- …yo ya pagué mi karma.... - canto con suavidad, anotando con rapidez la frase.
Miré la hoja del cuaderno, satisfecha. Mi inseguridad al menos me había ayudado a componer. El cielo gris de las 7am de la mañana me acompañaba, sin mostrar simpatía alguna.
- ¿Carmín? - volteo al ver a mamá.
- Buenos días. - sonrío.
- ¿Qué haces despierta tan temprano? - ella, en su bata rosa, se soba los brazos para calentarse.
- Nada, no podía dormir. Estaba componiendo algo. - le muestro la hoja.
Mamá lee la letra. - Que lindo cariño.
- Gracias ma.
Mamá jala una silla y se sienta a mi costado.
- ¿Estás bien? - asiento. - ¿Hay algo que te preocupe cariño?
- Nada mamá. - miento; suspiro. Alex me ha tenido estresada desde hace ya varios días. - ¿Tú que haces despierta?
- ¿Sabes que tu papá ronca? - río. - No, es mentira cariño. Solo pensaba.
- ¿En qué? - le miro interesada.
- En ustedes.
- ¿Luna y yo? ¿Porqué? - llevo las rodillas al pecho sin dejar de mirarla.
- Solo recordaba cuando llegaron a nosotros. - suspira nostálgica. - Miguel y yo queríamos hacer una familia, y años después decidimos ir a buscar para adoptar. Recuerdo cuando las vimos. - voltea a mirarme. - Tú estabas abrazada a Luna; tendrías... no sé, ¿3 años? Luna era apenas una bebé de dos años.
Nos acercamos a ustedes. Tú estabas asustada, ambas tenían algo de cenizas en el rostro. La asistente nos tomó los datos, y recuerdo tu mirada. Estabas sorprendida, pero veía algo de temor en tu mirada. Luna casi no recuerda mucho, era más pequeña que tu. - se pasa el dorso de la mano por la mejilla; unas lágrimas salen de sus ojos. - No podías dormir; esa primera noche dormí contigo, y poco a poco me tomaste confianza. No les cambiamos los apellidos porque eso es parte de ustedes, pero haberlas visto abrazadas al señor Alfredo me emocionó bastante.
Tomo su mano con suavidad. Ella entrelaza sus dedos con los míos.
- Te amo mamá. - murmuro.
- Yo a ti cariño. - ella se levanta y nos abrazamos.
Volvemos a la mansión, y vemos al abuelo bajando las escaleras.
- ¡Buenos días! - dice alegre.
- Buenos días abuelo. - sonrío.
- ¿Que tal ha dormido?
- Bien, bastante bien la verdad. - dice satisfecho. - ¿Hay planes para hoy?
- Supongo que no. - respondo mirando a mamá. - ¿Porqué?
- Salgamos a pasear un rato, parece que va a hacer sol. - propone.
- Supongo que podría ser, pero si esperamos a que Luna se despierte nos quedaremos acá hasta las 3 de la tarde. - tan pronto digo eso, escuchamos un llamado desde la cocina.
La voz de mi hermana llamando a mamá. Fui con ella hacia su cuarto, y no la vemos en su cama; estaba destendida. Escuchamos ruidos en el baño del pasillo.
- ¿Luna? - toca la puerta mamá preocupada.
- Mamá me vino. - murmura. Tras unos segundos la escuchamos jalar la palanca del inodoro.
Mamá abre la puerta y Luna nos mira; se ve pálida.
- Carmín, puedes ir por a la cocina a buscar la pastilla? - asiento ante el pedido de mamá, mientras ella lleva a mi hermana de vuelta a su cuarto.
Entro a la cocina, y veo a papá preparándose un café.
- Buenos días cariño.
- Buenos días papá. - sonrío y abro el cajón, saco una pequeña pastilla en un empaque platinado. - ¿Y tu madre?
- Luna se siente mal. Ya vengo pa. - lleno un vaso con agua y me dirijo al dormitorio de mi hermana.
Entro y veo a mi hermana acostada en la cama. Ella se sienta, toma la pastilla con un poco de agua y vuelve a recostarse. Mamá la tapa con cariño.
- Se va a poner mejor. - salimos y cierra la puerta.
Al llegar a la cocina, mamá le resume la situación a papá mientras yo abro la refrigeradora y saco una jarra llena de jugo. Me sirvo un poco en un vaso y vuelvo el objeto a su lugar.
