Ahora ambos estaban empapados, por desgracia la lluvia no cesaba de caer y aquel rayo había provocado un apagón dejando varias cuadras a oscuras.
Alice sintió cuando él tomó nuevamente una de sus manos y le dijo.
— Ven.
Él la tomó tan fuerte que prácticamente la jalaba.
— Oiga ... No. ¡Qué le pasa!
Alice simplemente trataba de soltarse, pero no lograba conseguirlo, a decir verdad los rayos y truenos eran tan constantes que silenciaban su voz, asimismo que lograban asustarla.
La sombra de sus cuerpos se proyectaba en la calle húmeda y el vapor de su respiración daba cuenta del frío que sentían.
— Tranquila , no es lo que estas pensando. Afortunadamente mi apartamento queda cerca, sí quieres puedes esperar allí mientras deja de llover.
-— ¿Siii quieres?...
En realidad era difícil comunicarse mientras los truenos sonaban, era como si el cielo estuviera cayéndose a pedazos.
Corrieron unas cuadras en la oscuridad del apagón hasta que llegaron a una pequeña casa, sin soltarla él abrió la reja de la entrada e ingresaron al primer piso de la vivienda, más bien este era como el sótano y aunque este se encontraba oscuro se sentía cálido.
La falta de luz había afectado varias manzanas a su alrededor, la oscuridad era tan profunda que él todavía no la soltaba, se aferró a ella hasta que cruzaron al fondo de la vivienda.
Luego de escuchar la puerta atrás de ella, Alice sintió como esa mano cálida se alejaba, dejándola en oscuridad, en soledad. Su panorama no lucia nada alentador, escuchó a su compañero, su acompañante, o más bien su captor buscar algo, hasta que una luz de una linterna se encendió e iluminó levemente el lugar. Él continuaba buscando algo más en otro espacio de la vivienda, Alice veía como la luz se movía de un lado a otro mientras escuchaba lo ruidoso que era mientras escarbaba por algo. Alice buscó en su bolsillo su celular, alumbró con este el lugar donde se encontraba, al principio vio una mesa, más bien era como un escritorio y en una esquina habían varios papeles esparcidos. Alice caminaba lentamente alumbrando lo que observaba, en una de las paredes habían cuadros con inscripciones extrañas, algunos de ellos poseían escenas trágicas, que incluían héroes medievales y seres fantásticos, estos en sí eran un tanto desagradables para su gusto. Mientras se acercaba a esas imágenes para detallarlas mejor sintió como algo le rosó la pierna, Alice gritó al tiempo que un mullido y unos ojos brillantes le hicieron notar que no estaban solos, del susto dio unos cuantos pasos hacia atrás perdiendo el equilibrio y cayendo en una superficie blanda y suave.
<¡Oh, por Dios! mi corazón no lo resiste más> Murmuró Alice entre sus dientes, al tiempo que tocaba su pecho e intentaba reincorporarse.
Él salió corriendo de donde se encontraba, debido al ruido que se escuchó, además traía consigo una vela en sus manos con la que alumbró la escena.
— Iba a decirte que te pusieras cómoda pero creo que ya lo hiciste. Lo dijo con una sonrisa y tono un tanto burlón y picaresco.
Cuando Alice miró a su alrededor, no era nada más y nada menos que una cama. Efectivamente ella había tropezado con la cama del captor, apretó su mandíbula con fuerza e intento ni siquiera mirarlo, sentía que su comentario había sido perverso y desagradable. Echó un vistazo rápido del lugar y notó que era un aparta estudio pequeño y que ella definitivamente se encontraba en un lugar muy vulnerable, lo que causó que se levantara rápidamente y bajara su cabeza para encontrarse nuevamente con los ojos de aquel gato endemoniado.
— Ya veo... conociste a Frechet. Por lo general es un animal tranquilo... No te preocupes por él ... no te hará nada.
Claro que a Alice lo último que le preocupaba era el condenado gato. Por supuesto que este no le iba a hacer nada. Lo que le preocupaba era el loco que la había tomado de la mano y la había traído a su aparta estudio.
Él acaricio al gato en su cabeza para luego proceder a poner la vela en un candelabro y prender otras cuantas en diferentes espacios de la vivienda.
— Qué forma de llover aquí. De donde vengo la lluvia no es tan extrema.
