Muchas veces estuve ausente aun estando presente, muchas veces dije lo que pensaba, pero no lo que sentía. Aprendía cada misterio y teoría del universo, pero nunca a ser humano. Lastimé a las personas que amé sin tener que decir una sola palabra. Hay una remembranza en mi cabeza en este momento, todos los días despertaba a las 4 de la mañana en mi trabajo como profesor. Sin tener que hacerlo Meriel despertaba junto conmigo y preparaba el desayuno, siempre acompañado de una taza de café. Siempre despertaba sonriente frente a mis ojos, aún después de mantenerla despierta hasta tarde cuando me esperaba. No me reprochaba nada, aun así, ¿Cuándo le agradecí? Déjenme darles una pista... nunca.
Hoy es lunes. afuera hay viento y grandes "nuvole nere", parece que lloverá en cualquier momento. Vaya sorpresa, desperté temprano, desde que dejé el puesto de profesor en la universidad no lo había hecho. Al girar mi cabeza del otro lado de la cama, llegan a mi mente un par de ojos mirándome con ternura y una cálida sonrisa dirigida hacia mí. Con eso en mente me levanto de la cama, creo que en cierta forma esa remembranza me ayudó a hacerlo. No necesito mirar el pronóstico del tiempo, será mejor llevar un paraguas. Termino de cambiarme y me dirijo hacia la cocina, no tengo apetito así que llevaré algo en mi mochila para comer más tarde. Miro la cafetera y las dos tazas al pie de ella, tiene mucho tiempo que no se usan. Me acerco a ella, pero solo paso de largo y salgo de la cocina. Tengo la costumbre de revisar la contestadora todos los días, pero parece no haber ningún mensaje.
Al salir, puedo ver con mejor claridad las nubes, parece que no veré la luz del sol el día de hoy. Aun así, comienzo a caminar por la acera de mi cuadra. Normalmente cuando camino no sé qué mirar, creo que lo intentaré esta vez. Estoy viendo muchas cosas, las mismas que meses atrás no notaba, como esos chicos esperando el autobús de la escuela, el cartero pasando a mi lado en busca de alguna casa para dejar la correspondencia, los autos dirigiéndose seguramente a su trabajo y... esa mujer despidiéndose de su esposo... giro rápidamente mi cabeza hacia otro lado.
De pronto un pensamiento pasó por mi mente, no es de extrañarse en alguien como yo, comencé a pensar en la primavera, ¿repentino?... puede ser, pero está demasiado cerca. Todo comienza a tomar color y el calor comienza hacerse presente, jamás había pensado tanto en ella como ahora, es decir, pensar que tengo casi 23 primaveras en este mundo. Primavera, pensar en ella de repente... puede ser que esta fue la estación en que la conocí.
Después de caminar más o menos una hora, llegué a mi primera parada, un gran parque ubicado en el borde este de la ciudad. Parece que pusieron bancas nuevas, me sentare en una. Saqué mis auriculares de mi mochila y puse "Giorni Dispari" de Ludovico Einaudi, me encanta la música clásica de piano, en especial esta interpretación. Es curioso, visité este lugar tiempo atrás y no me habían llegado tantos recuerdos como en este momento... ¿esto es a lo que llaman nostalgia?, mirar todo de nuevo es tan extraño, los árboles, los senderos, los faroles y... allí a mi derecha, ese lugar en medio del claro, ese lugar es perfecto para observar las estrellas... debe ser eso, o tal vez que allí la vi por primera vez.
Recuerdo que estaba realizando unas investigaciones para el doctorado, miento... solo quise venir a observar las estrellas ese día. Estaba colocando mi telescopio en posición cuando de pronto una chica llegó y se paró a mi lado, inesperadamente me pidió dejarla mirar por mi telescopio. Al verla, ella sonrió, en ese momento no sabía el significado de esa sonrisa. Noté que vestía un pantalón corto y una blusa sin mangas, típica vestimenta de primavera. Su cabello era corto, castaño y ondulado. Sus ojos color cafés claros parecían tener un brillo especial, pero...
