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Chapter 2 - Pero antes de eso...

Ya por fin puedo a matarme. Ya tengo lista la cuerda, los paquetes de pastillas, la jeringa llena de aire, el veneno para ratas, la tina llena de agua, los somníferos, el tostador y, por si todo esto falla, la escopeta (aunque ojalá no necesite usarla).

Y ya me aseguré de que todo funcionara: hice el nudo como salía en internet, até la cuerda en el barandal del segundo piso y me colgué de ella —obviamente no me puse la soga al cuello, sino que puse mi pie en el nudo y me columpié— durante 20 minutos sin que se rompiera o se le deshicieran los nudos.

Las únicas pastillas que conseguí son de losartán para bajar la presión arterial pero, de acuerdo a lo que investigué en internet, la dosis máxima es de 150 mg, o sea, tres pastillas de 50 mg cada una. Para tener una sobredosis que llegue a ser letal, obviamente necesitaré más que eso, y por ello conseguí 6 cajas con 28 tabletas cada una, o sea 168 tabletas, o sea 8,400 mg, más que suficiente.

También conseguí un paquete de 100 jeringas de 3 ml, y ya revisé las primeras 10 al llenarlas de agua y vaciarlas constantemente. Ahora están llenas de aire y sobre la mesa.

El veneno para ratas es el que me recomendó el dueño de la tienda, y de verdad funciona: lo esparcí en una rebanada de pizza que dejé en el terreno baldío que hay a un lado de mi casa, y al día siguiente me encontré con los cadáveres de tres ratas y dos gatos. Aun así escribí en mi carta de suicidio un pasaje donde me lamentaba de que cinco pobres animales tuvieran que morir solo para asegurarme de la efectividad del veneno.

La tina de agua tiene una capacidad de 110 l, y me aseguré de que no se vaciara al llenarla, marcar el nivel del agua y meterme en ella durante 20 minutos.

Los somníferos son los que actualmente uso para conciliar el sueño, así que funcionan perfectamente, aunque tengo pensado usar una dosis más elevada —2 o quizá 3 o más pastillas— si es que llego a necesitarlas.

El tostador lo acabo de comprar, y lo usé para prepararme pan tostado esta mañana. Aun así tengo mi viejo tostador, mi licuadora, mi sandwichera, mi laptop, mi computadora de escritorio y mi celular como respaldo.

También conecté cada uno de estos aparatos al enchufe del baño, y todos funcionaron y tienen los cables suficientemente largos para caer en la tina.

Y por último usé la escopeta la semana pasada en un campo de tiro. Ahora está cargada, y tengo 20 cartuchos de reserva.

También tengo mi carta de suicidio. Ya la revisé cinco veces. Hasta el momento van 83 páginas en las que me disculpo con prácticamente todas las personas que he conocido por importunarlos con mi existencia, en especial con mi familia, amigos, vecinos, conocidos casuales, compañeros de trabajo, mi jefe, su jefe y cualquier otra persona que tuviera alguna relación conmigo o que la tendría en algún futuro. Aunque quizá 83 páginas de constantes disculpas sea el peor suplicio de todos, así que hice una versión resumida de la carta. Solamente 26 páginas.

Aunque quizá aún son demasiadas.

Debería escribir una versión aún más resumida.

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Ya por fin puedo matarme: escribí una versión de solo 4 páginas. Además, ya la revisé y corregí 5 veces, la imprimí y copié en una USB y en un disco duro externo, y ninguno de estos están corrompido ni tienen ninguna clase de virus ni nada.

La carta de suicidio junto con sus respectivos respaldos están en la mesa, junto con los papeles del arreglo funerario y del nicho que compré.

Ahora solo tengo que subir a la silla, ponerme la soga en el cuello, tomarme las pastillas junto con el veneno para ratas, patear la silla y esperar. Y si eso no me mata solo tengo que meterme en la tina, tomarme los somníferos y tirar la tostadora en la tina. Y si eso no funciona solo tengo que volarme los sesos con la escopeta.

