Fausto madrugó como siempre, debería estar a las 4 am en la oficina supervisando la salida del primer autobús. A Alondra, la había dejado en el apartamento, aún dormía, caminó ligero y pronto estaba tomando café y fumando un cigarrillo en la oficina, evocaba cada momento con Alondra y sonreía para sí. La noche anterior no recordaba muy bien, pero creyó que no le había puesto un dedo encima, ella estaba muy nerviosa y tal vez muy excitada y ansiosa, era su primera vez. Fausto no quería apresurar los acontecimientos, llevándola poco a poco, hasta que estaba realmente dispuesta. Trató de recordar lo ocurrido de forma más organizada, porque sintió vacíos, tal vez lagunas mentales y no conectaban bien esos recuerdos. Pensó, que a lo mejor se portó mal con ella y no aceptó estar con Él, pero al mismo tiempo no era posible, ya que tal vez estaba enojada o quizás no recordara nada de lo sucedido, pronto lo sabría. Se distrajo mientras atendía los conductores que pasaban uno a uno para la fiscalización final y así poder salir en el turno correspondiente. Tan pronto despachó a los que faltaban, regresó al apartamento, no sin antes retomar sus pensamientos, si no había sido amable, por lo menos quería darle una sorpresa a Alondra y sí que la sorprendió, le llevo desayuno con un café bien cargado para que se recuperara pronto de los vinos de la noche anterior. Cuando llegó la encontró ya despierta y dándose una ducha para pasar la resaca. Tan pronto despachó a los que faltaban, regresó al apartamento, no sin antes retomar sus pensamientos, si no había sido amable, por lo menos quería darle una sorpresa a Alondra y sí que la sorprendió, le llevo desayuno con un café bien cargado para que se recuperara pronto de los vinos de la noche anterior. Cuando llegó la encontró ya despierta y dándose una ducha para pasar la resaca. Tan pronto despachó a los que faltaban, regresó al apartamento, no sin antes retomar sus pensamientos, si no había sido amable, por lo menos quería darle una sorpresa a Alondra y sí que la sorprendió, le llevo desayuno con un café bien cargado para que se recuperara pronto de los vinos de la noche anterior. Cuando llegó la encontró ya despierta y dándose una ducha para pasar la resaca.
-Me duele un poco la cabeza, ¿tienes unas aspirinas? -Le interrogó Alondra tratando de secar su cabello lacio.
El asintió -Sí, ya te las llevo- se apresuró a buscarlas y las puso en sus manos, Alondra las llevo a su boca y las pasó con un vaso de jugo de naranja mientras El suspiro ya más relajado.
Estaban tan cerca que ninguno resistió, El, la fue esculcando con la mirada aún más penetrante y recorriendo con sus manos cada pedacito de piel mojada. Le puso la mano en su cintura y la atrajo fuerte hacia él, la beso despacio dejando que el tiempo se detuviera en cada caricia, la sintieron agitarse y besarlo con una desesperación, por el deseo que le provocaba cada roce de sus labios quemándola en una fogata lenta de pasión. Él no se apresuró, para que no pasara como anoche, la seguir llevando por los intrincados senderos de lo inefable, hasta que ella fuera liberando cada loca hormona juvenil. La recorrió completa de pies a cabeza, sin dejar un solo lugar de su erizada piel olvidado, cada curva de su cuerpo la grabó y la tatuó con suaves mordiscos que la hacían esparcir lava ardiente, cual volcán en inminente erupción. Lo sentí entrar lentamente, desgarrando poco a poco su pureza, se aferró a su espalda para no desmayar por el leve dolor que poco a poco se iba convirtiendo en un inmenso placer, lo amaba y lo acariciaba sin temor, mientras jadeantes sucumbieron al humano placer de haber consumado el amor. Un amor ahora material que los envolvió sin ellos darse cuenta. –Te amo Fausto, me siento feliz, soy feliz.- Le dijo mientras le pasaba las manos suavemente por el rostro.
-Me llena de alegría lo que me dices, pero tú felicidad no debe depender nunca de nadie- dijo el
- ¿Porque razón? - pregunto ella con intriga
-Porque no sería felicidad.- dijo el tranquilamente
-Explícame- Se interesó más Alondra, ya le había picado ese gusano de la intriga, que solo Fausto sabía dejar. Y con parsimonia encendió un cigarrillo y le comenzó a explicar.