—¿Qué observas? —preguntó con aquella curiosidad.
—am... observo el océano —dije sarcásticamente, pues era obvio.
Después de decirlo, actuó de una manera que no me esperaba, ella solo comenzó a reír tiernamente. Si hubiera sido uno de aquellos bravucones de la escuela seguro me golpeaba en ese momento.
—¿vas a la preparatoria? —me preguntó de nuevo.
—no —le dije mientras movía las coordenadas del telescopio— estoy en la universidad haciendo mi doctorado.
—¿doctorado? ¿Cuántos años tienes?
—18 —respondí seco.
—¿de verdad? ¿eres alguna clase de genio o algo por el estilo?
Me preguntaban eso muy seguido, no entendía porque las personas se sorprendían cuando les decía eso, para mí no era algo fuera de lo común. Aun así, no sabía qué responder, así que seguí posicionando mi telescopio.
—yo tengo 17 años.
—interesante —respondí— el telescopio está listo... ¿quieres ver el cielo?
A excepción de mi hermana, a nadie más le había permitido mirar por mi telescopio, pero pensé que al permitirlo me dejaría solo. Pero entonces...
—pensé que apuntabas hacia el océano —dijo mientras sonreía— ya puedo ver el cielo todas las noches, pero tiene tanto tiempo que no veo el océano.
Comencé a cuestionarme si lo que escuché era en serio o era solo una broma.
—no —respondí— es imposible ver el océano desde aquí.
—es una lástima... realmente quisiera verlo.
Un largo silencio llegó, envolvió todo, como las sabanas cada noche al dar vueltas de campana en la cama. ya no sabía qué otra cosa podía decirle a la chica parada a mi lado, así que comencé a mirar por el telescopio mientras que ella solo observaba.
—¿Cuál es tu nombre? —me preguntó después de aquel largo silencio.
Esa chica siempre tenía algo para hablar, aun después de ese largo silencio. Giré a mi lado para verla, lo que no sabía era que ella también me miraba. Fue en ese momento que vi algo en sus ojos que me pusieron nervioso, era un sentimiento cálido que no sabía cómo explicarlo. Su mirada a través de sus ojos cafés era sincera, inocente... eran muchos colores en uno. Giré de nuevo apartándome de su vista y le respondí.
—mi nombre... es Alden.
—¿Alden?, es un bonito nombre, el mío es Meriel...
Y allí estaba de nuevo, esa chica diciéndome algo que no había pedido. Quise convencerme a mí mismo que no me interesaba ni un poco. Yo solía ser así, dejaba de poner atención cuando algo no me interesaba. Pero entonces, repentina como siempre.
—¿eres muy callado cierto? —me preguntó directa.
la miré de nuevo, esta vez en su mirada algo había cambiado. Quizá esperaba que fuera otro tipo de persona, pero la verdad, mi cualidad con las chicas siempre fue ser inadecuado.
—lo siento —le dije con aquella timidez— ¿Meriel? Es un...
Pero justo en ese momento, escuchamos un grito a lo lejos, en la entrada del parque.
—¡Meriel! —gritó aquella voz.
Ella se giró junto conmigo, vimos a varios chicos y chicas un poco más lejos en el parque.
—¡ya voy! —respondió Meriel.
—apresúrate —volvieron a llamar— ¿Qué haces con ese perdedor cuatro ojos?
Cuando los escuché giré de nuevo, en lo que lo giraba mi cabeza cruzamos miradas, pero devolví mi vista hacia el telescopio rápidamente. No me importaba en lo más mínimo lo que dijeran de mí, estaba acostumbrado a eso. Pero si tenía amigos como ellos ¿Por qué venir hasta aquí a hablar conmigo?, me estaba haciendo esa pregunta en mi cabeza. Pero entonces, me tomó gentilmente del hombro y me miró a los ojos con una cálida sonrisa.
