Agarré mi teléfono y no tardé en sentarme. Necesitaba estar en el sofá y hacer las cosas bien, ese lugar me daba una clase extraña de relajación y sabía que allí podría hacer lo que debía. No sería tan complicado, solo era un tonto llamado para saber con la persona que me estaba metiendo. Todavía nadie conocía la identidad de ese maldito bastardo.
Conectar con un criminal no siempre es sencillo y mucho más sabiendo que es el más buscado de todos los tiempos, según fuentes de otros países, este tipo se iba de frontera a frontera sin importarle un comino nada. Así que así descubrí que no tiene nada que perder, supuse que no había una familia, seres queridos o algo que lo mantenga en el mundo real.
La llamada que haría ya estaba guionada, debía seguir con el libreto, pero por supuesto, suponía que en algún momento debía inventar alguna cosilla para que él no sospeche de mis actos o la manera en la que me desenvolvería.
Marqué el número y esperé.
Una.
Dos.
Tres.
—¿Sí? —Se escuchó la voz descriptiva.
Sonreí con autosuficiencia.
—Necesito hablar con usted.
Él soltó una pequeña risita divertida.
—Ya estamos hablando —respondió serio.
—Reunirnos para hablar, me dijo mi amigo que usted puede conseguirme un lugar en su compañía —dije con seguridad.
—Bien, nos veremos cuando yo lo diga, pero por ahora será mejor así.
No se oyó nada más, hasta que me di cuenta de que el ya había terminado la llamada. Dejé mi celular a un lado y me llevé las manos a la cabeza.
—¡Hijo de perra! —Espeté pateando la mesa.