Las campanas sonaron anunciando la hora. Las cuatro de la madrugada. Como la había denominado el Joker: La hora de las pesadillas.
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Kal-El no podía moverse. La radiación de kryptonita era similar a estar encadenado. "Girar a un lado", pensó, "alejándome de la flecha, eso me daría la fuerza..."
Eligió no gastar más energías en pensar (hasta pensar era doloroso) y decidió enfocarse en actuar. Ya hemos mencionado la voluntad de Superman, incluso más poderosa que su vigor, fue por esa voluntad que reuniendo lo que le quedaba de fuerzas se revolcó hacia el lado contrario de donde Batman había dejado la flecha con kryptonita.
A este primer movimiento le siguió otro y uno más. El esfuerzo era hercúleo, pero el efecto dañino de la flecha se había visto mermado por el distanciamiento que tomaba. Finalmente, pudo ponerse de rodillas.
Su vista se posó en el monumento a la libertad, allá a lo lejos.
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Batman entró al monumento que se hallaba cerrado desde el atentado.
En el interior estudió el lugar que estaba hecho una autentica ruina, a tal punto que no había manera alguna de subir, pues los ascensores estaban reducidos a metal aplastado, cercados con cinta policial y luces de advertencia amarilla.
–Bruce, bienvenido. Bienvenidos al capítulo final de esta lamentable historia –retumbó repentinamente la voz del Joker.
La voz parecía provenir de todas partes. Batman miró a los alrededores listo para defenderse, vigilante a cualquier trampa mortal, su enemigo era un prodigio en cuanto a fabricar emboscadas y sorpresas letales.
–No te preocupes. Nadie más puede oír. Pirateé tu micrófono de capucha. Podemos ser... íntimos.
Sin hacer caso de la voz en el auricular fijó su atención en la imponente estructura interna del monumento. En toda la distancia que debía atravesar para llegar hasta la plataforma de observaciones que se hallaba en las partes más elevadas del coloso.
–¿Qué dices, Batsy? –continuó la voz– ¿Sabes de nuestro pacto tácito? El entendimiento implícito que teníamos de que siempre estaríamos ahí el uno para el otro.
La mano de Batman llegó a su cinturón, donde activó una pequeña pantalla táctil. La imagen en el panel se convirtió en un gráfico de llama, encendido completo. En ese momento se encendió explosivamente su jetpack, y el Caballero de la Noche se elevó atravesando la estructura del monumento acortando los metros que lo separaban de la parte superior.
Donde él estaba seguro que encontraría finalmente su destino.
–Porque, ¿a quién más tenemos, tú y yo, sino el uno al otro?
La voz del Príncipe Payaso del Crimen continuaba escuchándose. Batman se dejaba envolver en ese sonido chillón y molesto, con la perspectiva de tener la satisfacción de que no volvería a escucharlo más. Se diminuta figura continuaba elevándose verticalmente por la pared escarpada de vidrio y metal altísimos.
–Intento matarte, tú intentas matarme. Ese es nuestro propósito. Nuestra razón de ser. Eso es lo que somos.
Mientras dejaba atrás más distancia un pitido llamó la atención. Miró hacia abajo, el icono de su traje parpadeaba: combustible muy bajo.
–Ni siquiera dejé que la muerte nos separara. ¡Pero tú! Te doy la espalda durante dos minutos y cuelgas la gorra. ¿Te detuviste por un momento a pensar cómo me haría sentir eso?
Todavía quedaban escasos metros para llegar a la plataforma y la mochila ya comenzaba a chisporrotear, señal inequívoca de que el jetpack pronto dejaría de ser útil.
Y finalmente falló cuando ya se hallaba prácticamente tocando la plataforma. Y en ese mismo instante el Caballero de la Noche presionó un botón en su cinturón y con un impulso final sus manos alcanzaron el borde la plataforma, evitando una muy larga caída.
–Batman no se retira –continuó el comodín–. No. Batman muere en mi mano. Nuestra trágica historia termina con el más feliz de los finales felices. Una muerte más. La tuya.
Batman subió la plataforma exhibiendo su habilidad admirable, pese a lo maltratado que se hallaba.
–Esta noche, en este gigante sobre la ciudad, Joker mata a Batman bajo los ojos del hombre y de dios.
La plataforma de observación era un espacio circular tan grande como un campo de futbol, lo bordeaban dientes de vidrio dentado. Aun así, podía notarse que el lugar había sufrido severos daños debido al atentado con explosivos. Se veía algunas vigas retorcidas y las escaleras en espiral en su interior estaban completamente inservibles. La ciudad se extendía más allá tan abajo que casi podía verse la curva de la tierra.
–¿Y puedo contarte un secreto? –continuó el payaso infatigable– No te defenderás.
Una figura surgió de las sombras de una viga, directamente al otro lado de la plataforma. La figura se veía pequeña a la distancia.
–Caerás de rodillas y me mostrarás tu garganta. Y cuando venga a quitarte la vida me darás la bienvenida.
Dos hombres enfrentados uno contra otro en una contienda final. El viento sopló con mayor rigor en ese momento.
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Una mano temblorosa se aferró con fuerza a la estructura del monumento. Había un hombre escalando el costado del coloso, empleando un esfuerzo que iba más allá de sus energías. Ese hombre era Superman y en su rostro podía verse la determinación, luchando mano a mano con las heridas y golpes que había recibido en su contienda con el Caballero Oscuro.
De pronto un fragmento de escombros se desprendió y Superman perdió el control por un segundo, amenazado por el vacío que estaba ansioso por devorarlo.