- ¿Y Luna? - pregunta el abuelo entrando.
- Se siente un poco mal. - cuenta mamá. - Así que si quiere salir está Carmín.
Asiento, mientras miro las notificaciones de mi celular. En eso, me entra una llamada de Bia. Me retiro de la cocina para contestar.
- ¿Bi?
- ¡Car! Hola. - dice alegre.
- ¿Qué tal?
- Bien, te quería preguntar, ¿a la tarde nos vemos en el parque? Irá Manu, Less y Chiara. Queremos ensayar algo antes de la presentación.
- No estoy segura, creo que voy a salir, igual te confirmo después. ¿Estás en la residencia?
- Sip. Helena y Manuel estan tocando el piano, como siempre estoy de metiche. - dije riendo.
- Al menos tienes a tu hermana y al chico con el que todos sueñan. Mira, que si no estuviera contigo, yo me lo llevaría. - río.
- Creo que hay que conformarnos con ser las dos únicas mujeres en su vida. - dice Bia, alegre. - Dale Cari, tengo que irme, Helena me llama. ¡Besos!
- ¡Adiós! - corto y vuelvo a la cocina. El abuelo ya se fui - Ma, me voy a cambiar, ya vuelvo.
- Carmín, el señor Alfredo quiere salir contigo. Quiere bajar a la playa. - sonrío, era uno de mis lugares favoritos.
- Me re animo. - digo al instante.
- Anda a cambiarte entonces, dejó algo para tí en tu cuarto. - le miro confundida. - Anda, mira.
Subo curiosa y veo al abuelo dentro de mi cuarto. Miraba algunos retratos con fotos mías y de Luna. Sonríe al verme.
- Hola cariño. - me abraza.
- Hola abuelo. - me entrega una bolsa color blanco. - ¿Para mí?
- Sí. Anda, ábrelo.
Miro dentro de la bolsa y saco un vestido. Es de color perla, hasta la rodilla. Manga cero, y tiene un pequeño bordado de flores por el pecho y en la falda.
- Abuelo es precioso. - lo extiendo sobre la cama. - Muchas gracias.
- ¿Sabes de quien es ese vestido? - niego. - Era de tu madre. Ella amaba los vestidos con bordados de flores, y tenía cientos. Bernie, de cada viaje, le traía unos preciosos. Este era uno de sus favoritos; era un poco más largo, pero lo mande a arreglar. También tengo uno para Luna, que es violeta. Siento que su madre hubiera amado verles con esto.
- Muchas gracias abuelo. - lo abrazo con fuerza.
- Cambiate y nos vemos abajo, te voy a llevar a un lugar especial. - dice antes de salir.
Asiento. Él sale, me coloco unas zapatillas negras bajas y una campera negra y salgo del cuarto. El abuelo me lleva hacia un carro blanco estacionado en la entrada, me despido de mamá y papá y subo.
Mientras me cuenta algunos recuerdos de mis padres en la mansión, no puedo evitar sentirme nostálgica. No estoy segura si a mi hermana le sucede, pero cuando estoy muy preocupada por algo no puedo evitar que una ola de recuerdos del incendio me agobien. Es como si me faltara el aire en el pecho, y la vista se me nubla.
- ¿Carmín?
- Si abuelo?
- Nada, pensé que te habías quedado dormida. - dice mirándome.
- No, no te preocupes. - sonrío. - estaba pensando en mamá.
Toma mi mano.
- Luna y tu eran todo para sus padres Carmín. Vos siempre andabas cerca a Luna, y tu madre adoraba verlas tan unidas. Tu papá de sus viajes les traía muñecas preciosas, joyas para tu mamá y vestidos también. Pero nadie sabía que la relación que tenía Sharon con ustedes llegaría al punto de odiarlas a muerte.
- Pero si Sharon está ciega, y fue uno de los motivos de la partida de.. - me callo antes de terminar la frase.
"Ámbar". mi mente la completa. Decir que ella era cercana a mi es mentir. Era la persona en la que más confiaba, la que más quería, y ambas cambiamos juntas.
- Lo sé cariño, - me mira. - pero hay fantasmas del pasado que uno no puede borrar. Probablemente vos la recuerdes más porque eras más cercana a tu padre, pero Luna apenas y la veía cuando tus padres vivían en la mansión.