—no hagas caso a lo que dicen, me parece genial lo que haces, ¿te veré mañana aquí?
Y una vez más el chico que siempre tenía una respuesta para todo, no sabía qué responder, así que solo asentí con mi cabeza sin poder dejar de mirarla a los ojos.
—espero poder verte —dijo con otra sonrisa — nos vemos Alden.
Comenzó a alejarse en dirección a sus amigos, mientras yo me quedé confundido mirando como se alejaba... Es extraño sentir como ese cálido sentimiento de pronto se vuelve tan frío.
Ya pasaron 25 minutos y creo que es hora de comenzar a caminar de nuevo. Un poco más profundo en este parque hay un gran lago, caminar por la orilla me trae un sentimiento agradable y otro recuerdo más. Al día siguiente después de conocerla volví al parque, fue extraño, ya que vine a lo profundo de este lago con la esperanza de que no me encontrara, pero a la vez, no estaba en mis planes hacerlo, tal vez quería verla de nuevo. Comencé a colocar mi telescopio, el terreno escarpado y húmedo hacía difícil encontrar un lugar perfecto, pero no busqué mucho. Saqué mi cuaderno de notas para revisar unos apuntes cuando de pronto la escuché.
—hola Alden...
Debo admitirlo, me emocioné y mi corazón comenzó a latir apresurado. Creo que, en el fondo, yo estaba esperando a que llegara. Giré lentamente y la vi llegar, había recogido su corto cabello en una pequeña coleta, usaba un hermoso vestido azul con olanes en las mangas y flores adornándolo, sus profundos ojos cafés de nuevo brillaban a la luz de la luna.
—Meriel —dije un poco tímido.
—así que recuerdas mi nombre —me dijo con una sonrisa.
Era verdad, lo recordaba, aun después de pensar que no me había interesado el día anterior, ese nombre quedó grabado en mi mente, fue tan confuso para mí. Me aparté de mi telescopio y la invité a mirar por la lente, ella se acercó y miró a través de ella.
—¡woow! —exclamó sorprendida— ¿es una estrella?
Reí un poco mientras que ella parecía no entender por qué lo hacía.
—no —dije yo— ese es marte, estamos en un momento en el que se acerca mucho a la tierra y es visible en el cielo nocturno.
Ella estaba asombrada por todo lo que decía. Me pidió contarle más después de eso, yo estaba incrédulo de que alguien me estuviera pidiendo eso. Comencé a contarle acerca de mi investigación para el doctorado, por supuesto parecía no entender mucho, era normal ya que apenas estaba en la preparatoria. Los días pasaron y comenzamos a vernos frecuentemente en el parque. Paso tal vez una semana, ese día nos sentamos en la orilla del lago y comenzamos a hablar. había llegado el punto en el que quería saber algo de aquella chica, solo había hablado de mí, así que le pregunte.
—dime Meriel, ¿Cuál es tu pasatiempo?
Ella acomodo un mechón de su cabello mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.
—¿quieres saber algo acerca de mí?
—si... es la razón de preguntarte.
—eso me alegra... ¿así que mi pasatiempo?, no lo sé, la verdad tengo muchos.
—entiendo, ¿puedes decirme algunos?
—claro —dijo con la sonrisa de siempre— me gusta leer, dibujar y salir con mis amigos, pero lo que más me gusta es escribir pensamientos, historias y poemas, ese sería mi pasatiempo favorito.
—es un interesante pasatiempo —dije intentando sonreír un poco.
Mientras lo decía pude notar como sus mejillas se sonrojaron.
—al fin sonríes —dijo con una tímida sonrisa�� no necesito preguntarte sobre tu pasatiempo, sé que vienes aquí a observar las estrellas desde hace mucho tiempo.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunté curioso.
