La lluvia amaino un poco al empezar la noche, Fausto llevó a Alondra en la camioneta y la acercó lo más que pudo hasta su casa. Bajó con un improvisado paraguas entre libros y bolso, antes se volteó y lo besó despreocupada.
–Nos vemos mañana, chao-Le dijo Alondra mientras corría hasta su casa.
-Cuídate, chao-Le contestó Fausto y se alejó.
Alondra entró a su casa empapada por la llovizna obstinada. La esperó como siempre Imelda, su mamá.
-Nena, en la cocina está la cena, debes calentarla un poco. ¿Cómo te fue?
-No te preocupes máma, voy cambiarme primero. Todo muy bien en la universidad.- Le respondió Alondra terminando de quitarse la ropa húmeda y poniéndose una camiseta que usaba de pijama. Calentó a término medio la cena y se sentó a la mesa acompañada de su madre, una señora no muy alta de facciones finas con un cabello lacio negro, con algunas canas, muy parecida a su hija físicamente, pero con una dureza en el rostro que denotaba lo difícil que la había tratado la vida y lo precavida que era en cuestiones del corazón. Alondra acabo la cena y su madre que seguía sentada en la mesa, esperó que lavara los platos y demás utensilios y la interrogó
- ¿Es cierto que te enamoraste de un hombre mayor que tú?-Alondra se aturdió un tanto, pero en el fondo intuyó que su madre ya lo sabía, las noticias vuelan pensó y trató de no prestarle demasiada atención, aun así le respondió evasiva
-La gente en este vecindario no tienen más que hacer, sino pendiente de quien lo lleva y quien lo trae a una.-
-No me has respondido la pregunta-
-¿Qué quieres que te diga ma?-
-La verdad, que no pelea con nadie-Le dijo sin molestia, pero con la convicción de saber más de lo que preguntaba.
-Mama, no hay de qué preocuparse, es un amigo con el cual comparto libros y lecturas afines-Con la sabiduría que dan los años, la señora Imelda no la presionó, sino que siguió el juego que Alondra le estaba proponiendo y con muchísima calma le dijo.
-Siendo así como me dices te creo, pero no olvides que el paso de la amistad a ser algo más, es muy frágil y lo rompemos con tan solo una mirada encantadora, por los halagos de alguien con experiencia.-Alondra se quedó incrédula, la intuición de su madre era una clara muestra que sabía quizás más de lo que en realidad quería indagar de palabras de su hija. Era una especie de complicidad compartida para que le fuera soltando de a poco toda la verdad, pero Alondra no deseaba enterarla, por que sabía lo fastidiosa que podría llegar a ser.
-Relájate mama no te preocupes, que no hay nada-Le mintió de nuevo. Ambas se ocuparon de sus cosas y olvidaron el tema por lo menos esa noche. Retomó unas tareas pendientes de la U, al terminar, notó que su hermana no estaba y preguntó a su mamá.
- Mami, ¿dónde está mi hermana?-
-Ainara, está donde unas amigas por un trabajo que están terminando para entregar mañana en la universidad-
Alondra se dispuso a dejar todo listo como de costumbre para la U, cuando llegó su hermana. Ainara, un año menor, pero con una personalidad de adulta, más responsable para su edad. Seria y con un aire a ser psicorigida, pero confiable. Para Alondra, sin embargo no era su confidente, en quien descargaba sus intimidades y sus sueños locos. Estaba empapada, la lluvia seguía siendo obstinada y constante.
-Debí hacerle caso a mama, cuando me dijo de que no olvidara el paraguas-Comentó Ainara al entrar a la habitación que compartía con su hermana.
-No haces caso hermanita-Le dijo Alondra.
-Mira quien habla-Respondió Ainara y continuó-Como soy yo la que dice mentiras, mejor quédate calladita.-Alondra la abrazó sin importarle lo mojada e ignoro el tono del comentario.
-Sé que puedo contar con vos, te quiero- Ainara la apartó suavemente
-Deja ya de fastidiarme, sabes que no me gusta meterme en tus cosas-
-Lo sé, por eso más te adoro y no te preocupes no te fastidio más, tranquila- Se metió a la cama acomodándose para dormir.
-Chao nos hablamos mañana-
-Ok, descansa-
Alondra no tardó en dormirse. Mientras su hermana continuó arreglando sus cosas para el día siguiente no tener que estar corriendo y llegar con tiempo a la universidad.
Por su parte la señora imelda les tocó la puerta para saber de ainara.
-Hija, ¿cenaste donde tú amiga?-Ainara le contestó.
-Sí, ma no te preocupes-Al tiempo que asomaba a la puerta para darle las buenas noches.
