Me quedé quieto por un tiempo, estaba pensando seriamente en todo y en nada, eso sonaba tonto, pero siempre me perdía en mis pensamientos. Algunos de ellos eran bastantes bueno, pero otros me hacían dar cuenta de cosas que nunca me imaginé.
Escuché a mi madre gritando mi apellido y supe que ya era tiempo para saber de mi nueva vida, solo esperaba que no fuera algo tan malo.
Me acerqué a la puerta y no tardé en ingresar, me volví a sentar en la silla y observar los ojos marrones de mi madre. Ella no dijo nada y eso me estaba comenzando a molestar, ya que necesitaba saber todo.
—Woods, desde ahora su nombre será Renzo De' la Mort. —Me tendió los documentos con dicha información—. Naciste en Francia, en un pequeño pueblito y luego acabaron con tu familia y decidiste mudarte a Argentina, allí eres un narcotraficante ejemplar. —Hizo una pequeña pausa para tomar un poco de aire—: Pero te están buscando, así que viniste para aquí.
Asentí con la cabeza tan solo una vez ante su historia, no parecía muy complicada de creer ni de aprender. Sabía que en dos o tres horas ya me tendía la historia estudiada y quizás con algunas cosillas agregadas, esas cosas siempre dan un toque de color a la historia de vida de un ser humano.
Me agradó por completo ser Renzo De'la Mort, sonaba más que perfecto, era mi nuevo yo y tenía que serlo. Tenía que ser un hombre perfecto y capaz de cumplir con las expectativas de un criminal narco ejemplar. Eso no podría ser tan difícil, ¿o sí?
—Perfecto, ¿algo más que deba saber?—Pregunté con una pequeña sonrisa sobre mis labios.
Ella asintió con la cabeza.
—Sí, hay más.
Sentí que ella me estaba ocultando algo, algo muy importante, pero sabía que me lo iba a decir, ya que tenía que estar listo para cualquier cosa que podría ocurrir en mi momento de actuación.
Alcé ambas cejas al ver que ella no me decía nada más, pensé que seguiría. Después de todo, ella dijo que sí había más.
—¿Qué más hay, jefa?—Cuestioné esperando una respuesta concreta salir de sus labios.
Ella me miró, abrió la boca para responder mi interrogante, pero la puerta de la oficina se abrió de par en par, aquello rompió por completo la situación.
«¡Mierda!», pensé en mis adentros.
—Hay noticias de el Guerrero, acaba de llamar —comentó Luciano, pero luego se marchó de allí.
Mi madre me miró a los ojos y negó con la cabeza tan solo una vez.
—Vete, ¡ya!—Espetó furiosa señalando la puerta.
Me puse de pie y nuevamente salí de allí. No supe que pensar o hacer, así que me senté en una de las sillas y traté de memorizar mi nueva vida.
«¿Cómo hablará una persona que nació en Francia y vivió tantos años en Argentina?», pensé con el ceño fruncido.
Todavía sostenía mis hojas, tenía todo allí, pero todo eso debía estar muy pronto en mi cabeza. No podía usar hojas para vivir una nueva vida.
Tenía muchas preguntas acerca de la vida de este sujeto que sería, estaba pensando seriamente en las respuestas o lo que podría ocurrir. Esperaba que las cosas que mi madre evitó decirme, no fueran malas.
Debía admitir que en ese momento me había enterado que el Guerrero hacía llamadas a la unidad, nunca me tocó atenderlo, pero suponía que había personas encargadas para eso en especial.
Las personas que deberían de atender los llamados serían los intelectuales, esos que no hacen trabajo de campo, pero son increíbles en resolver casos y demás. Quizás solo estaba exagerando, pero así lo imaginaba.
Yo era nuevo, recién graduado, ahora las cosas iban a cambiar drásticamente. Sería una oportunidad para que sepan de lo que soy capaz, que no solo tengo un apellido importante para la fuerza. ¡Que debo hacerme valer por mí mismo, joder!
Las cosas de ahora en más iban a ser muy diferentes y esperaba tener lo que realmente merecía. Sabía que tenía que ganarlo, pero de ese modo sabía que lo haría. No podía ser tan complicado.
Así que de ahora en más, seré Renzo De'la Mort.