—siempre te veo aquí por las noches... pero jamás notaste mi presencia, debe de gustarte mucho como para dejar de prestarle atención al mundo entero.
Fue una sorpresa para mí, realmente cuando me sumergía en ese aspecto, era difícil notar algo a mi alrededor, jamás la había visto antes de que se acercara a mi días atrás. Aun así, en el fondo estaba contento, por primera vez en mucho tiempo disfrutaba de una conversación que no tenía que ver con mis estudios. Continuamos hablando acerca de sus pasatiempos, me mostró unos dibujos impresionantes que había hecho, pero no accedió a mostrarme algo de lo que escribía, era penosa en ese aspecto.
Estábamos hablando, cuando de pronto un mensaje llegó a su teléfono. después de que lo leyó su actitud cambió, esa chica parlanchina dejo de hablar y se limitó a escuchar. Decidí intentar algo.
—dime... ¿de dónde eres?
Después de pensarlo unos momentos su respuesta al fin llegó.
—vengo de Sacramento.
—eso está a más de 4500 kilómetros —respondí asombrado— ¿porque venir desde el otro lado del país a este lugar?
Al momento de preguntarle me miró con una leve sonrisa para después voltear hacia otro lado, tal vez pregunté algo que no debía, por primera vez vi en su rostro había expresión que no estaba ligada a la alegría que siempre la rodeaba. Parecía que no iba a responder así que quise cambiar de tema.
—yo...
—no te preocupes —dijo Meriel interrumpiendo— mis padres se divorciaron y...
—no tienes que contarme eso —dije interrumpiendo— esas son cosas que solo puedes contarle a amigos.
Al terminar mi oración hubo otro cambio en sus ojos, tal vez no esperaba que dijera eso. Me miró, solo para decirme de la manera más seria.
—pensé que éramos amigos.
Me quedé mudo, ver esa seriedad en alguien como ella... no lo esperaba, bajo su mirada y tomó su bolsa.
—tengo que irme —dijo de pronto— lo siento.
Se levantó y comenzó a caminar, no muy lejos paró y giró para verme una vez más, pero yo solo aparte mi vista y volví a mirar hacia el lago. Lo último que escuché fue como se alejaba cada vez más. Los días que siguieron, ella no volvió al parque, quise pensar que seguía yendo por mis estudios... pero no era así.
Suficientes recuerdos de Meriel por hoy, es momento de seguir caminando, todavía hay mucho más que contar. Mientras camino me deje mis audífonos puestos, aunque no estoy reproduciendo nada, siempre lo hago cuando no quiero poner atención al mundo exterior, es que de esta manera las personas no intentan hablar conmigo... pienso que es mejor así.
Comienzo a caminar más y más apurado sin saber porque, ¿A dónde quiero llegar con tanta prisa?, y más importante aún, ¿Por qué siento esta sensación? ... la sensación de estar perdido, y no, no hablo de ubicación.
Sin darme cuenta llego a un lugar conocido, pero a la vez... un lugar que no reconozco. Parado en medio de este baldío en donde alguna vez hubo una biblioteca me llega un recuerdo. Si, en este baldío se alzaba una gran biblioteca que visitaba cuando venía a la ciudad, reducido a nada para la construcción de otro gran centro comercial. Esta tendencia que tienen las ciudades de hacer construcciones vacías, este hábito humano de necesitar algo que no necesitan... es algo que no entiendo.
Solía venir cuando tenía 12 años, ya había leído casi todos los libros de la sección de astronomía y cosmología así que me aventure a la sección de astrofísica, de pronto un extraño chocó conmigo al querer tomar un libro que quería.
—oh disculpa —dijo el extraño— ¿no crees que este libro es muy avanzado para ti?
—ya he leído bastantes del tema como para entender —dije yo mientras acomodaba mis lentes.
—¿de verdad? —preguntó sin creer lo que le decía— ¿podrías decirme qué libros has leído y de que tratan?