Alice lo seguía con sus ojos mientras el caminaba en el recinto, veía como su rostro era iluminado por la luz titilante de las velas. Su captor, tenía una facciones definidas, su cabello castaño oscuro, lacio , no tan corto, caía en algunas partes de su cara, tenía un corte interesante puesto que la parte delantera era un poco más larga y aquellos mechones cubrían parcialmente su rostro cuando este se encontraba mirando hacia abajo. Su nariz era recta no tan grande, no tan pequeña y sus cejas eran abundantes, bien pobladas, bien arregladas, parecía sacado de un calendario de esos que Calista tenía es su alcoba.
Ambos se encontraban goteando agua de su cabello y ropa. Alice no sabía qué hacer, solo tocaba las mangas de su buzo mientras apretaba las manos debido al frio que sentía. Ella no había musitado palabra alguna desde que entró en el aparta estudio, excepto por aquel grito ocasionado por aquel maldito gato del demonio que había salido de quien sabe dónde. Luego recordó que ella tenía el celular en sus manos y que este ya no estaba allí.
< No , no, no no no, nooooo > Se dijo a sí misma. < Santo Dios perdí el celular>
Miraba a su alrededor para ver si podía verlo, pero no, era obvio que le tocaría agachase y empezar a buscarlo de rodillas, era muy probable que este hubiera caído cerca a la cama, quizás a un costado o debajo de esta, qué mala suerte, sentía que cada vez la cosa estaba de mal en peor.
En ese instante, él se quito su abrigo y camisa dejando ver un torso escultural, aun así, Alice estaba más pendiente de intentar ver dónde diablos estaría su celular, cuando levantó la cabeza lo vio semidesnudo justamente retirándose el cinturón y los zapatos.
— ¡Oye, espera! No sé qué es lo que usted tenga en mente, pero esto está llegando muy lejos. Gracias por su hospitalidad pero ya es hora de irme.
Alice no supo cómo había logrado decir todo ello tan rápido y sin titubear, ella sencillamente caminó hacia la puerta cuando sintió que algo le cubrió la cabeza.
Era una toalla.
— Espera, primero deberías secarte un poco. No te vayas, está muy oscuro afuera...y con la cantidad de lluvia que sigue cayendo dudo que consigas un taxi.
Mientras, ella tenía su cabeza cubierta, él aprovechó para entrar al baño y retirarse todo lo húmedo, poniéndose solamente el pantalón de una pijama y una toalla rodeando su cuello al tiempo que secaba su cabello.
Alice tomó la toalla y frotó está en su largo cabello ondulado.
Él caminó hacia lo que podría llamarse una cocina y prendió una cafetera en la estufa.
— Sabes, tú y yo estamos en la misma clase de historia del arte. Dijo mientras buscaba algo en su closet.
Sí, eso era cierto, ambos estaban inscritos en la electiva a la que Calista la había casi obligado a entrar. Era claro que la carrera cursada por Alice no necesitaba de ello, puesto que su gusto académico estaba más acorde a las matemáticas y las finanzas. Calista era la que tenía fascinación por conocer gente diferente, en espacios diferentes. No obstante Alice no le vio mucho problema puesto que podía distraer su imaginación un poco.
— Hoy, precisamente hoy nos vimos, soy John Dark y si mal no recuerdo tu nombre es Alice ¿Verdad?
Alice continuaba sin decir nada, eso la estaba poniendo cada vez más incómoda, el hecho de sentir que no había pasado desapercibida como normalmente ocurría era extraño. Ella seguía parada frente a la puerta con la toalla frotando su cabeza.
— Deberías quitarte esa ropa húmeda, mira aquí tengo algo que tal vez podría servirte.
Alice giró, era un buso de sudadera con una capucha.
— Me prestarías tu teléfono . Finalmente se atrevió a hablar y lo hizo con un tono decidido.
— Claro, esta sobre el escritorio, pero sin batería y luz creo que no funciona.
— La verdad es que mi celular esta en algún lugar de este cuarto, se me cayó cuando el gato me asustó.
John la miró y le dijo con un tono irónico, un tanto falso.
— Ah, qué mala suerte, ahora lo buscamos.
Se acercó a ella y casi la arrastró hacia el baño, le puso en sus manos el buso y una pantaloneta, luego cerró la puerta.
Alice miró la ropa, no podía creer que él estaba haciendo con ella lo que le estaba placiendo y lo peor es que ella no estaba ejerciendo ningún tipo de resistencia, estaba haciendo lo que él quería. Se retiró su maleta, debido a la cantidad de agua sus libros y apuntes estaban casi destruidos.
