El amor lo sostenía todo solía decir Fausto, era más fuerte que una guaya de remolcar buques. Últimamente el amor lo estremecía hasta las entrañas, era dependiente y a veces un indefenso independiente llorando en su honda tristeza por ese amor taciturno e inquebrantable que lo hacía aterrizar en medio de su soberbia y prepotencia. Descubrió el dolor de sentirse no amado y amar hasta la locura recibiendo lo que no era capaz de dar, pensaba que eran solo migajas esparcidas en el tiempo y el espacio por amantes inescrupulosos que se amaban a escondidas en noches interminables de frio inhumano que penetraba las sienes y lo hacía enloquecer. La literata era el nombre que sus amigos de trabajo le habían puesto a su nuevo amor…un amor que lo rejuveneció y lo hacía parecer un padrote en la manada, con un caminar medio ligero fumaba un cigarro mientras miraba al suelo buscando un escondrijo para guardarse por toda una eternidad. Era un sentimiento que no podía describir era una sensación loca que lo ponía a delirar y buscaba también una salida la más próxima, para respirar ese aire suelto y agridulce que produce sensaciones indescriptibles, pero que para él, lo hacía soñar despierto que volvía a la realidad cuando el cigarro quemaba sus manos.
Alondra, la literata cuando lo conoció era una niña escudriñando el mundo. Aprendió muchas cosas a su lado y sentía ese amor poco correspondido, pero era su forma de amar. Había amado a tantas y con ella era distinto, diferente no era normal, pero podía más que la fuerza de voluntad y lo arropaba y lo estrujaba hasta más no poder, sentía las tripas desbocarse en un vacío enorme de ilusiones sueltas y amarradas por la desdicha del amor. Amor dulce amor, agridulce, sin sabor, soso y con un olor a tierra removida en la desesperanza del que espera con anhelo lo que nunca llega. Sintió que sus sueños no eran sus sueños y los de ella no eran los de ella, sino los de ella suyos y los de él de ella. Sueños que crecían en las madrugadas frías de un diciembre eterno, no entendía como durmiendo tan poco soñaba como loco, sus noches eran eternas por la lectura de libros que se atravesaban en su camino y que lo hacían delirar por las emociones compartidas. Buscaba junto a ella lo que no quería encontrar y encontraba más de ella que de él, pudo contarle en los sueños lo que realmente veía de ella….un alma nueva totalmente libre de pecados con formas dispersas que lo hacían dudar, esos olores a bebé recién nacido que lo transportaban a su juventud viendo sonreír un niño en su cuna, lo atormentaban ahora más que nunca esos temores de no poder ser lo que debía ser. Amar como las personas normalmente lo hacían. Encontrarse en lugares que no frecuentaban, pero que estaban allí en sus mentes y en sus sueños, pero que no conseguían encontrarlos al siguiente día por mucho esfuerzo que hicieran.
Esa noche Alondra lloró cuando escucho la conversación de Fausto con la tía luz, sintió mucha rabia y en ese momento solo quería regresar a su país, pero la promesa de llevarla a conocer el mar no dejaba de rondar en su cabeza. Estaban en Colombia donde el nació y no quería escuchar más, pero era una joven llena de muchas expectativas y deseos de aprender y conocer de él y de sus raíces. Soportó todo lo que hablaron y terminó durmiendo un sueño tranquilo sin sobresaltos y a la mañana siguiente cuando despertó ya había olvidado todo. Se emocionó tanto con conocer el mar que no había cabida para más, por lo menos no en este día. Fueron lentos y sigilosos al encontrar un mar iluminado por un sol abrazante de enero, lleno de niños bañándose en la playa de arena blanca que envolvía los pies que el agua hacía esparcir nuevamente y caminaron juntos al vaivén de las olas que acariciaban sus pies y sintieron ese olor a mariscos que los vendedores llevaban ofreciendo a los turistas, ese aire respirado libre que llena el ambiente y lo hacía un lugar mágico más de lo que ella imaginaba. Sucumbieron en ese ambiente de soledad acompañada por personas ajenas y propias en un mundo de mestizajes y colores múltiples que embriagaban con solo mirar. Por fin ella se sintió feliz, feliz porque él la amaba aunque no lo dijera ella lo podía sentir con su risa de niño bueno, con su mirada de ojos rasgados y penetrantes que esculcaban todo. Lo miró fijamente y sin dejarlo parpadear lo retó con una mirada más penetrante preguntándole;-a cuál de todas amas más-lo tomó desprevenido, pero se repuso frunciendo el ceño y con voz como ventrílocuo sin casi hacer muecas le contestó-a todas las he amado- y en seguida prosiguió- cada una me ha dado lo que he necesitado en el momento-no preguntó más y siguieron caminando buscando un lugar donde pudieran protegerse del sol.