-La felicidad es relativa y además subjetiva, debemos reconocer que es lo que nos hace realmente felices y tenemos que descartar las ilusiones de felicidad que nos vende la sociedad en la que estamos inmersos, las cuales no son más que estímulos efímeros para nuestro sistema de recompensa cerebral.- Por estos detalles lo amaba más, las conversaciones con Él casi siempre abordaban cualquier tema, el definitivamente sabia de lo que hablaba y ella era una alumna aventajada con deseos enormes de conocimiento, lo interrogó con el brillo que da la intriga por descubrir más… ..
-¿Crees que soy feliz por ti? Pues sí, en este momento me nace que así sea y lo creo, por sentir lo que siento y por expresarlo libremente… .soy feliz, porque estas incluido en mi vida, por ser como eres, por todo lo que puedo aprender y descubrir, por como paso de niña a mujer… dichosa y feliz… .- dijo ella con una sonrisa
-Es válido- le contestó él y agregó -me refiero a que la felicidad no debe ser lo que venga de afuera, si no lo que salga de vos… ..- Le dejó una espinita clavada para que ella conociéndola como la conoce siguiera esculcando e investigando un poco más.
-ok, déjame tareas me encanta cumplirlas y sabes bien que siempre voy más allá.-le remató.
A ella se le había hecho tarde, quedó con su madre de llegar temprano para acompañarla a visitar unos familiares. Se alistó y apuró a Fausto para que la dejara cerca de su casa. La acercó lo más que pudo en la camioneta, no sin antes despedirse, se besaron como adolescentes asustados por ser descubiertos, tomó su cara entre las manos y lo besó por todos lados, el del sonrojo era él, ahora. Lo dejó mudo y se bajó rápidamente, percatándose que algunos vecinos observaban incrédulos, sabía que le contarían a su mamá, pero eso no la atormentaba… estaba feliz y chévere, no le prestó atención, a diferencia de Fausto que salió disparado en la camioneta, no quería que Alondra pasara un mal rato con su mamá. Regresó a la oficina para supervisar y luego tratar de relajarse un poco, no lograba concentrarse, a su mente llegaban una y otra vez los recuerdos de Alondra. Estaba realmente enamorándose, sometido a las pasiones del encanto, por unas hormonas juveniles desaforadas. Había despertado quizás un monstruo dormido y pensaba en poder sostener ese ritmo que Alondra exigiría ahora, que recién empezaba su descubrimiento de las pasiones que despiertan todos los humanos. Él ir poco a poco y enseñarle que debe aprender a controlar los impulsos desmedidos de una mujer joven y llena de energía inagotable, por la pureza de sus sentimientos. Se apresuró a salir de la oficina y comprar algo ligero para cenar. Llegó al apartamento para luego seguir con las lecturas pendientes, leyó unas 5 páginas y terminó en un sueño profundo como nunca antes. Ya que solía dormir poco y siempre madrugar. Despertó una hora antes que sonara el despertador,
Carta # 2
"Los sabores que cuando niño me regocijaban el alma en el patio de nuestra casa, los había percibido anoche. Me regañaba mi madre y también mi abuela, pero sobre todo mi abuelo que no esperaba que bajara de los árboles de mango o de mamón para darme una tunda con la correa que sostenía sus pantalones. Me deleitaba comiendo todas esas frutas deliciosas, pero mi deleite era mayor al solo sentir el olor, un agradable aroma que me hacía extasiar y despertar mucho más mis sentidos. Así te he percibido esta madrugada, cercana a mis manos que te tocan y te desprenden del árbol que emana un dulce sabor a inocencia y pureza revestida de una corteza suave, que al rozarla lagrimeaba. He deseado ser una luz que te alumbre el sendero por dónde pasan tus pensamientos, un punto de equilibrio que pueda sostener tú tiempo reprimido y abrazarte en las noches tristes de agobios incesantes. La luna llena de tú fijación, solo está presente como testigo fiel de tus encuentros, de tus vacíos que lleno con ilusión renovada. Con la dulce sensación de ser la presencia predilecta de tus sueños más lúcidos, que han marcado mi alma desnuda con el sello eterno de tú amor juvenil, inquebrantable y puro adornado con tú risa y tus defectos, con tú mirada y tus talentos, con tú palabra y tus argumentos, que me enredaron en esta telaraña eterna de tus fijaciones lunares. Siento que mis letras no son los poemas hermosos escritos por San Juan De La Cruz, pero son mis instintos que me brotan de un alma sedienta del amor más puro que un poeta pueda plasmar.