Se aferró con firmeza al monumento, por un rápido instante se atrevió a mirar a los despojos precipitándose a la nada. Estuvo cerca, bastante cerca.
Eso ya había pasado, quedaba mirar hacia arriba, a lo alto de la estatua.
–Arriba, arriba y lejos –habló consigo mismo, tratando de darse ánimos, sentía que ya no podía seguir, pero sabía que debía estar allí por su amigo.
Reanudó su agotado y doloroso ascenso. Una mano ahora, la otra después...
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Su hora había llegado. Finalmente, el Joker se atrevía a mostrar su pálida y terrorífica faz. Ahora era momento de bailar bajo la luz de la pálida luna hacia su muerte.
Batman comenzó a caminar hacia él. El Joker hacia lo mismo. La distancia era un endeble obstáculo que no impediría que ambos buscaran satisfacer sus mortales propósitos.
–Sabes que tuve que matarla. ¿Tú no? Tu hermosa esposa. No me dejaste absolutamente ninguna opción. ¿De qué otra manera podría traerte de vuelta a mí?
A medida que se iban acercando se podía apreciar un tercer elemento en la escena. En el centro de ellos había una reluciente hacha colocada con la empuñadura hacia arriba, de tal forma que solo era necesario levantarla de la base que la mantenía erguida.
–Después de todo, eso es lo que hace Bruce Wayne frente a la tragedia personal. Vístete como un murciélago y empieza a buscar a alguien a quien matar. No, matar a la mujer que amas fue la parte fácil.
Continuaban avanzando al mismo paso, sin prisas, conscientes de que el choque sucedería sin ninguna necesidad de demorarlo o apresurarlo.
–Crearla, ahora eso era mucho más difícil –y al decir esto la luz de la luna golpeó la cara del Joker, haciéndola visible por primera vez.
Batman levantó la vista, las palabras del Joker se habían estrellado en su dura coraza de venganza. El payaso hizo un baile ridículo sin dejar de avanzar.
–Tenía que encontrar a la chica adecuada. Brillante, hambrienta y sin las cargas de la moralidad. Una vez que supe tu verdadera identidad, fue fácil convertirla en alguien a quien amarías.
Pero Batman continúo su avance, decidido a ignorarlo. Su coraza estaba reestablecida.
–Una parte hermosa. Inteligente en dos partes. Un pellizco de la madre que habías perdido, un pellizco del niño que nunca llegaste a ser. Vamos, Brucey, ¿no creías que era demasiado perfecta?
–Esta artimaña es patética –al fin se escuchó la voz de Batman y resultó ser un sonido extraño a ese escenario, como si no correspondiera ahí.
–Sé honesto –habló casi cantando el Joker, arrancarle una palabra a Batman era un triunfo y lo sabía – ¿No notaste algunas cosas? ¿Pequeñas cosas?
Batman no quería escucharlo, no había espacio en su cabeza para ningún otro pensamiento que no fuera su bota pisoteando la tráquea del Príncipe Payaso del Crimen.
Ahora que se hallaban más cerca la luz de la luna golpeaba con más fuerza la hoja del hacha emitiendo resplandores más vivos.
–¿Cómo crees que supe dónde ibas a estar en tu luna de miel?
Una imagen cruzó rápidamente por la mente del Caballero de la Noche. Era Elizabeth en el automóvil, ocupada en su celular. Tenía una expresión furtiva que se borró cuando Bruce Wayne se acercó al vehículo.
–Más mentiras –dijo Batman sacudiéndose la imagen de su cabeza.
Siguió caminando, lanzando un grito de furia. El Joker sonrió.
–¿Con quién crees que estaba hablando en la playa?
Otra imagen fugaz se sucede en la cabeza de Bruce. Elizabeth caminando a su encuentro en la playa. Detrás de ella un mesero se aleja. La mente de Bruce lo distorsiona todo, de pronto el mesero es el Joker.
–¡Cállate! –le gritó Batman, tratando de acallar al Joker y a sus propios demonios interiores.
Ahora había algo más en los ojos del cruzado que antes no estaba presente y ese algo era la duda.
–¿No lo entiendes? –el Joker también levantó la voz– Ella nunca fue tuya. Ella siempre fue mía.
Se reía listo para sacar otro truco de su chistera. Una prueba para Batman.
–Te he hecho algo... –dijo imitando la voz de Elizabeth en una nueva puesta de escena cada vez más inquietante y terrorífica.
Flash rápido: Bruce en la suite de hotel durante su luna de miel, escucha a Elizabeth decir las mismas palabras: "...para cuando todo parece estar en su peor momento. Para mostrarte cuánto te amo. Es una sorpresa".
Batman se detuvo. Por fuera mantenía su apariencia inconmovible, pero por dentro sentía que sus piernas eran incapaces de continuar, de moverse. Miró fijamente al Joker y este último vio sus ojos y notó algo más que duda, vio temor. Y rio feliz.
–Nada de esto es cierto –habló Batman, pero sintiendo la boca reseca.
–Ah, de verdad. Mira tu anillo.
Trató de ignorarlo, sin embargo, llevó su mano hasta su cinturón. De donde extrajo su anillo.
–Sorpresa –se burló el comodín.
Batman le dio vuelta al anillo en su mano. Sus ojos abiertos con una sensación de miedo, tan fuerte que lo había paralizado.
El interior del anillo tenía pequeños grabados. Los cuales formaban la cara del Joker.
"No", fue la única expresión que salió de su boca.
–Y te llaman detective –cantó siniestramente su tan largamente odiado antagonista.