El mar trajo nuevas ilusiones para Alondra, se sintió renovada y un conocimiento más que llenaba su búsqueda incansable de cosas mágicas involucradas en el derrotero de la vida. Vida dulce, vida sosa, pero vida más allá de lo normal que la extasiaba llev��ndola al límite de sus capacidades y de sus expectativas. Sonrisas como niña enjugaban su cara sintiendo el ardor en la piel de un sol tropical más intenso en esta zona ecuatorial, dibujó círculos de mariposas multicolores rondando el infinito y dejando huellas imborrables de un néctar cálido esparcidas a lo largo de la arena. Loca vida pensaba cuando sonreía….y su risa contagiaba el ambiente.
El, sumido en la tranquilidad efímera de un cigarro siguió observando para buscar la desesperanza de lo que se pierde; ni se busca ni se encuentra hasta cuando solo aparece. Seguía aspirando ese cigarrillo frágil que lo atrapaba hasta volcarlo indefenso en un mundo de cavilaciones opuestas y a veces directas indescifrables para cualquier humano. Lo envolvía más la fuerza de ese amor unificado y restringido, reciproco y lejano de dolores tormentosos apacible solo cuando se fundía en uno solo. Un dulce amor que iba más allá de las sensaciones y expresiones carnales un amor divino….puro por naturaleza alentado por el pensamiento pudoroso que lo perseguía desde cuando era acolito en la iglesia del barrio.
Sus miedos ya no eran miedos reprimidos, sino amores olvidados que lo hacían incrédulo ante el dolor de no saberse amado. No había terminado de llegar cuando ya se quería devolver. Era un hormigueo que le entraba- decía la tía Luz- apenas pisaba su país. Donde se sentía atado, como olvidado por tanto padecimiento de cada uno de sus familiares, amigos y conocidos y no conocidos. Lo podía observar en cada mirada, en cada gesto y en cada palabra escuchada como un lamento. Una patria sometida al yugo de unas cuantas familias, que se reparten la nación por pedazos cada 4 años. No se sentía a gusto y siempre que venía se quería ir al día siguiente. Sus miedos partían de enfrentar todo lo que cuando llegaba le recordaba sus días vividos con afán en esta tierra de olvido usual por los gobernantes de turno. Alondra lo saco de sus pensamientos al tirarle a la cara un poco de agua, se puso en pie al instante con unos reflejos felinos. Se escucharon risas que estrujaron el silbido del viento en la playa, los transeúntes que pasaban distraídos se sorprendieron y terminaron riendo.- Oye, habla con tú hijo ¿sí?- le susurro Alondra. Se quedó observando el horizonte y contestó. –Sí, con él quedamos pendientes de seguir un dialogo que hace mucho tiempo no empezamos.- Ahora no era el momento pensó.
Alondra era su polo a tierra, lo hacía volver a la realidad. Desde que la conoció aquella mañana extraña y fría de un invierno inesperado caminando como loca con un montón de libros para llegar a tiempo a la Universidad, la dejó subir al autobús cuando ella le preguntó-Señor este autobús pasa cerca de la UM?-Él le contestó-Si, señorita la deja bastante cerca.- Fueron las primeras palabras que intercambiaron, sin imaginar que volverían a encontrarse. Al siguiente día se volvieron a encontrar, El solía estar diariamente fiscalizando cada uno de los autobuses de la línea llamada merite 1 en el mismo punto donde Alondra tomaba la ruta para la UM, pero la perdió. Por prisa de tomar nuevamente el autobús tropezó y por el piso rodaron los libros que rápidamente empezó a recoger y Fausto llegó a auxiliarla. Se embarcó sin pensar que ya no tomaría la ruta nunca más. Coincidían todos los días a la misma hora, ella misma estaba sorprendida de la puntualidad con la que llegaba a tomar el autobús. Lo miraba y quedaba casi hechizada tomando el café en la mano izquierda y con un cigarro en la otra mano, tan temprano para fumar pensaba. Lo seguía absorta en su imaginación de niña buena. La invitó a tomar una taza de café, pero no estaba acostumbrada y le agradeció simplemente. El la seguía observando esculcando en los avatares del alma para saber si tenía una respuesta, pero no logró extraerle un detalle.