Chapter 4 - I

[CALIFICACIONES.jpg en el primer comentario]

El padre de Jorgito le dio a él unas palmadas en la espalda, lo sujetó del hombro y lo acercó a su lado con fuerza.

—¡Muy bien, m'hijo! ¡Así me gusta: puro 9 y 10!

—Es que tiene mucha capacidad —dijo la madre.

—¿Cómo no? Si salió igual que su padre. Todo un cerebrito. O ¿apoco no, miss?

Miss Vero estaba frente a ellos. Sonreía forzadamente.

—Sí, la verdad fue un muy buen alumno, muy bien portado y todo. Pero, insisto, tiene muchos problemas a la hora de expresarse. Necesita la ayuda de sus pa—

—Es que Jorgito es así —la interrumpió la madre—. Muy serio.

—Y aparte esas materias ni importan —espetó el padre—. Pero miss Vero tiene razón. M'hijo —el padre bajó la mirada hacia Jorgito y lo apretó del hombro—. Échale ganas también en esas; te bajan el promedio.

Jorgito asintió con la cabeza y no dijo nada (¿Qué había que decir?)

—No, pero sí es importante que lo apoyen en esto —insistió miss Vero—, porque —miss Vero continuó hablando, pero ya nadie la escuchaba.

—¡¿Dónde está mi cerebrito?! —exclamó alguien que poco a poco se abrió paso hacia el salón. Sí, era la tía Esther. Ella, en cuanto vio a Jorgito, se acercó a él y le plantó un beso en la mejilla que se le quedaría marcado hasta el día siguiente—. ¡Ay, mi amor, felicidades! ¡Y qué galán! ¿Para cuándo la novia? Mi amor —ella le pellizco la mejilla y se dirigió al padre—. Y ¿cómo le fue?

—Pues ¿cómo le iba a ir? —el padre le entregó la boleta de calificaciones. La tía Esther la revisó a conciencia.

—¡No, pues qué bárbaro! —la tía Esther se volvió hacia Jorgito y levantó las cejas—. Nomás que hay unos ochos en inglés. No creas que no los vi, eh —ella posó su mano sobre la cabeza de Jorgito y le revolvió los cabellos; después se volvió hacia miss Vero. Ahora portaba una expresión seria y ligeramente molesta—. Y esto de educación socioemocional ¿qué? ¿Apoco le califican esto?

—Sí, es lo que les estaba diciendo a los padres de Jorgito —respondió Miss Vero—. Hola. Miss Vero. Mucho gusto —Miss Vero le extendió la mano a la tía Esther, y ella la tomó con falsa cortesía—. Es que Jorgito tiene muchos problemas para expresarse y—

—Él nomás es callado —la interrumpió la tía Esther—. Y ¿para qué queremos a un periquito? ¿O a un desmadroso? No. Él está bien, es un buen niño, y es buenísimo con las matemáticas y eso. Déjenlo así.

—Tiene mucha capacidad —repitió la madre.

—Sí, pero aun así es importante que se exprese—insistió miss Vero—, que se sienta escuchado, que—

—A nosotros nunca nos anduvieron fregando con eso, y mire —la tía Esther la interrumpió de nuevo—: salimos bien, salimos bien.

El padre soltó a Jorgito y le dio unas palmadas en la espalda.

—Ándele. Váyase a jugar.

Jorgito asintió con la cabeza y se fue. A su alrededor había adultos que nunca había visto en su vida y compañeros de clase con los que nunca había hablado. Como siempre, los ignoró y siguió caminando hasta encontrarse con Rodrigo, su único amigo. Él estaba rodeado de un grupo de compañeros.

Jorgito se les acercó. Ellos hablaban de Dragon Ball Z, una caricatura que todos, incluyendo a Jorgito, veían religiosamente.

Rodrigo era quien tenía la palabra en esos momentos.

—Pero lo más chido fue cuando Goku ayuda a Freezer y se va, pero Freezer se enoja y le lanza un poder, y Goku se voltea y le dice:

—¡ESTÚPIDO! —gritaron todos menos Jorgito (él no sabía que todos iban a gritar esa palabra al mismo tiempo. Además, gritar groserías en un salón lleno de padres y maestros no parecía buena idea.)

—Sí —Rodrigo continuó—. Y le lanza un poder a Freezer, y Freezer se queda así de "¡AAHH!" y se muere.

—No, no se muere —lo corrigió Memo—. Luego regresa así con partes de robot, pero llega un chavo del futuro, y se hace Super Sayayin y lo mata.

—Ay, claro que no —lo corrigió Pepe—. Siempre se regresan hasta Raditz.

—No, sí, me lo contó un primo —insistió Memo—. Me dijo que eso sale en Japón, que ahí Goku se transforma hasta Super Sayayin 3.

—Eso no pasa —dijo Rodrigo, y a partir de ahí, todos comenzaron a hablar menos Jorgito (interrumpir a los demás es de mala educación, y todos estaban hablando al mismo tiempo. Además, él nunca había hablado con ellos) Así que Jorgito, como siempre, se limitó a escuchar lo que decían.

—¡Jorgito, vámonos! —exclamó su padre, y Jorgito fue con él. Él lo recibió con unas palmadas en el hombro—. Vente, vamos a celebrar al McDonald's.

Y ellos, junto con la madre y la tía Esther, salieron del salón y se dirigieron al auto.

Jorgito se sentó en el asiento de atrás, y el auto arrancó. Jorgito observó por la ventana los automóviles que pasaban por las calles a las que Jorgito ya estaba tan acostumbrado. Y sonrió. A diferencia de los pocos compañeros cuyas calificaciones superaban las suyas, él no se había esforzado ni un poco, y aun así recibía constantes elogios de sus demandantes padres y de todas las personas a su alrededor.

La vida era buena.

Y fácil.