Asiento y vuelvo mi mirada hacia la ventana del carro, que está semi abierta.
- ¿Estamos cerca?
- Si. - afirma mi abuelo.
Tras unos minutos, el auto se detiene. El abuelo y yo bajamos, el carro se aleja para estacionarse creo. Me hace señas que me acerque y cuando me doy cuenta estamos en un pequeño muelle, cerca a la blanca arena y el mar.
La vista es hermosa.
- Que hermoso abuelo, gracias por traerme. - sonrío y me quito las tenis.
- Te dije que este lugar era especial, ¿Recuerdas? - asiento. - ¿Te suena de algo?
- Me parece muy familiar realmente, pero te mentiría si te digo que sé de donde.
- Acá fue que Bernie le propuso matrimonio a tu mamá. - sonrío de forma inconsciente. - Obvio que más tarde, claro, fue un atardecer hermoso. Tu mamá estaba muy nerviosa, cuando habló conmigo no podía más de la emoción.
Me acerco al borde del muelle. Me siento, dejo las zapatillas a mi costado y dejo que el viento me refresque, moviendo mi cabello y el borde del vestido. El abuelo se sienta a mi costado y no deja de mirarme.
- ¿Que tanto me miras, abuelo? - pregunto divertida.
- Tus padres durante el incendio no podían salir - mira al horizonte. - Vos y Luna estaban abajo, las lograron sacar. Durante eso, la medallita de tu hermana se quebró, como ya conoces, pero...
- Pero.... - le animo a hablar; tocar el tema del incendio no es muy fácil para ninguno.
- Pero ellos tenían algo para tí. - me sorprendo.
- ¿Mis papás para mí?
- Si Carmín. - afirma. - La medallita se mandó a confeccionar, y tardó un tiempo en ser terminada. Pero aparte del collar de Luna, mandaron a hacer algo para vos. Yo, al perder a mi hija y pensando que también a mis nietas, no tuve el valor de ir a recogerlo. Por mucho tiempo me ausenté, pero un día llegué a ir por ella. - saca una pequeña bolsita de tela color cyan y la deposita en mi mano.
Yo no puedo dejar de mirarla. La sorpresa es mucha, realmente. Quien pensaría que mis padres habían hecho eso? Siempre pensé que esa medallita era para las dos, osea que Luna tendría el sol y yo la luna, o algo asi, pero esto cambiaba totalmente las cosas.
La bolsita cyan descansaba en la palma de mi mano, con algo adentro y muchas preguntas y respuestas respecto a mi.
- Anda, ábrelo. - el abuelo me miraba atento.
- ¿Ya lo has visto?
- Si, pero siempre fue tuya, tienes que descubrir que es. - me anima.
Respiro profundo y me animo a abrirla. Jalo con cuidado la cadena, y encuentro una pequeña estrella plateada con una piedra azul en el centro. No puedo dejar de pensar en que tenía mi madre en mente, pero es preciosa.
- Gracias. -murmuro.
- ¿Te la pongo? - me ofrece el abuelo. Asiento, él se levanta y con delicadeza coloca la cadena alrededor de mi cuello.
Me levanto, y lo abrazo con fuerza.
- Muchas gracias abuelo.
- No hay de que. Estoy segura que, desde donde estén Lili y Bernie, estarían más que felices.
Sonrío y me paso el dorso de la mano por mis mejillas, unas lágrimas traicioneras salen.
Volvemos al auto, que nos conduce a un restaurante cercano. Yo como algo de sushi mientras que él pide algo de pescado. Almorzamos entre una animada charla; en cuanto hemos terminado el abuelo paga y nos retiramos de vuelta a casa.
Tengo que admitir que tengo un nudo en la garganta, y aunque haya comido aún siento hambre. Sin darme cuenta me duermo, y el abuelo me despierta al haber llegado a casa.
Bajamos del carro y mamá nos recibe en la entrada; me acerco a abrazarla fuerte. Ella acaricia mi cabello, seguro ya sabía lo de la medallita, o tal vez no.
El abuelo se retira al jardín con papá a jugar golf mientras sigo a mamá hacia la cocina.
- ¿Qué tal la tarde?
- Bien. - respondo.
- ¿Comieron?