-Descansa hija, tú hermana ¿ya se durmió?-
-Sí, ya está dormida, hasta mañana descansa tú también.-
La señora Imelda, se quedó revisando documentos que llevaría a la oficina al siguiente día, pero estaba con la intriga de lo que una vecina le había contado de alondra, de todas formas ella quería escucharlo de su hija, antes de que siguieran los rumores en el barrio. Aunque era lo de menos, por que no le importaba lo que pensarán o dijeran los vecinos. Desde que su marido la dejó con las niñas aún pequeñas, se hizo cargo de la casa, el trabajo de jefa de personal en un hospital y el cuidado de las hijas, no le quedó pequeño, ni tampoco se amilano ante tal situación, a pesar de que le dolió muchísimo, por que amaba a su marido con devoción. Fueron días, meses y años muy duros, pero por sus hijas superó la separación y salió adelante con ellas. Dio por descontado, que más temprano que tarde sabría toda la verdad que ocultaba alondra. Se metió a la cama y se desconectó de todo para recobrar fuerzas, pues debía madrugar y dejar desayuno listo para las chicas antes de ir al trabajo, aunque tenía ayudante de cocina y demás quehaceres estaba acostumbrada a prepararles desayuno y luego marcharse a la oficina.
Alondra y Ainara madrugaron, aunque casi nunca coincidían sus horarios en la universidad, ambas salieron luego de despedirse de la señora Imelda, antes de abordar el autobús Ainara le dijo.
-No tienes clases temprano hoy, lo vi en tu horario.-
-Voy a donde mi amiga sámara, deje unos libros que debo llevar a la u.-
-Ok, nos vemos cuídate.-
-chao, tú también.-Ainara tomo la ruta que la llevaba hasta la universidad.
Alondra pasó por la oficina de fausto, que como siempre ya estaba atendiendo y supervisando cada uno de los autobuses que iban saliendo. Dejó al encargado de turno y se apresuró a saludar a alondra llevando consigo el café que no faltaba, la invitó a uno y se estrecharon como si tuvieran tiempo sin verse.
-Estas más linda esta mañana, la ropa que traes te queda perfecta.-Alondra llevaba puesto un blujean ajustado al igual que la camiseta blanca que le hacía resaltar su figura y su cabello suelto que jugaba con la leve brisa de la mañana. Se sintió súper halagada, sus palabras eran aditivos que la estremecían, la hacían sentir cosquillas y ganas de abrazarlo y no despegarse de Él. La tomo por la cintura y le dijo.
-No tienes clases ahorita, ¿vas a algún lado?-Ella embelesada aún le contestó.
-Voy donde sámara a recoger unos libros que le dejé guardados y de paso hablar un poco. Tengo clases a las 11 am hasta la 1 pm.-
-No voy a estar cuando regreses, debo ir con el gerente a ver unos autobuses que van a ingresar a una nueva ruta. Trata de esperarme donde tú amiga, si no alcanzo a llegar te llamaré.-Se despidieron no queriéndose separar el uno del otro, como siempre un beso largo y un te amo que no faltaba. Se fue rápidamente para donde su amiga, Fausto solo la veía atravesar la calle hasta perderla de vista. Alondra llegó a casa de sámara, su amiga confidente y cómplice de sus salidas con fausto y quien siempre le cubría las espaldas, aun conociendo a la señora Imelda se exponía por su amiga incondicionalmente. Sámara un poco mayor que alondra dos o tres años tal vez, con un cuerpo y un rostro perfecto, de ojos café y cabello ligeramente pigmentado de rubio, por eso y más cosas tiene al señor Daniel Orsini, "comiendo en la mano". Un hombre mucho mayor casi triplicaba su edad, pero con un porte atlético conservado por el ejercicio y una buena dieta y como ella misma dice: De buenos sentimientos. El la lleva siempre que tiene algún evento, no solo por su belleza delicada, sino por su forma de ser que a todo mundo agrada, además de excelente conversadora.
El timbre sonó y sámara corrió a abrir la puerta, sabía que era alondra.
–Pasa, te ves bien linda con esa ropa. Me encanta como te ves amiga, esa es la actitud para ser feliz siéntate.- Alondra la abrazó y le respondió.-
-Gracias amiga, pero aquí la reina eres tú, mírate en el espejo lo bella que te ves, lo que te pongas te hace lucir siempre linda.-
-No es para tanto-dijo sámara y añadió-cuéntame cómo vas con Fausto-.