Una actitud demasiado desafiante, una que no veía en los maestros que había tenido en la escuela, aun así, sin miedo respondí a su pregunta.
—está bien... pero solo los títulos que más me agradaron y me enseñaron algo interesante.
Después de eso comencé a nombrar libro tras libro, varios de Stephen Hawking que no podían faltar, Steven Weinberg, Brian Greene, grandes físicos con varios libros en su repertorio que me mostraron lo extraordinario que es el universo y las leyes que lo dominan, después de describir a detalle cada palabra de lo que decían los libros, ese extraño quedó asombrado.
—¡vaya! —exclamó de pronto— eres un chico listo, ¿quieres ir a tomar un café?
En cambio, mi mirada cambió y mi lenguaje corporal era evidente.
—usted —dije entre cortado— ¡me está intentando secuestrar!
No esperaba la reacción de ese extraño, después de mirarme confundido soltó una carcajada.
—¿Por qué se ríe? —pregunté nervioso— está demostrado que los secuestradores usan cosas que les pueda gustar a los niños, dulces, regalos, en mi caso libros asombrosos... es eso ¿¡verdad!?
Después de limpiar sus ojos y dejar de reír me miró de nuevo con una gentil sonrisa, fue entonces que observé su rostro, ya que cuando recién llego no lo había visto a la cara. Era algo anciano, tal vez unos 60 años, son cosas que usualmente calculó en mi mente.
—claro que no soy un secuestrador de niños —dijo mientras me daba el libro que quería— soy profesor en la universidad.
—¿profesor?
—así es, me impresiona el nivel de conocimiento que tienes, nunca había conocido a alguien de tu edad con el gusto por estos libros.
—gracias —dije un poco más tranquilo.
—ven, aquí delante esta una cafetería que suelo visitar, creo que ya causamos un poco de escándalo en un lugar de silencio —dijo el aun extraño— me gustaría hablar un poco más.
Pero que estaba diciendo ese señor, realmente creía que era un tonto, es decir, ¿aceptar la invitación de un desconocido?
—que esté más tranquilo... no quiere decir que este bien que vaya con usted —dije aun desconfiado. después de todo no había pruebas de que fuera un profesor, pero en eso paso un chico detrás de nosotros para ver quien estaba haciendo tanto ruido.
—¿profesor? —preguntó sorprendido— alguien como usted haciendo escándalo en una biblioteca, no me lo podría haber imaginado.
—Richard —dijo el supuesto profesor— podrías decirle al joven parado a lado de mí que no soy un secuestrador.
—claro que no lo es —dijo el chico— él es el mejor profesor que he tenido, te lo digo enserio niño.
Después de la declaración de ese chico, aún tenía dudas, pero acepte la invitación a la cafetería, tenía la curiosidad de saber porque un profesor de universidad quería hablar conmigo. Así que salimos de la biblioteca y cruzamos la calle...
miro hacia un costado del baldío y observo esa cafetería cruzando la calle. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver que la cafetería sigue allí. Puedo ver con claridad el recuerdo de cuando caminé con el profesor hacia ese lugar, pero ahora que cruzo la calle solo... no puedo sentir lo mismo. El tiempo, relativo y absoluto a la vez, es evidente su paso en el lugar, no luce igual. creo que es hora del almuerzo. Al entrar me reciben con unos buenos días y una carta, pero no la necesito.
—café oscuro sin azúcar por favor —le dije a la mesera.
Observo detenidamente cada rincón, puedo reconocer algunos detalles, otros más no están, fueron reemplazados por grandes cuadros descoloridos y algunas plantas. este lugar solía ser el punto de reunión de profesores y alumnos después de salir de la biblioteca, pero después de que fue derrumbada es claro que perdió clientes. Estoy sentado en la misma mesa en donde muchos años atrás nos sentábamos yo y el profesor. Ese día al entrar decidí pedir un café oscuro sin azúcar, el profesor un cappuccino con bastante azúcar, gustos totalmente diferentes.