Ok, entonces procederé con la primera opción. Pero si pateo la silla, esta hará mucho ruido, y quizá el vecino o alguien lo escuche y, como yo nunca hago ningún ruido, venga para saber lo que está pasando y, al verme colgando de los barandales de la escalera, me rescate y me lleve al hospital, y si me lleva al hospital, entonces los doctores sabrán que intenté suicidarme y me ingresen a un hospital psiquiátrico, donde no voy a tener una oportunidad de suicidarme tan buena como esta.

No, no, no, necesito algo que me ayude a subir y que pueda patear sin que haga ningún ruido.

Puedo usar almohadas, aunque no creo que me den altura.

O puedo cubrir la silla con algo para que no haga ruido. Quizá sábanas o cobertores.

Y eso es lo que hago.

Entonces subo a la silla.

Listo, ahora tengo que atarme la cuerda en el cuello y patear la silla y…

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Tengo el estómago vacío, y no quisiera lidiar con la muerte mientras el estómago me gruñe.

Entonces ¿por qué no voy a almorzar por última vez? No hay ninguna diferencia si muero con el estómago lleno de chilaquiles o no, aunque los chilaquiles suelen darme gastritis, o mínimo reflujo, pero ya voy a morir, así que las consecuencias de mi última comida no parecen tan importantes.

Ok, entonces iré por chilaquiles.

Suelto la cuerda, bajo de la silla y me preparo para ir por mis chilaquiles. Apenas y me los termine, regresaré a casa, me lavaré los dientes y me mataré.

Pero antes de eso podría ir con el vecino y decirle que no ponga su música tan fuerte a tan altas horas de la mañana. Si no lo había hecho era para evitar conflictos con alguien que sabe dónde vivo y con quien me topo a diario, pero ahora que voy a morir ya no tengo que preocuparme por eso. Además, cuando muera, otro inquilino va a ocupar mi lugar, y va a tener este mismo problema.

Entonces está decidido: voy a ir con el vecino para decirle que no ponga su música tan fuerte, voy a ir por mis chilaquiles, y después me voy a matar.

Pero antes de eso podría terminar con otros asuntos pendientes, como pasar al trabajo y despedirme personalmente de mis compañeros de trabajo y de mi jefe. O mejor: debería renunciar y decirles a todos lo que me he guardado por tantos años: que los odio porque hicieron cada día de mi vida un suplicio, que si prefieren quedarse en la oficina todo el día y gritarme y humillarme es porque temen regresar a casa y que su esposa y sus hijos les griten y humillen como siempre lo hacen, y que si no se los había dicho antes era para evitar que me despidieran, pero como ya que voy a morir preocuparme por un empleo me parece absurdo.

Muy bien: voy a ir con el vecino para decirle que no ponga su música tan fuerte, voy a ir al trabajo para renunciar y decirles a todos cuánto los odio y qué tan patéticos me parecen, voy a ir por mis chilaquiles y, por último, me voy a matar.

Pero antes de eso podría disfrutar un poco de mi tiempo libre; apenas salí de la carrera conseguí ese empleo, y he estado en él durante los último 15 años. Podría simplemente despertarme tarde e ir al cine o a un museo, o quizá viajar a algún lugar; podría visitar Europa o ir de excursión o hasta saltar de paracaídas; digo, ¿qué es lo peor que me puede pasar? ¿Morirme?

Y también podría invertir en esa tienda de figuras y cómics que ideé con mi amigo Víctor. Lo más seguro es que fracase después de un algunos años, pero ya me voy a morir, así que, ¿por qué no? No es como que me vaya a llevar ese dinero al infierno.

Y también podría inscribirme en clases de actuación. O de piano. O de cocina. E invitar a Sally a salir. Quizá me diga que no, pero ya voy a morir, y si me dice que sí, entonces todo habrá valido la pena. Quizá podríamos casarnos y envejecer juntos.

Y ya después podría ir por mis chilaquiles y matarme.

Ok, entonces voy a ir con el vecino para decirle que no ponga su música tan fuerte, voy a ir al trabajo para renunciar y decirles a todos cuánto los odio y qué tan patéticos me parecen, voy a disfrutar de mi tiempo libre, voy a disfrutar de mi vida, voy a ir por mis chilaquiles y después me voy a matar.

Pero antes de eso…