La cena estuvo deliciosa, nunca había sentido tanta dicha al saborear la comida de mis queridos chefs. Los ángeles y a la vez demonios de esta mansión. ¿Cómo no lo iban a ser cuando con sus propias manos creaban semejantes manjares que sólo llamaban a la tentación?
Sin embargo, el placer de esta cena no solo estaba en los platillos suculentos que tanto me deleitaban, sino en este hermoso hombre a mi lado. Lo sentía, sus ojos no dejaban de rogarme que le prestaran atención y me pedían que le regresara la mirada y le sonriera por un segundo, pero no podía, más bien, no quería.
Era un deleite jugar un poco con su corazón y distraerlo cuando intentaba decirme algo, pero sus palabras solo quedaban en el viento, sin respuesta.
"Edén…" lo volvió a intentar.
"Mamá, es increíble este platillo. Debemos decirle a Patrick que lo prepare más seguido."
Mi madre se reía, mi padre solo miraba hacia otro lado con ojos llenos de satisfacción por mi fiel actuación de ignorar al Duque. Mi hermano seguía mandando señales de amenaza al hombre con sus finos ojos. Mi tía no dejaba de hundir la mirada en el plato, pero sabía que estaba enojada, o más bien celosa. Vanesa, en cambio, seguía al Duque con ojos llenos de deseo.
Muy pronto la cena terminó, y nuestro fiel mayordomo, Iván, condujo al Duque a su habitación. Una preciosa suite alejada de mi recámara. Casi al otro lado de la mansión.
Solo sonreí por el infantil juego de mi papá.
"Buenas noches, Lina," me terminé de vestir con un fino camisón de satín azul para ir a dormir. Solo eso, nada más.
Lina me miró con extrañeza, pero no dijo nada. No la culpo, es la primera vez que había sacado esta delicadeza para dormir, pero no era nada extraño, ya que era verano y el clima era caluroso, aunque la verdadera razón era que había un hombre escondido en mi balcón.
Me había observado cuando me desvestí sin temor frente al espejo, después cuando deslice el vestido y me subí a la cama, aguardando.
Después de unos segundos, yo seguía dentro de las sábanas con mi respiración tranquila y sumisa. El hombre ya había abierto la puerta y se acercaba paso a paso. Sin miedo o sigilo.
"Edén," susurró a mis oídos y no pude más que morder mi labio mientras abría mis ojos. "Edén…"
Tomó la sábana y me descubrió lentamente, su mirada no era más que un volcán de deseo que no podía más que estallar.
"Duque…" susurré y él me miró con una pequeña sonrisa. "Sabes que nos van a descubrir."
"Lo sé."
"Entonces ¿qué haces aquí?"
"Tú me estabas esperando, mi querida Edén, no podía defraudar tan deliciosa proposición."
Me reí, "yo no te pedí que vinieras, qué descarado."
"Si lo hiciste, querida, tus ojos me decían que deseaban que viniera, que saltara y escapara las garras del encierro y la distancia y viniera a salvarte."
"Mi tierno y noble caballero, ¿por qué deberías salvarme cuando estoy en mi propia casa? Si acaso, tú eres quién promete una amenaza, tus ojos me dicen que me quieren devorar."
"No, mi amada Edén, sí te estoy salvando, del despreciable sentimiento de un deseo insatisfecho, déjame salvarte, Edén…" sus dedos ya estaban levantando mi pijama, y sus labios ya estaban llegando a mis labios, "déjame querete."
No le dije que no, no tenía por qué decirle que no. Su petición había sido tan suave, y dulce.
Mi corazón saltó en ese momento, parecía querer escaparse y alojarse en sus manos. No podía dejar que eso pasara. Moví mi cuerpo rápidamente y lo empujé a la cama. De esa manera, habría un momento de distracción para controlar mis latidos.
Yo solo quería pensar en lo mundano, lo pasajero, un placer sin necesidad de sentimientos. Solo quería jugar, pero este hombre… ¿Qué es lo que buscaba?.
"¿Edén?"
Me miró cuando me senté sobre él, aún seguía abrumada. Tenía miedo.
Me quité el vestido y lo dejé verme. Observar cada detalle de mi piel y él no desvió la mirada, parecía paralizado, parecía sorprendido y parecía feliz. Se sentó y me empujó a sus labios. Mis brazos ya estaban alrededor de sus hombros y sus manos ya estaban en mi cintura y deslizándose hacia abajo, frotándome contra su cuerpo.
Pronto el deseo de la noche anterior escapó de nuestros cuerpos, y él se hundió en mí y yo me abrí a él. Mis manos en su espalda, sus labios en mi pecho. Los dos éramos ahora un misterio de sudor, piel y besos.
"Edén…" me repetía cada vez que yo ya no entendía más mis gemidos, mis ojos estaban llenos de lágrimas y mi boca había olvidado controlar mi voz.
Solo con ayuda de él y sus labios cubriendo mis gritos logramos pasar la noche envueltos en nosotros. Nosotros. Esa palabra, no sabía si existiría en un futuro, pero no tenía ninguna esperanza. Sin embargo, no podía dejar de admitir que en ese momento lo deseaba. Codiciaba un nosotros, él y yo. Era extraño, yo no lo conocía, él no me conocía, pero los dos sentíamos tanto placer en dejarnos llevar.
"Edén…"
Me susurró de nuevo y no recuerdo más. Solo sé que no me dejó ir, no quiso dejarme ir, y yo… no tenía opción más que ser atrapada.
***
"Edén… amor, debes despertar," la voz no era de Lina, aún era temprano, pero la voz no era de Lina.
"Aún no…"
Sentía unas manos navegar mi cuerpo. ¿Qué extraño?
"Edén… ah…"
Esa voz parecía disfrutar algo, y yo sentía algo entre mis piernas. Después, no había más que hablar, ese hombre se sumió en mí de nuevo.
"Edén…"
"Mmmm…"
"Edén…"
Esa mañana lo vi de nuevo, me besaba mientras seguía moviéndose hasta que tuve que morder las sábanas para no gritar. Incluso cuando Lina tocó la puerta tuve que controlar mis gemidos para decirle que me levantaría sola hoy.
"Me tengo que ir, Edén."
"Lo sé."
"Quiero volver a verte."
"Lo sé."
"Mañana vendré por ti, iremos a algún lado."
Me reí. Este hombre parecía desesperado por mis respuestas.
"Okay."
Me dio un pequeño beso en la frente y se escabulló en el balcón. Solo suspiré porque no podía pararme. Estaba derrotada.