—¿Cuál es tu nombre niño? —me preguntó.
—mi nombre es Alden Lenn —le respondí mientras esperaba mi café— puede llamarme así, no me gusta que me llamen niño.
—oh lo siento... ¿normalmente suelen molestarte cosas como esas?
—lo siento si soné grosero —dije apenado— suelo decir las cosas directas o ser 100% honesto, ya sabe, sin filtros, pero sin intención de sonar molesto. Aunque sí hay muchas cosas que me molestan... ¿cuál es su nombre profesor?
—ya veo, bueno, realmente eres como yo —dijo el profesor— pero honestidad al 90% Alden, el 100% nunca es viable en una conversación con algunas personas, nunca lo olvides... oh y mi nombre es Michael.
—entiendo —respondí— está bien profesor Michael, 90% será.
El profesor Michael y yo comenzamos a conversar. Era la primera persona ajena a mi familia con la que tenía una conversación. Parecía ser bastante listo, me contó algunas anécdotas de su trabajo e investigaciones que realizaba, para ser sincero, esa platica realmente me estaba agradando. Después de la tercera taza de café me pidió que hablara de mí, así que me hizo una pregunta.
—dime Alden, ¿desde cuándo comenzaste a estudiar?
—¿desde cuándo? —le pregunté de vuelta.
—sí, desde cuándo supiste que el campo que querías era la astronomía.
Esa pregunta era una novedad para mí en ese entonces, nunca nadie me lo había preguntado.
—desde que tengo memoria —respondí sonriendo.
—pero supongo que hubo un momento especial —insistió el profesor— por ejemplo, cuando tenía la edad de 8 años fui con mi padre a una conferencia de nada más y nada menos que de Stephen Hawking.
No puedo describir lo impresionado que estaba cuando lo dijo, realmente él había asistido a una plática del gran Stephen Hawking.
—¿de verdad? ¿hace cuánto? —pregunté y pregunté emocionado.
—fue en 1980 —respondió— sí, fue impresionante, justo allí nació mi amor por esto y desde entonces he estudiado mucho.
Pero esperen un momento, ¿no había calculado una edad de 60 años para él?
—profesor... eso quiere decir que usted tiene... ¿47 años?
—así es —respondió de nuevo— ¿me veo más viejo?
—¡no! —respondí nervioso— claro que no...
—aunque me hubiera gustado haber sabido tanto a tu edad... pero dime, ¿Cómo nació tu amor por esto?
—oh... cierto disculpe, no lo sé, supongo que fue un día que mi padre nos llevó a mí y a mi mamá a ver las estrellas, tenía 4 años, fue un lugar en donde se observaba a simple vista la vía láctea, me di cuenta que el universo tiene infinidad de cosas asombrosas. Desde entonces leo e investigo tanto como puedo, pero, tiene tiempo que termine los libros de mi pueblo, por eso vengo aquí, aunque la mayoría de libros dicen lo mismo.
—esa es una interesante historia de cómo encontraste tu pasión —respondió el profesor después de pensar unos segundos— eso pasa cuando no sabes que buscar, estoy seguro que queda una infinidad de cosas por aprender, ¿Por qué no me dejas enseñarte?
Levanté mi cabeza en ese momento y lo mire a los ojos, creo que enseguida notó que me gustaba la idea.
—¿de verdad? —pregunté.
—pero claro, eres un diamante en bruto que tal vez pueda pulir, me encantaría hacerlo.
Terminé mi almuerzo y creo que llevo 3 o 4 tazas de café. Pago y me retiro del lugar en donde alguna vez mis sueños y aspiraciones despegaban. Al salir, me percato de que son casi las 4 de la tarde, realmente el tiempo vuela cuando comienzas a recordar. Las nubes encima de mi dificultan tener una noción clara del tiempo, es normal que me pierda en él.
