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Chapter 7 - MIEDO

Elrick intentaba organizar sus hombres quienes corrían por todos lados. Nadie había estado preparado para ello, puesto que se habían confiado.

El cayado de aquel hechicero desprendía una luz azul brillante con rayos que rodeaban la piedra incrustada en la parte superior que le adornaba.

Sir Jonas Sitt había escuchado de la existencia de reliquias que pertenecían a los antiguos druidas que habitaban las tierras del norte y que otorgaban un poder increíble a quien las poseyera y pudiera manipularlas. Dichos elementos se dividían en cinco categorías; Las piedras de poder; Los manuscritos de creación; los amuletos de posesión; las gemas de protección y los instrumentos de control. Todos ellos con inscripciones en lenguaje rúnico cuya lectura en voz alta era escuchado como el cántico de un conjuro. Dichos elementos habían sido prohibidos durante el proceso de transición y el cambio de fe. Aunque la orden del rey Arthur había sido destruirlos, estos sencillamente no podían serlo, eran indestructibles, por otro lado, terminaban siendo el botín de un coleccionista excéntrico o el trofeo de guerra de un coronel.

Sir Jonas observaba atónito el cayado del hechicero que cabalgaba en búsqueda de sus víctimas, quienes con simples espadas rústicas intentaban protegerse, pero que en vano eran trapazados por destellos incandescentes que atravesaban sus frágiles cuerpos. Parecía una escena infernal, cuando partes de hueso y carne eran desprendidos de sus extremidades en medio de una lluvia de fuego y sangre.

Luego se detuvo, el caballo daba pasos cortos frente a la hoguera que contenía los restos de la bestia. Parecía como si todo hubiera ocurrido en cámara lenta ante los ojos de Elrick y Sir Jonas, quienes lo miraban fijamente para finalmente escuchar como profería unas palabras.

— Tú. Señalando a Elrick .

— Parece que eres quien lidera a este grupo de débiles qué osaron dañar a mi creación.

Su mirada demostraba un rencor profundo en sus ojos.

— Yo, Cedrid Craig, he crecido para deshacerme de aquellos que le temen a lo que no conocen. Aquellos que esconden sus miedos tras la persecución y la muerte.

Su mirada concentraba un fuego interno que se intensificaba más con el reflejo de las llamas de la hoguera mientras sus labios evidenciaban una sonrisa retorcida.

— ¡IMBÉCILES!... Gritó, mientras reía enloquecidamente.

— PRESENCIEN MI PODER ... BASTARDOS.

De su boca empezó a escucharse un murmullo en palabras incomprensibles y sus ojos se tornaron blancos perdiéndose en un cántico pagano. Entre más duro este sonaba en los oídos de los presenten, podía observarse como entre las llamas la antes figura de la bestia comenzaba a moverse nuevamente. La escena apocalíptica dejó sin habla a los presentes, de entre las llamas comenzó a levantarse la bestia.

Elrick no dudó, tomó un arco del piso y apuntó a la bestia disparando rápidamente una flecha en medio de lo que parecían ser sus ojos. La flecha dio en el blanco y una luz brotó del interior del monstruo como si liberara un espíritu de su interior que huyera al cielo, su decisión fue tan acertada y veloz pues no podía dar oportunidad a nada.

Tal era la concentración de Cedrid que despertó de su maldito conjuro debido a su fallido intento de recuperar su creación.

— MALDITA SEA LOS MATARÉ A TODOS. Cedrid giró directo a Elrick quien desenfundo su espada.

Sir Jonas al ver los heridos y los pocos soldados a su alrededor les gritó que se ocultaran. Por su parte Elrick quien se encontraba atento a una embestida notó algo particular, el hechicero parecía un ser translucido cuyas venas podían verse a través de su piel.

La cantidad de energía empleada por el hechicero para recuperar a su creación fue demasiada, él sabía que tenía una oportunidad para regresar y fortalecer a la bestia y que esta acción debía ser rápida puesto que su esbirro se estaba carcomiendo entre las llamas, no obstante había fracasado para suerte de Elrick y su grupo de condenados.

Tomó su caballo y galopó hacia Elrcik, cruzó tan rápido que Elrick sintió la brisa en su cabello y un toque en su pecho. Así desapareció en el bosque su agresor, sin dejar rastro.

Elrick segundos después quedó arrodillado en el piso, con un dolor en su pecho, aún así no le dio importancia, debía atender a los pocos que quedaban de su tropa.