¡Oh Simón Mago! Oh mfseros secuaces que las cosas de Dios, que de los buenos esposas deben ser, como rapaces1
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por el oro y la plata adulteráis! sonar debe la trompa por vosotros, puesto que estáis en la tercera bolsa.
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Ya estábamos en la siguiente tumba, subidos en la parte del escolloque cae justo en el medio de aquel foso.
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¡Suma sabiduría! ¡Qué arte muestrasen el cielo, en la tierra y el mal mundo, cuán justamente tu virtud repartes!
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Yo vi, por las orillas y en el fondo, llena la piedra livida de hoyos, todos redondos y de igual tamaño.
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No los vi menos amplios ni mayores que esos que hay en mi bello San Juan,
17y son el sitio para los bautismos;18
uno de los que no hace aún mucho tiempo yo rompí porque en él uno se ahogaba:sea esto seña que a todos convenza.
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A todos les salían por la bocade un pecador los pies, y de las piernas hasta el muslo, y el resto estaba dentro.
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Ambas plantas a todos les ardían;y tan fuerte agitaban las coyundas,que habrían destrozado soga y cuerdas.
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Cual suele el llamear en cosas grasas moverse por la extrema superficie, así era allí del talón a la punta.
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«Quién es, maestro, aquel que se enfurece pataleando más que sus consortes-dije- y a quien más roja llama quema?»
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Y él me dijo: «Si quieres que te lleve allí por la pendiente que desciende,él te hablará de sí y de sus pecados.»
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Y yo: «Lo que tú quieras será bueno, eres tú mi señor y no me apartode tu querer: y lo que callo sabes.»
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Caminábamos pues el cuarto margen:volvimos y bajamos a la izquierda al fondo estrecho y agujereado.
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Entonces el maestro de su ladono me apartó, hasta vernos junto al hoyo de aquel que se dolía con las zancas.
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«Oh tú que tienes lo de arriba abajo, alma triste clavada cual madero,-le dije yo-, contéstame si puedes.»
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Yo estaba como el fraile que confiesa al pérfido asesino, que, ya hincado, por retrasar su muerte le reclama.
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Y él me gritó: «¿Ya estás aquí plantado?,¿ya estás aquí plantado, Bonifacio? En pocos años me mintió lo escrito.
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¿Ya te cansaste de aquellas riquezas por las que hacer engaño no temiste, y atormentar después a tu Señora?»
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Me quedé como aquellos que se encuentran, por no entender lo que alguien les responde, confundidos, y contestar no saben.
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Dijo entonces Virgilio: «Dile pronto:No soy aquel, no soy aquel que piensas.» Yo respondí como me fue indicado.
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Torció los pies entonces el espíritu, luego gimiendo y con voces llorosas,me dijo: «¿Entonces, para qué me buscas?
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si te interesa tanto el conocerme, que has recorrido así toda la roca,sabe que fui investido del gran manto,
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y en verdad fui retoño de la Osa,
y tan ansioso de engordar oseznos,que allí el caudal, aquí yo, me he embolsado.
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Y bajo mi cabeza están los otros que a mí, por simonía, precedieron,y que lo estrecho de la piedra aplasta.
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Allí habré yo de hundirme también cuando venga aquel que creía que tú fueses,al hacerte la súbita pregunta.
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Pero mis pies se abrasan ya más tiempo y más estoy yo puesto boca abajo,del que estarán plantados sus pies rojos,
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pues vendrá luego de él, aún más manchado, desde el poniente, un pastor sin entrañas,tal que conviene que a los dos recubra.
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Nuevo Jasón será, como nos muestra MACABEOS, y como a aquel fue blando su rey, así ha de hacer quien Francia rige.»
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No sé si fui yo loco en demasía,pues que le respondí con tales versos:«Ah, dime ahora, qué tesoros quiso
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Nuestro Señor antes de que a San Pedro le pusiese las llaves a su cargo? Únicamente dijo: Ven conmigo;
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ni Pedro ni los otros de Matías oro ni plata, cuando sortearonel puesto que perdió el alma traidora.
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Quédate ahí, que estás bien castigado, y guarda las riquezas mal cogidas,que atrevido te hicieron contra Carlos.
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Y si no fuera porque me lo veda el respeto a las llaves soberanas que fueron tuyas en la alegre vida,
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usaría palabras aún más duras;porque vuestra avaricia daña al mundo, hundiendo al bueno y ensalzando al malo.
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Pastores, os citó el evangelista,cuando aquella que asienta sobre el agua
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él vio prostituida con los reyes:
aquella que nació con siete testas,108y tuvo autoridad con sus diez cuernos,mientras que su virtud plació al marido.
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Os habéis hecho un Dios de oro y de plata:y qué os separa ya de los idólatras,sino que a ciento honráis y ellos a uno?
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Constantino, ¡de cuánto mal fue madre, no que te convirtieses, mas la doteque por ti enriqueció al primer patriarca!»
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Y mientras yo cantaba tales notas, mordido por la ira o la conciencia, con fuerza las dos piernas sacudía.
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Yo creo que a mi guía le gustaba,pues con rostro contento había escuchado mis palabras sinceramente dichas.
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Entonces me cogió con los dos brazos; y luego de subirme hasta su pecho, volvió a ascender la senda que bajamos.
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No se cansó llevándome agarrado, hasta ponerme en la cima del puenteque del cuarto hasta el quinto margen cruza.
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Con suavidad aquí dejó la carga, suave, en el escollo áspero y pino que a las cabras sería mala trocha.
132Desde ese sitio descubrí otro valle.