Comienzo a caminar de nuevo por un sendero en la orilla de la ciudad, desde este punto es visible el pueblo donde crecí a las afueras de la misma. Me propongo ir hacia allí, pero a la vez una incertidumbre pasa por mi cabeza. Di vuelta por este gran puente que cruza el río y divide a la ciudad del pueblo. A la mitad del puente giro mi cabeza y observo el agua fluir, parece un poco violenta debido a las lluvias que deben estar cayendo en las montañas. Me detengo y me recargo en el barandal a mirar con más detalle.
—James, oye James, ¡espérame!
—lo siento Alden, no note que te quedaste atrás, pero ya llegamos.
—¿de verdad? No quisiera arriesgarme más a caer al agua, odiaría caerme.
—sí, aquí te podré enseñar a pescar, pero ahora que lo mencionas este lugar es profundo así que hazme caso, eres un poco torpe y no quiero que te ahogues.
—está bien James ... dime que hago.
Reacciono, ese recuerdo vago que llegó a mi cabeza era...
—James —susurro mientras observo el alrededor.
Lo recuerdo bien, ese día quedamos en ir a pescar, fue un poco más adelante frente a este puente. Nuestros padres no nos dejaron ir debido a que la época de lluvias acababa de pasar y los ríos se encontraban en su auge, pero aun así fuimos. Tenía tanto tiempo queriendo aprender a pescar, aunque fuera un pez, basto con mencionarlo a James para que se ofreciera a enseñarme.
—el truco está en la paciencia —dijo james mientras sostenía la caña improvisada— así con el tiempo y con suerte picara uno.
—entiendo —le respondí intentando hacer lo mismo que él.
—vez, es más difícil de lo que crees —dijo James con su cara de confiado— aún no pica ninguno, no te desesperes si no consigues atrapar uno al primer intento.
—oh... esto fue rápido entonces —dije mientras sacaba mi primer pez del agua.
—¿! Que ¡? —exclamó James— ¿Cómo? ¿Cuándo?... ¿Dónde?
—bueno, solo cambie tu carnada de plástico por gusanos reales y modifique un poco la punta del anzuelo para que no fuera visible —dije mientras acomodaba mis lentes— así los peces son atraídos con mayor facilidad.
James solo me miraba incrédulo mientras a mi caña improvisada picaba otro más.
—oh mira... picó otro —dije con una sonrisa.
Giré a verlo, si me preguntan, parecía un poco molesto o eso pensaba.
—¿James?... —dije un poco nervioso.
Pero de pronto comenzó a reír a carcajadas mientras yo quedaba desconcertado por ese cambio, pero a la vez, en el fondo sabía que así era James.
—no me esperaba menos de ti Alden —dijo James mientras sonreía— creo que todo el tiempo hay algo nuevo que aprender de ti y estoy feliz por eso.
Sus palabras hacia mí siempre eran positivas y llenas de entusiasmo.
—yo solo complementé tu idea James... gracias por enseñarme a pescar —terminé de decir con una gran sonrisa, ambos comenzamos a reír después de eso.
—cuando vean los pescados que atrapaste seguro no nos regañaran —dijo James— estaba seguro que solo exageraban, terminamos y ninguno de los dos cayó al agua.
—así es —dije estando de acuerdo con él, ambos con las manos en la cintura bastante confiados, cuando de pronto el musgo en la roca en la que estaba apoyado me hizo resbalar y caer al agua.
—¡Alden! —escuché en la orilla gritar a James mientras se lanzaba.
Cuando James se estabilizó a flotar, volteó a verme, estaba justo a su lado.
—hola —dije mientras él me miraba fijamente.
—¿sabes nadar? —preguntó james.
—am ¿sí?
—entonces ¿Por qué me dijiste que odiarías caer al agua?
—por mis lentes —respondí a James mientras se percataba que ya no los tenía.
—¡ahh! Ahora entiendo... creo que tu madre nos matara a ambos.
