucedido entre él y el príncipe, alguien que ahora no podía estar seguro solo hubiera buscado dañar a Allen.
Morgan sintió los ojos de Aiden Slorrance desde el otro lado. Levantó la mirada de su desayuno.
—Morgan, volverás a entrenar.
El antiguo Morgan había dejado de entrenar con la espada hacia más de cuatro años, demasiado frustrado por ser inferior en técnica a su hermano, encontrando el arduo entrenamiento demasiado complicado e inútil, además su interés se había visto alejado de la espada poco a poco con la aparición de amigos nobles.
Entrenar estaba lejos de ser una mala idea, tenía los recuerdos del otro Morgan del entrenamiento y técnicas de los Slorrance, además de que haber dejado de entrenar por años le daría una sólida coartada para no estar en buena forma y haber perdido habilidad.
—Si, por qué no —encogió un hombro, pretendiendo no le importaba.
—Empezaremos mañana —dijo Aiden, antes de volver a su comida.
—Estaré allí también —comentó el barón mirándolos, aprobación en sus ojos violeta.
Morgan estaba acostumbrado a ejercitarse, aún así para el cuerpo de Morgan Slorrance habían pasado más de cuatro años hiciera algo más agitado que subir escaleras, y con los recuerdos que tenía del entrenamiento de espada, sabía las mañanas de los próximos días resultarían verdaderamente agotadoras.
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Luego de otro día en la biblioteca, Morgan regresó a su habitación para tomar un baño. Terminó de vestirse luego de salir, secó su cabello con la suave tela que había sido dejada por las sirvientas junto a su ropa de dormir y entonces jaló la campana junto a la cama para que las sirvientas entrarán y se encargarán de limpiar el baño, mientras se retiraban notó a la sirvienta que había visto la primera vez al llegar a la mansión y la llamó.
—Marie. Quédate.
Morgan le entregó la tela húmeda, un momento después la vio entregar la tela a otra sirvienta antes de cerrar la puerta y servirle un vaso de agua, tras eso recibió un bonito peine.
La mujer de treinta años y cabello castaño había aprendido rápido las nuevas y pequeñas indicaciones que Morgan había estado dando a conocer durante los últimos días, comprendiendo el sutil cambio de hábitos sin necesidad de que le explicará, haciendo todo sin cuestionar.
Ella era la sirvienta personal de Morgan Slorrance, la mujer había demostrado ser leal únicamente por soportar al antiguo Morgan sin decir nada o quejarse durante el último año que había sido asignada a servirlo. Aún así, debía ponerla a prueba si quería usarla y volverla alguien de confianza.
—¿El joven maestro necesita algo más? —preguntó con la mirada baja.
—Si… Necesito saber que se dice de mí y el príncipe entre la nobleza y los plebeyos.
Marie agachó la cabeza.
—… Esta sirvienta sabe lo que se dice sobre usted y el primer príncipe.
La observó con detenimiento.
—¿De verdad? —Una parte de él no estaba sorprendido, las personas hablaban y los sirvientes debían ser una gran fuente de información.
La mujer no alzó la mirada.
—Puedes decirlo. No habrá castigo, porque solo repetiras lo que escuchaste.
Marie lo miró como si buscará confirmación, su expresión dubitativa. Luego de unos segundos comenzó a hablar.
—Hay dos rumores que sobresalen, esta el de los nobles, quienes creen su matrimonio es un plan ambicioso por parte del barón Slorrance para unirse a la familia real, usándolo a usted, quien voluntariamente se ofreció a seducir y engañar al príncipe…
—¿Oh? —preguntó, recordando las palabras de Aiden Slorrance por la mañana, sobre que los rumores crecían día con día.
—Y la de los plebeyos —continuó Marie con voz suave—, quienes creen el príncipe abuso de su poder y lo obligó, ahora su matrimonio es solo un intento de la familia real para arreglar la falta del príncipe.
Morgan comenzó a cepillar su cabello con expresión contemplativa.
—Ambos rumores afectan mi reputación y la del príncipe. En uno quedo como un caza fortunas con una familia ambiciosa, en el otro como una víctima, en uno el príncipe queda como un tonto y en otro como un bastado… Es un perder y perder.
Al escucharlo Marie agachó la cabeza una vez más, claramente nerviosa ante la mención del príncipe y sus palabras.
«¿Cuál de los dos rumores me conviene más?», pensó, mirándola, «¿por qué no crear el mío?»
—Tengo una tarea para ti dentro y fuera de la mansión, Marie. Quiero que encuentres a personas, sirvientes, plebeyos, lo dejo a tu consideración, y que esparzas un único rumor… El príncipe y yo estamos felices por nuestra boda, porque estamos profundamente enamorados.
Ella lo miró con sorpresa. Morgan le sonrió suavemente, sintiéndose un poco divertido. Le tendió el peine.
—¿Podrás hacerlo?
—Si, joven maestro —susurró, tomando el peine e inclinándose frente a él.
—Puedes marcharte.
«Veamos que se dice de aquí a la ceremonia de compromiso.»