Te extraña
Dr. Carlo.
Mientras sellaba la carta y marcaba el nombre de Sanya, lo sorprendió el despertador eran las 3:45 am, se apresuró duchándose y cambiándose para salir a la oficina debía estar máximo a las 4:15 am. Llegó con tiempo de sobra, como siempre le llevaron su café aún humeante y con un aroma exquisito, pensó en entregar la carta a alguno de los conductores, pero recordó que había quedado con Alondra de no entregarla a estos, por evitar que supieran de sus intimidades. Al supervisar uno de los autobuses dejó la carta en uno de los guarda equipaje, justo quedaba arriba donde Alondra normalmente se sentaba. Regresó sonriendo con el pálpito de que ella la encontraría.
Alondra, había dormido un sueño ausente, un tanto incomoda por que sintió no haber descansado suficiente, ya lista para partir a la U, repasó un momento la carta escrita, para dejarle a Fausto en el autobús como estado. Un poco acelerada empezó a leer:
Querido Dr. Carlo.
Te sentí venir en mi dulce sendero, con un aroma inconfundible a los mangos que crecen en los patios de nuestras casas. Con tú sonrisa de niño bueno que me hace enloquecer… .Creo no ser ya la misma Sanya, tú llegaste a interrumpir mi silencio y monotonía, sigiloso como un ágil ladrón, rompiste mi interior cual rayo asolador y sentí mi corazón acelerado estallar de dolor, por que murió mi inocencia y descubrí otra forma de ser feliz, más otra manera de sufrir con solo reír. A donde fue mi inocencia a terminar y mis juegos a parar. ¿Acaso nació un nuevo amor? Que tal, ¿si me amará? Si me dice que no, ¿qué voy a hacer ?, todo es confusión, que dicha y que dolor ya no mando en mi corazón. Todo acaba de cambiar lo siento en tú mirar, para amar soy esclava, la más fiel de todas, veo las cosas y atino a decir adiós infancia, ojala yo te recuerde con amor en mi vejez. La luna que ha sido mi fijación me mira absorta, discreta y melancólica, ya la pureza no está y me ilumina más con su brillante resplandor, que lo abraza todo, paso a paso y recuerdo el mar, es otra fijación en mí, quizás por que mar y luna son una sola melodía que a cada silencio le roban un compás. Prefiero unos versos tuyos a que encontrara los poemas escritos de San Juan De La Cruz, no soy digna de leerlos, por que su amor es quizás más trascendental que el nuestro. Te he buscado nuevamente y la ilusión sigue presente, confiando siempre que las cartas encontradas hayan perdido la memoria. es otra fijación en mí, quizás por que mar y luna son una sola melodía que a cada silencio le roban un compás. Prefiero unos versos tuyos a que encontrara los poemas escritos de San Juan De La Cruz, no soy digna de leerlos, por que su amor es quizás más trascendental que el nuestro. Te he buscado nuevamente y la ilusión sigue presente, confiando siempre que las cartas encontradas hayan perdido la memoria. es otra fijación en mí, quizás por que mar y luna son una sola melodía que a cada silencio le roban un compás. Prefiero unos versos tuyos a que encontrara los poemas escritos de San Juan De La Cruz, no soy digna de leerlos, por que su amor es quizás más trascendental que el nuestro. Te he buscado nuevamente y la ilusión sigue presente, confiando siempre que las cartas encontradas hayan perdido la memoria.
Tuya, por siempre.
Sanya.
Se percató que estaba un poco atrasada y apuró para terminar los pendientes. Se despidió de su mamá y salió a tomar el autobús, no demoró mucho en pasar, hizo un ademán con su mano derecha para que no la dejara. Subió rápidamente y buscó el sitio donde normalmente se sienta, con el corazón latiendo a mil por minuto, respiro profundo para poder controlar las emociones. Levantó las manos para asegurar que ese era el sitio donde Fausto dejaría la carta, tanteo y al fin respiro más tranquila, al verla su cara brillo con la sonrisa a flor de labios. Observó alrededor, pero no había si no 2 pasajeros en la parte delantera, sacó la de ella y la colocó en el mismo lugar. Se sentó y descansó de la ansiedad que la estaba atormentando. En el trayecto a la U, pudo leer todo y volvió y leyó, quería estar segura de aprender lo que Fausto le había escrito, de nuevo notó que coincidían en muchos detalles. Se aferró a la carta tratando de sacar más palabras que llenarán su ausencia y su melancolía. No terminaba de comprender el porqué de las cosas, quería hablar con alguien, contarle lo maravilloso de sus acciones y lo perverso de todo este juego, que la envolvía cada día más, pero no, por nada del mundo compartir sus intimidades. Era un tesoro bien guardado, como hasta hace poquito su virginidad.
