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Chapter 17 - INFIERNO CANTO XV

Caminamos por uno de los bordes, y tan denso es el humo del arroyo, que del fuego protege agua y orillas.

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Tal los flamencos entre Gante y Brujas, temiendo el viento que en invierno sopla,a fin de que huya el mar hacen sus diques;

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y como junto al Brenta los paduanos por defender sus villas y castillos, antes que Chiarentana el calor sienta;

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de igual manera estaban hechos éstos, sólo que ni tan altos ni tan gruesos,fuese el que fuese quien los construyera.

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Ya estábamos tan lejos de la selva que no podría ver dónde me hallaba, aunque hacia atrás yo me diera la vuelta,

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cuando encontramos un tropel de almas que andaban junto al dique, y todas ellas nos miraban cual suele por la noche

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mirarse el uno al otro en luna nueva;

y para vernos fruncían las cejascomo hace el sastre viejo con la aguja.

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Examinado así por tal familia, de uno fui conocido, que agarrómi túnica y gritó: «¡Qué maravilla!»

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y yo, al verme cogido por su mano fijé la vista en su quemado rostro, para que, aun abrasado, no impidiera,

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su reconocimiento a mi memoria;e inclinando la mía hacia su cararespondí: «¿Estáis aquí, señor Brunetto?»

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«Hijo, no te disguste -me repuso- si Brunetto Latino deja un ratoa su grupo y contigo se detiene.»

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Y yo le dije: «Os lo pido gustoso;y si queréis que yo, con vos me pare,lo haré si place a aquel con el que ando.»

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«Hijo -repuso-, aquel de este rebaño que se para, después cien años yace,sin defenderse cuando el fuego quema.

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Camina pues: yo marcharé a tu lado; y alcanzaré más tarde a mi mesnada, que va llorando sus eternos males.»

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Yo no osaba bajarme del caminoy andar con él; mas gacha la cabeza tenía como el hombre reverente.

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Él comenzó: «¿Qué fortuna o destino antes de postrer día aquí te trae?¿y quién es éste que muestra el camino?»

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Y yo: «Allá arriba, en la vida serena-le respondí- me perdí por un valle, antes de que mi edad fuese perfecta.

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Lo dejé atrás ayer por la mañana; éste se apareció cuando a él volvía, y me lleva al hogar por esta ruta.»

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Y él me repuso: «Si sigues tu estrella glorioso puerto alcanzarás sin falta,

si de la vida hermosa bien me acuerdo;

y si no hubiese muerto tan temprano,57viendo que el cielo te es tan favorable,dado te habría ayuda en la tarea.

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Mas aquel pueblo ingrato y malicioso que desciende de Fiesole de antiguo,

62y aún tiene en él del monte y del peñasco,63

si obras bien ha de hacerse tu contrario:y es con razón, que entre ásperos serbales no debe madurar el dulce higo.

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Vieja fama en el mundo llama ciegos, gente es avara, envidiosa y soberbia: líbrate siempre tú de sus costumbres.

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Tanto honor tu fortuna te reserva,que la una parte y la otra tendrán hambre

71de ti; mas lejos pon del chivo el pasto.72

Las bestias fiesolanas se apacientende ellas mismas, y no toquen la planta, si alguna surge aún entre su estiércol,

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en que reviva la simiente santade los romanos que quedaron, cuando hecho fue el nido de tan gran malicia.»

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«Si pudiera cumplirse mi deseo aún no estaríais vos -le repliqué- de la humana natura separado;

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que en mi mente está fija y aún me apena, querida y buena, la paterna imagenvuestra, cuando en el mundo hora tras hora

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me enseñabais que el hombre se hace eterno; y cuánto os lo agradezco, mientras viva, conviene que en mi lengua se proclame.

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Lo que narráis de mi carrera escribo, para hacerlo glosar, junto a otro texto,

89si hasta ella llego, a la mujer que sabe.90

Sólo quiero que os sea manifiestoque, con estar tranquila mi conciencia, me doy, sea cual sea, a la Fortuna.

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No es nuevo a mis oídos tal augurio: mas la Fortuna hace girar su rueda como gusta, y el labrador su azada.»

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Entonces mi maestro la mejilla derecha volvió atrás, y me miró;dijo después: «Bien oye el precavido.»

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Pero yo no dejé de hablar por esocon ser Brunetto, y pregunto quién son sus compañeros de más alta fama.

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Y él me dijo: «Saber de alguno es bueno;de los demás será mejor que calle,que a tantos como son el tiempo es corto.

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Sabe, en suma, que todos fueron clérigos y literatos grandes y famosos,al mundo sucios de un igual pecado.

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Prisciano va con esa turba mísera,

109y Francesco D'Accorso; y ver con éste,110si de tal tiña tuvieses deseo,111

podrás a quien el Siervo de los Siervos hizo mudar del Arno al Bachiglión,

113donde dejó los nervios mal usados.114

De otros diría, mas charla y camino no pueden alargarse, pues ya veo surgir del arenal un nuevo humo.

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Gente viene con la que estar no debo:mi “Tesoro” te dejo encomendado,

119en el que vivo aún, y más no digo.»120

Luego se fue, y parecía de aquellos que el verde lienzo corren en Verona

122por el campo; y entre éstos parecíade los que ganan, no de los que pierden.123