-Bien, cada día más enamorada, por cómo me trata, lo que me dice, lo que me hace sentir, en fin es muy lindo conmigo.-
-Me alegro por ti, pero no debes enamorarte tanto, dany es lindo también, pero siempre estoy alerta.-
-Tú ¿crees que sea así?...yo no creo.-Alondra muy dentro de sí rogaba que no fuera cierto.-Confió en fausto.-
Sámara no siguió sembrando más dudas en Alondra, pero tenía sus reservas en cuanto a fausto. Se pusieron de acuerdo en que Alondra pasaría luego de regresar de la universidad para almorzar en casa de sámara. Se despidieron y alondra se fue a la universidad, debía estar a las 11 sin falta. El autobús tardó poco tiempo en llegar, encontró que las clases se habían suspendido y no dudó mucho en regresar a casa de sámara. Le ayudó a preparar el almuerzo y departieron en la mesa recordando anécdotas vividas. Le comentó que fausto tal vez la llamaría al teléfono de su casa. La tarde fue pasando, pero el teléfono nunca timbró, sámara la consoló un poco diciéndole.
-No te preocupes sigamos hablando no demora en llamarte.-Al final de la tarde el teléfono no sonó y alondra tenía que regresar para prepararse para el día siguiente. Se marchó un tanto inquieta por la llamada que no recibió, pero aprovecho y pasó antes por la oficina de fausto a ver si ya había llegado, pero el joven ayudante que lo estaba remplazando le dijo que no llegaba, por que se presentó un inconveniente con los autobuses que iban a ver y demoraba en regresar. Respiró más tranquila y se fue rumbo a la casa. Pensó durante el camino que se estaba acostumbrando a verlo después de venir de la universidad y hoy le hacía mucha falta no poderlo tener para acariciarlo, abrazarlo y sentir el latido de su corazón cuando se recostaba en su pecho. Llego a casa y saludo a su mamá y le comentó que no cenaría, por que no tenía apetito, la señora Imelda no se preocupó y solo le dijo.
-Tranquila hija, si luego quieres alguito te dejo un poco en la cocina.-
-No te preocupes ma estaré bien, tengo que estudiar y preparar un trabajo gracias, te amo.-
-También yo hija.-
Se encerró en su cuarto a terminar sus labores, cuando terminó cayó rendida en un sueño profundo. Y no recordaba como escribió una carta que no había meditado, sin embargo comenzaba así:
Un día cualquiera de agosto…
Me envolvía en una enredadera de cuentos sin leer, no he podido recordar el autor, pero tampoco creo que eso interese. He leído muchos autores, pero no son los que han escrito estos cuentos. Me siento tan liviana en un mundo de figuras obesas, no sé si camino, no sé si levito, no sé dónde voy, no sé dónde he ido y recuerdo que te busco para encontrarte o tal vez para ausentarte. Eres un espejismo o eres un ser material el cual no puedo ver, pero si sentirlo vagar en una burbuja de sueños que se hace frágil al percibir la estocada realidad. ¿Eres realmente eso o hay algo más? y te busco, sigo tu rastro, alcanzo tu aroma, rozo tu figura ligera y me quemo en la hoguera de una mentira escondida en los silencios del alma, que duele y atormenta en las verdades a medias y recuerdo que el autor de los cuentos eres tú.
Tuya…Sanya.
Despertó en medio de la madrugada sudando y con sed, la sació tomando agua del grifo y lavando su cara y volviendo a dormir.
Fausto, regresó al apartamento pasada la media noche, mientras intentaba dormirse leía un libro que dejó tirado en el piso cuando ya se rindió. Sería un sueño intermitente, contrariado y poco usual. Se envolvió en recuerdos ajenos y prohibidos, pero aun así pudo descifrar que dolía como daga penetrando en lo más profundo de sus tripas. Su carta la comenzó con un temor poco usual.
Agosto impredecible…
Siento un dolor profundo en mis entrañas, no sé si correr, no sé si pedir auxilio, las palabras por más que lo intento no puedo expresarlas, no puedo casi gesticular soy acaso un cadáver en medio del caos organizado que se refleja en los sueños interminables por demás que me carcomen el alma descubierta por los amores insospechados que me pesan en la conciencia. Son verdades a medias que no puedo controlar y que se escapan cual mariposas ariscas por ser atrapadas. Me pierdo no como ausente, sino como presente en las nubes de las desesperanzas humanas, que duelen tanto y forman las heridas más profundas y difíciles de sanar. No puedo mentir sin sentir cuán grande es la culpa del que calla para ganar, más bien perder sin haber ganado, más que la cruda realidad. No merezco nada de lo que me das, te debo más de lo que no doy.
A pesar de todo….te amo
Dr. Carlo.
Un sueño inusual, la madrugada se le hizo eterna por que se despertó más cansado que cuando se acostó.