- Sí, almorcé sushi y el abuelo pescado. - me mira. - ¿Qué? Sabes que si hay sushi no me resisto.
- Lo sé, pero también veo como miras la olla con tal hambre. - río. Me saco la medallita y la dejo en la palma de su mano. - ¿Y esto?
- Recuerdas la medallita de Luna, ¿cierto? - asiente. - Pues Lili y Bernie habían mandado a hacer algo para mi yo pequeña. Me lo entregó el abuelo hoy.
- Que hermoso dije. - dice, y asiento.
- Es precioso. - sin darme cuenta bajo la mirada. Siento una presión en el pecho. No sé porque me duele recordar a mis padres, o si es alguna idea mía que me hace poner los ojos llorosos.
- Cariño... - mamá dice con dulzura, se acerca y me abraza; sin darme cuenta sollozo en su hombro.
- Los extraño tanto. - murmuro. Mamá me abraza con más fuerza.
- Lo sé hija, lo sé, pero piensa que nadie sabría que iba a pasar esto. - me separo del abrazo y toma mi mentón con delicadeza. Con una servilleta limpia las lágrimas que caen por mis mejillas. - Nadie sabría que habría un incendio, nadie sabía que no los volverían a ver, pero para eso estamos nosotros, estamos para ustedes Carmín. - vuelvo a sollozar, y me aferro a mamá con más fuerza. - Te amo cariño, las amamos, nunca lo olvides.
Tras unos segundos siento a alguien más unirse al abrazo, y veo a papá mirándome.
- Nunca me dejen. - murmuro, intentando secarme las lágrimas.
- Nunca, pero nunca, lo haremos. - papá besa mi frente.
Me abraza con fuerza, yo solo cierro los ojos. Escucho pasos aproximarse y luego irse, seguro era Luna y mamá le hizo señas que se vaya, o yo no sé. De a pocos me calmo, me separo de papá y sonrío.
- Gracias. - aunque mi voz aún está algo quebrada, ellos asienten.
- No hay de qué cariño. - mamá me coloca la cadena. - ¿aún tienes hambre?
- Pues no te voy a mentir, la neta es que si.
- Pues amor, yo también. - papá se sienta a mi costado en la pequeña isla. - ¿Qué hay de comer?
- Bueno, hoy hicimos pollo al horno. - mi boca se hace agua al escuchar eso. Mamá ríe, seguro ya sabe que mi estómago pide a gritos una porción. - Ya caliento para los dos, no se desesperen.
Choco los cinco con papá, y mientras mamá calienta la cena aprovecho en irme a cambiar. Me coloco mi pijama azul, medias y mis pantuflas de unicornio y bajo las escaleras. Me siento en donde está mi plato, y escuchamos pasos hacia la cocina.
- Huelo a pollo. - la voz de mi hermana se hace presente; yo río.
- ¿Te sientes mejor Lu?
- Si, ya no me duele Car. - sonríe. - Mamá, ¿me sirves un poco porfaaa?
- Ya sabía que vendrías. - sirve. - calenté más.
- ¡Yei! - celebra ella.
Mamá se sirve y cenamos los cuatro, seguro el abuelo ya está durmiendo. Yo recojo los platos y los dejo en el lavadero, mientras papá y Luna limpian los individuales y guardan todo. Luna bosteza.
- Creo que ya es hora que vayan a la cama. - dice papá mirándonos a las dos.
Creo que nuestras caras de sueño nos delatan.
- Está bien. - dice Luna, rendida. - Pero temprano porque tengo que ir al roller a entrenar mañana, y necesito tener energía. Sino Juliana nos va a matar. - ríe.
- Yo también tengo que ir a entrenar mañana.
- Carmín, mañana tengo que ir contigo a la prueba de la malla. - me recuerda mamá mientras papá se acerca a lavar los platos.
- Cierto, se me había olvidado.
- Entonces pasamos por tí del gimnasio y vamos donde la modista. - asiento. - Buenas noches mis amores.
Mamá besa la frente de Luna y después la mía. Papá nos abraza y ambas nos despedimos para dirigirnos a nuestros cuartos.
Entro y cierro la puerta. Prendo la linterna del celular y apago la luz. Llego a la cama, apago el cel y lo dejo en la mesa de noche y me tapo con las colchas.
Muchas emociones para un solo día, creo yo.