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Chapter 18 - INFIERNO CANTO XVI

Ya estaba donde el resonar se oía

del agua que caía al otro círculo,

como el que hace la abeja en la colmena;

cuando tres sombras juntas se salieron,3

corriendo, de una turba que pasaba bajo la lluvia de la áspera pena.

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Hacia nosotros gritando venían:«Detente quien parece por el traje ser uno de la patria depravada.»

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¡Ah, cuántas llagas vi en aquellos miembros, viejas y nuevas, de la llama ardidas!me siento aún dolorido al recordarlo.

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A sus gritos mi guía se detuvo;volvió el rostro hacia mí, y me dijo: « Espera, pues hay que ser cortés con esta gente.

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Y si no fuese por el crudo fuego que este sitio asaetea, te diríaque te apresures tú mejor que ellos.»

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Ellos, al detenernos, reemprendieronsu antiguo verso; y cuando ya llegaron, hacen un corro de sí aquellos tres,

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cual desnudos y untados campeones, acechando a su presa y su ventaja, antes de que se enzarcen entre ellos;

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y con la cara vuelta, cada unome miraba de modo que al contrario iba el cuello del pie continuamente.

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«Si el horror de este suelo movedizo vuelve nuestras plegarias despreciables-uno empezó- y la faz negra y quemada,

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nuestra fama a tu ánimo supliqueque nos digas quién eres, que los vivos pies tan seguro en el infierno arrastras.

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Éste, de quien me ves pisar las huellas, aunque desnudo y sin pellejo vaya,fue de un grado mayor de lo que piensas,

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pues nieto fue de la bella Gualdrada;se llamó Guido Guerra, y en su vidamucho obró con su espada y con su juicio.

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El otro, que tras mí la arena pisa,es Tegghiaio Aldobrandi, cuya voz

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en el mundo debiera agradecerse;

y yo, que en el suplicio voy con ellos,42Jacopo Rusticucci; y fiera esposa44más que otra cosa alguna me condena.»45

Si hubiera estado a cubierto del fuego, me hubiera ido detrás de ellos al punto, y no creo que al guía le importase;

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mas me hubiera abrasado, y de ese modo venció el miedo al deseo que tenía,pues de abrazarles yo me hallaba ansioso.

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Luego empecé: «No desprecio, mas pena en mi interior me causa vuestro estado,y es tanta que no puedo desprenderla,

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desde el momento en que mi guía dijo palabras, por las cuales yo pensaba que, como sois, se acercaba tal gente.

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De vuestra tierra soy, y desde siempre vuestras obras y nombres tan honrados, con afecto he escuchado y retenido.

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Dejo la hiel y voy al dulce frutoque mi guía veraz me ha prometido, pero antes tengo que llegar al centro.»

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«Muy largamente el alma te conduzcan todavía -me dijo aquél- tus miembros,y resplandezca luego tu memoria,

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di si el valor y cortesía aún se hallan en nuestra patria tal como solían,o si del todo han sido ya expulsados;

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que Giuglielmo Borsiere, el cual se duele desde hace poco en nuestro mismo grupo, con sus palabras mucho nos aflige.»

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«Las nuevas gentes, las ganancias súbitas, orgullo y desmesura han generado,en ti, Florencia, y de ello te lamentas.»

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Así grité levantando la cara;y los tres, que esto oyeron por respuesta, se miraron como ante las verdades.

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«Si en otras ocasiones no te cuesta satisfacer a otros -me dijeron-, dichoso tú que dices lo que quieres.

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Pero si sales de este mundo ciegoy vuelves a mirar los bellos astros, cuando decir “estuve allí” te plazca,

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háblale de nosotros a la gente.» Rompieron luego el círculo y, huyendo, alas sus raudas piernas parecían.

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Un amén no podría haberse dichoantes de que ellos se hubiesen perdido;por lo que el guía quiso que partiésemos.

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Yo iba detrás, y no avanzamos mucho cuando el agua sonaba tan de cerca, que apenas se escuchaban las palabras.

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Como aquel río sigue su carrera primero desde el Veso hacia el levante, a la vertiente izquierda de Apenino,

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que Acquaqueta se llama abajo, antes de que en un hondo lecho se desplome, y en Forlí ya ese nombre no conserva,

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resuena allí sobre San Benedetto, de la roca cayendo en la cascada en donde mil debieran recibirle;

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así en lo hondo de un despeñadero, oímos resonar el agua roja,que el oído ofendía al poco tiempo.

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Yo llevaba una cuerda a la cintura con la que alguna vez hube pensado cazar la onza de la piel pintada.

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Luego de haberme toda desceñido, como mi guía lo había mandado,se la entregué recogida en un rollo.

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Entonces se volvió hacia la derecha y, alejándose un trecho de la orilla, la arrojó al fondo de la escarpadura.

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«Alguna novedad ha de venirnos-pensaba para mí- del nuevo signo,que el maestro así busca con los ojos.»

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iCuán cautos deberían ser los hombres junto a aquellos que no sólo las obras,mas por dentro el pensar también conocen!

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«Pronto -dijo- verás sobradamentelo que espero, y en lo que estás pensando:pronto conviene que tú lo descubras.»

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La verdad que parece una mentiradebe el hombre callarse mientras pueda, porque sin tener culpa se avergüence:

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pero callar no puedo; y por las notas, lector, de esta Comedia, yo te juro,

128as�� no estén de larga gracia llenas,129

que vi por aquel oire oscuro y denso venir nadando arriba una figura,que asustaría el alma más valiente,

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tal como vuelve aquel que va al fondo a desprender el ancla que se agarraa escollos y otras cosas que el mar cela,

135que el cuerpo extiende y los pies se recoge.