< Oh!, que voy a hacer > Pensó mientras veía lo mojado que estaba su cuaderno. Casi llora de pensar lo que le tocaría hacer para recuperar su contenido.
Procedió a quitarse su bufanda, su chaqueta y su buso que estaba también muy húmedo, luego retiró sus tenis y sus medias que escurrían demasiada agua, retorciéndolos en la bañera para quitar el exceso de agua. Sentía frío pero no quería quitarse el pantalón aunque estaba rígido y helado, asimismo sentía que este estaba casi adherido a su piel, casi no puede sacárselo pero finalmente lo hizo, Alice estaba sencillamente allí, en ropa interior en el baño de un completo desconocido. Tomó aliento y se puso el buso, era grande para su tamaño, le llegaba a media pierna y las mangas alcanzaban a cubrir sus manos. No pudo evitar sentir el olor de esa prenda, casi a cedro, no, más bien a una colonia muy sutil pero con cierto olor a madera, muy masculina. La pantaloneta definitivamente no, no le quedaba, era grande en la cintura y se le caía, eso sí que era un problema, intentó hacer un nudo pero no funcionaba, esta se escurría.
Se quedó un rato en el baño mirando su rostro en el espejo mientras una luz titilante y amarilla la iluminaba.
— ¿Qué voy a hacer? Se preguntaba mientras frotaba su cuerpo frío y cogía algo de calor.
Escuchó detrás de la puerta como él le decía que colgara su ropa en un tubo que había en el baño para que esta escurriera.
Así lo hizo, colgó la prendas pero era imposible que estas se secaran. Volvió a mirar su reflejo, no quería salir, tenía pena, vergüenza, miedo de lo que estaba pasando.
Para estar en una situación complicada ella sentía que descaradamente se estaba fijando mucho más en la textura y olor de las prendas que en lo delicado de lo que estaba pasando.
— Sal, el café está caliente deberías tomar un poco. Escuchó esa voz gruesa y grave a cierta distancia.
Tomó valor, abrió la puerta y lo encontró sentado en la cama con una taza de café en sus manos, la otra estaba en el escritorio junto a una silla rodachina y una manta térmica.
Caminó lento hacia el escritorio con una mano sosteniendo esa pantaloneta, se sentó puso la manta en sus piernas y tomó con ambas manos la taza de café < AHHH> era la gloria sentir ese calor en sus manos junto a ese primer sorbo.
Después de probarlo y haber bebido un poco, abrió sus ojos grandes y sus cejas formaron una arruga en el medio.
< HAAAAY!!!, QUÉ DESCUIDADA HE SIDO> Gritó para sí misma, mientras el pánico se apoderaba de su rostro. <¿y sí él le echó algo? TONTA , TONTA, TONTA > No podía dejar de recriminárselo.
En ese instante, él le dijo como si hubiera leído su mente.
— Ahora sí... No podrás resistirte.
Alice subió su rostro y lo miró a los ojos con cierta rabia. sí hubiera podido con la mirada lo hubiera fulminado al instante.
— Jajajaja. Empezó a reírse atrevidamente, no podía evitarlo, hasta llegó a tocarse el estomago de la risa y mientras intentaba controlarse continuaba diciéndole.
— Jajajaja, deberías verte, pensaste que le había puesto algo ¿verdad?
Continuaba riéndose pero más tranquilamente.
— No puede resistirme, tu rostro tenía una expresión muy graciosa, Jamás había visto algo así. Jajajaja. Simplemente tenía que decirlo.
Alice quería matarlo, nuevamente él se hacia el gracioso, le provocaba lanzarle esa taza en la cabeza, pero, respiró profundo y se contuvo mientras hacía pucheros y apretaba su boca.
Con apenas una sonrisa y entre un tono serio y burlón él continuo.
— Para tu tranquilidad, no , no soy de esos. Ni siquiera algo así se me había ocurrido. Mira qué mente la tuya , tan desconfiada. Pero no te culpo, Eso de entrar en la casa de un desconocido, qué descuidada, qué descuidada.
En ese instante, una luz brillante alumbró el recinto y un estruendo retumbo en sus oídos, ambos se estremecieron y después solo pudo escucharse como la lluvia sonada fuertemente tras la ventana, habían muchos truenos y podían observarse como los rayos caían copiosamente, de seguir así, esa lluvia jamás cesaría.