Las horas en la Universidad pasaban lentamente, Alondra desesperada miraba a cada rato su reloj. Quería que el tiempo volara para de nuevo encontrarse con Fausto, pasadas las 2 pm salió de la U y fue hasta el paradero a esperar el autobús. No demoró en pasar y se subió con unos deseos de que aumentara la velocidad, para ir a encontrarse con Fausto. Tan pronto llegó se acercó dónde estaba Fausto haciendo gestos con las manos, pensó que estaría discutiendo o acaso aclarando con algún conductor un mal entendido, al instante El, se giró y se encontró de frente con la mirada de Alondra. No les importó que la oficina estaba un tanto ocupada con algunos conductores alistándose a tomar sus turnos, se besaron espontáneamente y ella lo abrazó con unos deseos desmedidos, la tomó por el brazo y se la fue llevando de un poco de la oficina.
-¿Cómo te fue en la U?
-Bien, estaba desesperada por venir a verte y comerte a besos-
-Aquí me tienes, pero creo que ya almorzaste-Bromeo Fausto.
-Un poco, no tenía mucho apetito.-
-¿Leíste la carta? -La interrogó El ahora.
-Sí, me pareció divina y mírame la piel aún se me eriza.
-Entonces somos dos- dijo el enseñándole los brazos.
-¿Encontraste la mía? -Preguntó Alondra.
-Sí, no tuve inconveniente -respondió Fausto, mientras se agarraban las manos. La beso suavemente en la frente, en los ojos y por último en las mejillas, donde pudo sentir el aroma de su perfume que lo estremecía de pies a cabeza. Alondra se dejaba llevar por las caricias que la hacían sentir segura a su lado. Los sorprendió un joven que llegó hasta donde estaban sentados en la yerba, Fausto había planeado que almorzaran juntos a la sombra del árbol. Este trajo consigo un mantel blanco y lo necesario para hacer una especie de picnic, acomodaron todo y la invito a que se sentara a su lado a degustar del lunch, conversaron detalles de las cartas mientras disfrutaban del lunch.
-volví a ser muy feliz, es más soy feliz y eso me llena de una satisfacción enorme, creo que no imaginas cuanto- dijo ella y Fausto la miró sin espabilar, como hipnotizándola, para luego sonreír y decirle.
-De nuevo te repito, la felicidad depende de ti y no de lo que venga de afuera-
-entiendo tu punto Fausto, pero creo que cada quien la siente o la vive de forma distinta, a mí me parece que es muy parecida al éxito. Según pude investigar, por ejemplo; sí para alguien ser feliz es estar recogiendo café en una hacienda, está bien. Sí tú te sientes pleno llenándote de diplomas y títulos, también está bien. Sí la visión de otro es formar una familia y tener hijos, o por el contrario, ser un llanero solitario que se la pasa viajando, eso está bien también. Sí lo de cualquiera es hacer de todo un poco, excelente. Lo que no está bien es creerse el cuento de que solo es feliz el que vive al filo de los estándares sociales, y tampoco está bien sentirse mal por no encajar en lo que algunos definen como felicidad. Uno viene a este mundo a ser feliz, disfrutando lo que vive y hace, no a compararse,
-Me sorprende que investigaras tan profundo, pero me alegra, por que el conocimiento es la mejor herencia y no se presta para conflictos, es tuya y no la puedes compartir, pero si recomendar-
La sorpresa para Fausto, lo hacía dilucidar de que Alondra sería una gran profesional, poco a poco la niña de ojos tristes que conoció se convertía en una mujer de verdad. La atrajo un poco, para poderla acariciar, a ratos daba la sensación de ser como un padre para ella, mientras ella se regocijaba en su pecho perdiéndose en sus sueños de niña a mujer. Sorprendidos por la lluvia que comenzó a caer de repente abandonaron la sombra del colorido flamboyán, no sin antes recoger el mantel con las demás cosas que acompañaron el improvisado picnic. Corrieron como niños hasta la oficina cubriéndose de la fuerte brisa que comenzó a llevarse la tranquilidad de una tarde idílica, que los envolvió en un torbellino de realidades caprichosas que los demás no pudieron entender.