"¡Ah, los generales! Muchos, pero no buenos para mucho".
-Aristófanes.
El hombre se quitó su sombrero y se pasó su mano por el cabello mostrando un poco de estrés, y nuevamente se puso su sombrero.
-General von Einem, lo creía muerto- le decía con una sonrisa- ¿estresado?
-Lo disfrutas, ¿verdad?- me preguntó con una sonrisa nerviosa, a lo que yo solo sonreí.
-General, ¿se encuentra bien?- preguntó respetuosamente Adalia.
-Dígame, Teniente. ¿Quién le dio la información de este chico?- preguntó molesto el general.
-Mi informante recibió la información de una persona con información valiosa que vivía en una mansión alejada de ciudad Capital- respondió un poco nerviosa.
-Acabamos de cavar una tumba al raptar a este chico- se dijo a sí mismo el general sin que nadie lo escuchara- Bueno, es irremediable. Buen trabajo, teniente. Yo me encargaré de él, que estos dos soldados le ayuden a limpiar el tren.
-Señor, con todo respeto, no es seguro que vaya sin protección con este par- dijo Adalia.
-Está bien, acompañenos- le dijo.
Después de eso, comenzamos a caminar lentamente por la base hacia un punto que para mí era completamente desconocido, simplemente iba caminando junto al general von Einem, con Leyna a mí costa y Adalia a espaldas de su superior.
-Parece que la están pasando mal, Herman- decía mientras observaba la base- Están escasos de recursos, aunque escogieron una buena posición para ubicar el lugar.
Podía sentir que Adalia me analizaba a mis espaldas, tal vez le resultaba curioso cómo hablaba tranquilamente con su general, a la que ella llevaba mucho tiempo de conocer y no había podido tener una charla normal con él.
-Esto era una base abandonada cuando llegamos, supongo que fue dejada al final de la guerra. Los pocos edificios que ves fueron acondicionados para otros usos, unos los usamos como almacenes y otros dormitorios y comedores donde viven las familias que huyen del régimen del emperador- decía el general con orgullo y admiración a su base- No tenemos muchos recursos, pero hay los suficientes para armar y alimentar a todos los soldados.
-Así que en estos años todo esto hiciste.... Un gran logro lo que has conseguido, aunque aún te falta mucho para que te tomen enserio.
-Creo que conseguí lo suficiente- decía con una sonrisa- Y cambiando de tema, ¿no me vas a decir quién es la hermosa señorita que te acompaña?
-¡Oh! Claro. Herman, ella es Leyna, fue asignada como mi escolta personal poco tiempo después de que te fuiste.
-Qué extraño, y son de la misma edad- dijo.
-No tenemos la misma edad, ella es mayor que yo por varios años. Tuve suerte de que me asignaran a Leyna, tal vez me verías igual que antes.
-Sí cambiaste mucho desde la última vez que te vi, ahora te ves más alegre.
....
-¡¿Ayudarte?!- dije con mucha sorpresa.
Después de haber caminado por algunos minutos, llegamos a una casa de campaña rectangular color verde que se encontraba en medio de la base, donde estuve charlando por un par de horas con Herman sentado en dos cómodos sofás que se encontraban en medio de la habitación. Mientras, Leyna estaba parada firmemente a un lado mío cumpliendo la función de ser guardaespaldas, al igual que Adalia a su general y dos soldados armados que cuidaban la entrada interior de la puerta.
Al llegar deduje que este lugar hacía de oficina para Herman, ya que además de los cómodos sillones donde estábamos sentados, había un escritorio de madera y una silla al fondo de la tienda de campaña con algunos cuadernos encima de este.
-Claro, tú creciste leyendo libros y diarios de los mejores estrategas que el Imperio ha forjado, o que el mundo haya visto. Conoces las tácticas, planes y protocolos del Ejército Imperial.
-Pero tú también las conoces- le decía seriamente- Tu eres mejor que yo.
-No digas tonterías. Gracias a ti tuvieron que mejorar las simulaciones de batalla, las inteligencias artificiales de los simuladores no podían vencerte- dijo el hombre maravillado por las hazañas de Emile.
-Todos podían hacerlo, aprenderte los pasos que seguían las inteligencias era sencillo y los podías usar en su contra...… Además, me pides que me enfrente al mismo emperador, el no tendría piedad contra mí- dije desilusionado.
-¡¿En verdad le temes al emperador?!- dijo Adalia, enojada de escuchar cómo estaba en un estado de sumisión.
-¡Adalia!- dijo Herman al ver la falta de respeto de la teniente de meterse en una plática ajena.
-¡Discúlpeme, general!¡Pero al escuchar lo que dice de este chico, no es posible que le tenga tanto miedo a un hombre que se la pasa sentado en un escritorio y no sea capaz de hacer algo sin ayuda de sus soldados!
-Tu deberías tenerle miedo- decía Emile con una seriedad poco habitual, con la cabeza agachada, como si estuviera recordando algo. Adalia lo veía un poco asustada, el alegre chico que acababa de conocer cambió completamente, y veía cómo su general tenía la mirada baja-¿Has escuchado de lo que es capaz ese tirano?
-Todos hemos escuchado sus historias de guerra y cómo se convirtió en el líder del país- dijo Adalia con mucha seguridad.
-¿Pero sabes cómo al tener mi edad consiguió matar a varios generales?.... Eso muy pocas personas lo saben.