James no se equivocaba, ir al río fue el menor de los problemas. Cuando mi madre supo que perdí mis lentes, sí que nos fue mal a ambos. Comienzo a sonreír mientras recuerdo lo nervioso que se puso cuando salió del agua, sabía que mi madre nos regañaría, que recuerdos...
—¿Cómo pudiste? ... realmente ¿me consideraste tu amigo alguna vez? ... no, claro que no tu no sientes nada por nadie, solo por ti.
De pronto mi sonrisa se borra, miro desanimado hacia abajo y aprieto el barandal con toda mi fuerza.
—solo son recuerdos...
Respiro profundo y al fin pude recuperar la compostura que había perdido. Hay cosas en las que no quisiera volver a pensar, pero si recuerdo cada línea, cada párrafo de mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, es imposible no recordar lo que fue importante para mí, aunque odie aceptarlo, y si quiero contar mi historia inevitablemente tengo que recordarlo.
Miro el final del puente, pero creo que visitaré el pueblo otro día. Doy media vuelta y regreso hacia la ciudad. No estoy acostumbrado a caminar, mi condición física no es la mejor, pero aun así recorrí más lugares de los que pensaba.
Aún falta mucho por contar y recorrer, solo es el primer día después de todo. A pesar de que el cielo está totalmente nublado, parece que no necesité el paraguas. Mirar el cielo de nuevo... es por culpa de clima que no puedo mirar las estrellas, tiene tanto tiempo que no las veo. También hace mucho tiempo que no uso mi telescopio, en este momento debe estar en una esquina abandonado y lleno de polvo, ese telescopio es especial para mí, aunque no se compara al de la universidad.
Me di cuenta de que solo estoy recordando cosas triviales para no pensar en esto que siento, pero en un segundo plano de mi mente, se siguen repitiendo una y otra vez aquellos momentos.
Llegue a casa, son las 10:30, dejo mi mochila en el piso y las llaves en la mesa de la entrada. Antes de subir por las escaleras noto que hay un mensaje en la contestadora, me acerco y lo reproduzco.
"hola Alden... llámame cuando escuches el mensaje, quiero hablar contigo".
—lo siento madre... solo tengo el dinero que necesitare los próximos 6 días, no puedo ayudarte...
Borro aquel mensaje y comienzo a subir escaleras. Al estar en la mitad, llega un recuerdo a mi cabeza. Comienzo a imaginar cómo era, al escuchar aquel auto estacionarse afuera, Meriel bajaba estas escaleras lo más rápido que podía. Imagino su trayectoria mientras bajaba. Una vez abajo se escondía detrás de la puerta, así como todas las noches. La primera vez, entré por esa puerta y al hacerlo saltó encima de mí, abrazándome con fuerza.
—¡Alden! —exclamó eufórica— al fin llegaste...
—sí —respondí intentando cargar con su peso— perdón por llegar tarde.
—no te preocupes —dijo mientras me abrazaba por el cuello— es solo que te extrañé demasiado.
Quise responder con algo "lindo" que correspondiera a su cariño, pero no supe qué decir, no sabía cómo demostrarle lo bien que me había sentir ser recibido de esa manera. En cambio, la abracé fuertemente y sin intención de soltarla. Al separarnos la miré a los ojos, su sonrisa era tierna y dulce, sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos aun me ponían nervioso. Después de compartir aquellas miradas, dijo una frase que siempre me gustó escuchar, y en su idioma favorito.
—Je t'aime.
Terminode subir las escaleras y entro a mi habitación. la cama destendida, la cortinaentreabierta y la ropa tirada alrededor, soy un desastre. Me recuesto en micama mirando al techo, mis ojos comienzan a sentirse pesados y mi visióncomienza a bifurcarse. Volteo hacia mi lado izquierdo y observo de nuevo, esamisma remembranza de la mañana que me ayudo a levantarme, es la misma queconsigue hacer que me quede profundamente dormido, terminando así el primer día.