Mi madre me explicó que el Duque, dichoso y atractivo Duque Albert, se había adelantado a toda situación. Al parecer, sabía que mi padre no dejaría que ese hombre se casara conmigo, no cuando nos encontró en tan comprometedora situación, pero no tuvo opción.
El tal Duque hizo la solicitud ante el Rey Erik a primera hora de la mañana y lo logró. Pidió mi mano en matrimonio, y el Rey sin dudarlo lo aceptó. No sé qué artilugios o sobornos presentó ante el Rey, pero solo unas cuantas horas pasaron para que mi destino jugara conmigo de nuevo.
¿No debería yo estar de acuerdo con todo esto? Fue un error, solo un error, un pequeño sorbo y todo mi mundo volvió a estancarse en problemas con otro hombre.
¿Por qué no fue un simple mesero, o algún otro cliente sin tanta reputación como ese Duque? No era necesario que tomara responsabilidad, no tenía por qué, después de todo fue un accidente, un muy satisfactorio accidente y nada más.
Ahora no tengo otra opción.
"Edén," ese hombre me pidió acompañarlo a caminar por el jardín para hablar a solas. ¿Qué podía hablar conmigo? No tenía ningún sentido. "¿Puedo llamarte así, Edén?"
No, quería decirle que no, pero esos ojos de peluche me estaban haciendo temblar. Mi mano sudaba y mis piernas parecían gelatina. Aún no podía dejar de pensar en las pocas imágenes que rescaté del día anterior. El joven educado y gentil que caminaba a mi lado se había vuelto una fiera ese día. Aún lo podía sentir dentro de mí. Esto no está bien…
Incluso con ese traje y corbata, podía imaginar su cuerpo. Para ser un noble, estaba en muy buena condición.
'No, no, deja de pensar en eso.'
Asentí y miré en otra dirección, tratando de pensar en cosas más inocentes. Tal vez, las flores, las ramas, los árboles del jardín o el número pi y sus tantos dígitos. Sin embargo, este hombre no me estaba haciendo la tarea fácil.
"Edén," tomó mi mano suavemente y no tuve opción más que mirarlo a los ojos. Esa voz gruesa que trataba de seducirme me impedía concentrarme. "Edén… ese día, todo fue muy abrupto. Yo no podía parar, la droga en la botella era muy potente y..." me miró con ojos que estallaban de deseo. "Tú eres demasiado encantadora."
Todo es su culpa, no hay excusa, si no fuera tan atractivo como un dios griego, no habría mujeres por ahí queriéndolo drogar y seducir.
Pobre de mí, me quedé con ganas de continuar. La droga seguramente sigue ahí, dentro de mí, tal vez se adueñó de mi cordura y la volvió deseo. Si tan solo no fuera tan atractivo. Si tan solo esos ojos fueran un poco más fríos.
"Me aseguraré que nunca vuelva a pasar."
"¿Qué?"
¿Está diciéndome que no quiere dormir conmigo de nuevo? No recuerdo haber estado tan mal, aunque fuera mi primera vez, mi voz excitada ese día era a mi parecer una explosión de seducción. Lo dejé continuar hasta que cada gota de él me llenó. Incluso su voz satisfecha la recuerdo como un eco.
No puede decir que no le gustó. Si no tenemos otra opción que casarnos, ¿por qué no disfrutar la unión mientras el deseo siga ardiendo? Después que la llama se apague, al menos nos separaremos estando satisfechos.
"No dejaré que te hagan daño…" él rió y me dejó ver sus bellos hoyuelos. Creo que mi descarada desesperación se hizo evidente. Sus dedos estaban acariciando mi mano y él seguía riéndose.
Este hombre me está seduciendo de nuevo. No importa, lo dejó cautivarme, ya que vamos a ser pareja por algún tiempo, no está mal probarlo de nuevo, ¿verdad?
"Duque…"
"Albert, llámame Albert, Edén. No tienes que..."
Tomé su cuello y lo besé. Su expresión sorprendida era interesante.
"Venganza," le murmuré, "es tu castigo por burl…"
Tomó mis labios de nuevo sin dejarme terminar mi frase. Pensé en empujarlo, sin embargo, esos bellos labios no dejaban de llamarme. Él profundizó el beso, me hundió su lengua en mi boca y sus brazos me empujaban hacia él. Sentía mi pecho tocar su pecho y sus manos bajar hasta estrujar mi trasero.
Tal vez era mi intención, tal vez era mi juego.
Sabía que mi padre había pedido a los empleados que me vigilaran, más bien, que vigilaran al Duque sobre cualquier impertinencia. Sin embargo, cómo iban a lograrlo cuando yo estaba guiando al Duque hacia un lugar donde no había cámaras, donde no había gente, y donde podía tomar ventaja de este delicioso manjar.
Al menos ahora estoy consciente y lo recuerdo todo. No puedo dejar que esas memorias huyan de mí. Son preciosas. Este hombre es impresionante y atractivo, y a pesar de que sé que nunca lo amaré, me puedo divertir por un tiempo. Solo hasta que nos cansemos y nos hayamos agotado el uno del otro. Solo hasta que el pequeño interés que nubla nuestra vista se difumine.
Su mano ya estaba dentro de mi vestido acariciando entre mis piernas.
"Edén…" me susurró cuando su mano se deslizó dentro mi blusa. "Te quiero… ahora…"
"Yo también…" le devolví el susurro mientras él me llenaba con sus dedos.
Tal vez esto había sido fácil, tal vez me había dejado llevar por esos instintos y el placer del momento. Pero no me importó. Toda una vida me contuve a solo un hombre que nunca me amó, por qué hacerlo de nuevo, no tenía sentido.
"Debemos… debemos irnos… ¡Ah!"
El movimiento de sus dedos casi me tira al suelo, pero él me tomó de la cadera.
"Edén… vámonos… quiero estar contigo..."
Yo también estaba muriéndome por continuar lo del día anterior. "Okay…"
Asentí tan rápido como pude, y el río. No podíamos estar en la mansión con mis padres o se darían cuenta, pero mi padre nunca me dejaría ir sola con él.
Caminamos tomados de las manos, sólo después de que pude calmarme, solo después de que el bulto en sus pantalones se relajara.
"Edén," mi madre estaba en el jardín y nos miró con una extraña expresión. Primero a nuestras manos entrelazadas y luego a mis labios enrojecidos y un poco hinchados. Después ella sonrió. "Duque, tal vez quiera quedarse a cenar."
"Esperaba que Edén me acompañara a cenar a mi mansión, para poder hablar con ella por más tiempo."
Mi mamá sonrió. "No es mucho tiempo el que falta para que nuestra pequeña Edén asista a la universidad, espero entienda a estos viejos padres que quieren disfrutar la compañía de nuestra hija por más tiempo, Duque."
Mi madre lo sabía.
"En ese caso, me encantaría quedarme a cenar con ustedes, si no es ninguna molestia."
"Claro que no, sería estupendo tenerlo con nosotros."
La batalla de sonrisas modestas me asustaba.