- ¿Por qué una joven tan hermosa tiene esos ojos tan tristes?-Le dijo y ella se sorprendió y no atinó a pronunciar palabra alguna. Desde ese día el trayecto hasta la UM lo hacían juntos fue volviéndose costumbre recogerla detrás de su casa muy temprano en la mañana, él supervisando los autobuses y ella con sus libros desordenados y una falda hindú con camiseta blanca que solía llevar puestas, además de una cantidad casi exagerada de pulseras guajiras, con el cabello negro lacio un poco alborotado, hablaba poco casi siempre monosílabos en cambio Fausto, hablaba y gesticulaba, embobándola con su dulce retorica la fue llevando en un viaje mágico por la lectura de libros que jamás pensó existieran. Alondra fue llenándose de seguridades a su lado y soltándose para discutirle o aportarle a la conversación. Sentía la importancia que él le manifestaba con cada gesto, con cada palabra descubriéndola en un universo infinito de emociones llevándola a sentir sensaciones muy raras casi extrañas, pero que la sometían al punto de embriagarse del néctar prohibido de los amantes casi efímeros por lo nobel de su pasión. Creció en ella el "gusano" de la curiosidad por temas a ratos místicos cuando le contó sobre una princesa Azteca que la emociono tanto al punto de investigar y dar con el libro donde estaba plasmada esa narración. La sorpresa fue para él, Alondra había devorado un libro de casi 900 páginas en menos de una semana.- De aquí sacaste la historia que me contaste y con la cual me embobaste, eres un falso-Fausto sonrió y dijo-Eres muy curiosa y eso me agrada, investigar te hace más poderosa, el conocimiento es el camino más fácil para llegar a la fortuna-. Comprendió un poco mediante la lectura del libro lo que él quería expresarle, pero ella estaba más sometida a toda esa mezcla de miel y dulzura que la atrapaba como si fuera aquel colibrí que se nutre con el néctar de una jugosa flor. Tan sometida que no dejaba de mirarlo y descubrir el brillo de esos ojos marrones achinados, que la penetraban hasta el fondo del alma. Todo un seductor cual cazador a su presa, la llevaba hasta encerrarla en una encrucijada de ilusiones flotantes en un mar agitado por los sueños que apenas comienzan. Él sonreía y ella sucumbía a ese encanto de hombre, con el color cenizo de unas canas maduras lo hacían más atractivo y más interesante para ella. Lo había comenzado a amar con la inocencia que dan los años juveniles, lo sentía hermoso, un ilusionista que con cada ilusión atrapaba más a su espectadora preferida; Alondra, deseaba desnudarle el alma inquebrantable que asomaba ahora más crédula, de lo que escudriñando en un sueño quería que pasara: un amor casi místico. Lo sentía tan de ella, pero que en un abrir y cerrar se perdía sin dejar rastro, como la mañana que la llevó por esas historias encantadoras y le habló en NAHUALT, un lenguaje azteca y la embobaba nuevamente, una niña que no tenía mundo, solo los libros. Estaba tan enamorada que la relación en la que estuvo involucrada con un chico de su edad anteriormente ya era una anécdota, Fausto, la tenía perdidamente enamorada, casi de forma loca, más que un embrujo era la pasión sostenida con los gestos y las miradas, los roces de piel que al revolverse con su perfume, ese que anhelaba con devoción religiosa la sometían a volverse casi adicta.
