Una vez que llegamos, yo entré y me dirigí al cuarto, para tirarme sobre la cama y llorar desconsoladamente. Sentí el peso de Mike sobre la cama, detrás de mi, y a continuación sentí su mano acariciar suavemente mi brazo.
- ¿qué sucede, bonita?- preguntó en voz baja. Yo tomé aire para calmarme, ya que el llanto me había agitado.
- Todos me están llamando zorra.- le comenté.
- ¿quiénes son "todos"?- preguntó.
- No lo sé, todos.- respondí yo alterada.
- Sabes que eso no es cierto.- dijo él. Yo me volteé a verlo.- por favor no llores, Hannah.- pidió, limpiando mis lágrimas. Yo lo observé unos segundos, sin decir nada, y luego me acerqué a él, ocultando mi cara en su pecho. Él me rodeó con sus brazos y acarició mi cabello.
- Te amo, Mike.- dije yo.
- Yo también te amo.- respondió él. Pasado un rato, yo me quedé dormida.
***
Desperté debido a la luz del sol dándome en toda la cara. Abrí los ojos y esperé hasta acostumbrarme a la claridad del día. Estiré un brazo para tocar a Mike, pero me volteé al sentir las suaves y cálidas sábanas en su lugar. Yo me senté sobre la cama, mirando en todas direcciones. Luego de tomarme unos segundos para terminar de despertarme, me levanté y me dirigí a la sala de estar.
- ¿Mike?- llamé, pero nadie respondió. Me dirigí a la cocina, pero tampoco se encontraba allí. Oí el lejano sonido del piano, y yo me dirigí a la sala de instrumentos. Abrí la puerta y vi a Mike sentado frente al piano. Yo me acerqué a él por detrás y cuando estuve lo suficientemente cerca, cubrí sus ojos.
- Adivina quien soy.- dije yo en voz suave. Mike sonrió.
- ¿el amor de mi vida?- preguntó. Yo sonreí y me mordí el labio al oír eso. Quité mis manos de sus ojos y me agaché a su derecha para besarlo.
- Buenos días.- dije yo.
- Buenos días.- saludó él. Yo me senté a su lado frente al piano.
- ¿tan temprano y ya estás trabajando en canciones?- dije, mirando la tinta negra sobre la hoja que se encontraba encima del piano.
- Tenía una idea rondando mi mente y debía escribirla.- me informó. Yo asentí con la cabeza.
- ¿ya has desayunado?- pregunté. Él negó con la cabeza. Yo sonreí maliciosamente.- pues, podríamos ir a un Starbucks a desayunar.- pedí en forma de sugerencia. Mike rió.
- No con esos pijamas, Donovan.- dijo con una sonrisa. Yo fruncí el ceño y bajé la vista a mi ropa; no recordaba haberme puesto mi pijama anoche. Levanté la vista y volví a ver a Mike.
- ¿tu...?- iba a hablar, pero él levantó ambas cejas, indicándome la respuesta a mi aún no formulada pregunta. Yo sentí mis mejillas arder; no me agradaba demasiado que nadie me viera sin ropa.
- Tranquila, lindura. No hay de qué avergonzarse.- dijo, haciéndome sentir más tranquila.- no es nada que no hubiese visto antes, de todos modos.- añadió. Yo abrí la boca, incrédula, y le di un leve empujón en el hombro.
- ¡Mike!- exclamé. Él rió.
- Es verdad.- dijo.
- Ya cállate.- dije yo, antes de dirigirme al cuarto a cambiarme.