Comenzaron a verse en sueños muy cortos, se volvieron amantes y se revolcaron en una pasión limitada solo por el agitado despertar de un trance para ella divino. Sudorosa por el calor de un agosto agobiante sintió ganas de meterse al baño y darse una ducha, pero no, se borrarían esos momentos que habían quedado tatuados en su piel y en su memoria. Escribió cada detalle en una carta para que Fausto la leyera, la firmo como "SANYA" La princesa emplumada azteca y a Él lo llamo el Doctor "Carlo" así, si llegaba por equivocación a otra persona no sabían de quienes se trataba. Alondra se llevó una gran sorpresa cuando esa mañana como siempre para la UM, la esperó un amigo de Fausto que estaba remplazándolo con una nota en la mano, era una carta. La recibió y le pidió el favor que le entregara la suya, cosa que la sorprendió aún más, no podía creer lo que leía. Fausto le había escrito casi los mismos detalles que ella describió en su carta. Ansiosa más que nunca deseaba que las clases en la UM volaran, para ir a preguntarle y sacarle hasta la última palabra de lo que no alcanzaba a entender. Para cuando regresó Él ya tenía un cigarrillo y una taza de café a medio terminar, la invito a uno que por fin aceptó y lo bebió con ansia, le pareció la bebida más deliciosa que tomaba en años, ya no dejaría el café jamás. El nerviosismo que trajo se le había apaciguado, pero estaba inquieta aun por escucharlo, Fausto la miraba con mucha expectativa, como tratando de descifrar sus pensamientos y a la vez buscando una respuesta a esa mirada de ojos tristes, que lo traía de cabeza sintiéndose como un adolescente perturbado por un amor indescriptible. Siguió sonriente y le dijo–Me escribiste, porque estamos conectados en nuestros sueños, como si estuviéramos en un universo casi paralelo.- Alondra se le erizó la piel y bebió un sorbo de café aún caliente, que le quemo un poco el paladar. Quería seguir escuchando que más tenía que decir, pero Fausto no estaba dispuesto a decir nada más. Se escabulleron al parque situado al frente de su oficina para poder estar en mayor intimidad, se sentaron en la hierba un tanto seca, bajo la sombra de un colorido flamboyán y leyeron la carta de Alondra:
Agosto 1 de 1997
Hoy, en la madrugada no tengo claro que ha pasado, he despertado con una sensación extraña de que has estado robándome mi sueño. Caminaba entre nubes oscuras con un deseo de llegar pronto a no sé dónde, hasta que tropecé y te vi delante dándome la mano para no caer. Me sorprendí al verte, pero recordé que un día me habías ayudado con los libros que rodaron por el piso y fue ahí donde pude ver tu rostro desnudo, besando cada punto cardinal de mi cuerpo extasiado en el tiempo espacio, como si flotara, casi sujeto a tu suavidad de movimientos que me quemaban y apagaban cada pedazo de mi piel expuesta a tus deseos. Deje de ser yo, para unirme a ti en un solo cuerpo y alma envueltos en una llama azul, que relajaba aún más nuestros cuerpos y los hacía caer en un vacío infinito de pasiones reprimidas, por el perverso acontecer de las ilusiones tejidas bajo las lecturas de libros abiertos que me enseñaste a comprender. Sucumbí a tu presencia y a tu deslealtad de amante robador de sueños, perdí mi esencia, pero gané la fortaleza de saber que eres mío en unas cartas que tal vez no tengan memoria. Corrí desesperada por las nubes ahora coloridas para librarme de tu presencia, pero fue demasiado tarde. Nuestras almas estaban unidas y desperté.
Con todo el Amor del mundo.
Sanya.
Alondra, emocionada lo estrecho con la fuerza de una niña desprotegida, con Él se sentía no solo segura, sino comprendida. Abrieron la otra carta y leyeron:
01-08-1997
Después de despertar robando tus sueños y comprender todo lo que he podido mirar en tu interior, rebuscando como loco los rincones suaves de tu alma y darte mi mano para no caer en un vacío sin límites, reconocí tu rostro angelical caminando entre nubes espesas, deseando poder ingresar y besar tus extremos perfectos y perderme en la agonía de los sueños sin ilusiones, para no dejarte escapar de la dulzura que contagia nuestros cuerpos y los hace fundir en uno solo. Te sentí tan mía y yo tan tuyo, como almas gemelas. Me perdí en tu presencia y retorne en tu ausencia y bese cada pedacito de tu piel y leí cada libro abierto que encontré para ti y volví ahora en nubes de colores fundidos en un torbellino idílico de cartas sin memoria, ni ilusiones. Desperté para reprocharme que había sido casi carnal.
Quien te extraña.
Dr. Carlo.
Terminaron estrechados en un abrazo interminable bajo la sombra del colorido flamboyán. Amándose ahora más que nunca, porque las ilusiones de los sueños compartidos eran aún más intensas. Lo convenció de festejar por el amor que ahora florecía y fueron a un bar cercano, muy acogedor, festejaron con vino, ya que Alondra no tenía por costumbre beber ningún licor. Bailaron sin bailar, Alondra no era muy buena, pero se adaptaron y disfrutaron de una noche de ensueño sobre todo para ella, las risas y los roces de sus pieles tan cercanas provocaban volcanes de pasiones a punto de explotar. Sucumbieron a las caricias y los besos dados sin el temor de ser reprochados, la noche seguía pasando y no se dieron cuenta que ya eran los únicos clientes en el bar hasta que los invitaron a cancelar la cuenta y a salir amablemente. Se fueron caminando tomados de la mano mientras sonreían y se acariciaban. Fausto la llevó a su apartamento. – ¿Dejaras que me quede?-Preguntó Alondra -Si, puedes quedarte el tiempo que quieras-contesto Fausto.