Nuestra relación comenzó y con ella los problemas. Sabía que no iba a poder ser así de fácil, pero quise creerlo. Nuestra madre regresó a la casa luego de varias semanas. Todo había estado tranquilo con mi hermana. Hacíamos todo juntos, nos sentíamos con la libertad de hacer lo que quisiéramos. Mi madre desde que llegó sale durante el día, pero en la noche se queda en la casa y lo peor de todo es que trae hombres a dormir aquí. Rachel se encuentra muy feliz con la llegada de nuestra madre, pero desconoce de la situación. La he querido mantener lejos de esto. Procuro que esté recogida en mi cuarto antes de que llegue mi madre a la casa.
—Quiero que hablemos antes de que te vayas, mamá— la detuve antes de que abriera la puerta.
—¿Qué quieres?— preguntó indiferente.
—Quiero saber qué esta ocurriendo en la vida de mi madre. Esas salidas y el estar metiendo un hombre diferente a la casa todas las noches, es un mal ejemplo para Rachel. ¿Qué es lo que te sucede?
—Esta es mi casa. Si te molestan mis salidas, ¿Por qué no te vas de aquí?
—Esta casa la estoy pagando yo, soy quien mantiene este lugar desde que te largaste quién sabe a donde.
—A mi no me hables así. Soy tu madre, ¿Quién te has creído?
—Siempre te he respetado, pero lo que estas haciendo es demasiado. Me importa poco lo que hagas con esos hombres que traes, pero al menos respeta nuestra casa. Mi hermana es un niña todavía, ¿Qué ejemplo le estas dando?
—A mi no me hables así, niño malcriado — me dio una bofetada—. Eres igual a tu maldito padre.
—Ya que lo mencionas, me gustaría saber que fue lo que pasó con él.
—Se marchó. ¿Qué esperabas? No quiso quedarse con dos niños malcriados e inservibles como ustedes. Ustedes dos son los culpables de que se haya ido, en especial tu.
—Te desconozco, madre.
—Ahora deja las preguntas innecesarias, tengo que hacer algo más importante que perder tiempo contigo— me dio la espalda y se fue.
No puedo creer que ella haya sido capaz de decir eso. Sus palabras dolieron mucho. No le respondí como hubiera querido porque es mi madre, pero se excedió. Nunca había sido tan cortante conmigo.
Me fui a trabajar como de costumbre, para luego ir a buscar a Rachel en la escuela.
—¿Cómo te fue el día, princesa?— le pregunté según subió al auto.
Según se puso el cinturón me dio un beso.
—Te he dicho que no hagas eso en público, si alguien nos ve, podríamos tener problemas.
—Lo siento— bajó la cabeza avergonzada.
—Perdóname, pero lo hago por tu bien— agarré su mano por todo el camino hasta la casa.
Entramos a la casa y subimos a mi cuarto. Cerré con seguro la puerta y la acorralé a la pared.
—¿Me extrañaste? — la besé. Sentía esas ganas inmensas de devorar sus labios.
Correspondía mis besos con el mismo deseo que yo. Bajé mis manos para acariciar sus suaves muslos. Verla vestida con su uniforme escolar, me hacía sentir muy excitado. Acostumbramos hacer estas cosas siempre que llega de la escuela.
—Sí, lo hice. Quisiera que pudiéramos hacer lo mismo que hacen los demás— su expresión lucía triste.
—¿A qué te refieres, linda?
—Salir juntos y agarrarnos de manos sin tener que estar a escondidas de todo el mundo— bajó la cabeza.
—Algún día vamos a poder hacerlo, pero por el momento no es correcto, mi princesa — acaricié su mejilla y volví a besarla.
Tenía ganas de hacerle el amor, pero escuché el timbre de la puerta y tuvimos que detenernos.
—Ve a buscar las cosas del baño, luego te alcanzo — le dije mientras salía del cuarto.
Al abrir la puerta era un desconocido.
—¿Quién eres? —le pregunté con desconfianza.
—¿Esta Elizabeth?
—No, mi madre no esta. ¿Qué desea?
—¿Puedo esperarla?
—No, no se cuando regrese.
—Bueno, regreso mas tarde— se quedó mirando hacia dentro de la casa y le cerré la puerta.
Incluso de día vienen a buscarla. Esta situación no me está gustando.
Subí y me detuve en la puerta del baño y vi a Rachel quitándose la ropa para meterse a la bañera, así que entré al baño y cerré la puerta.
Contemplé su hermoso cuerpo desnudo por unos instantes, hasta que ella se dio la vuelta y me hizo seña para que me uniera. Me quité la ropa y entré al baño con ella. La ayudé a bañar. Acariciaba cada parte de su cuerpo, así como hacia cuando estaba mas niña. A diferencia, que esta vez lo hago con la intención de provocarla y hacerla sentir bien. Acariciarla y ver sus expresiones al sentir el contacto de mis manos es tan excitante.
—Quiero sentirte, Oscar — musitó entre suaves jadeos.
Sabe muy bien cómo hacer que me descontrole.
Rocé mis dedos en su vagina y pude sentir que no solamente era el agua lo que la hacía estar húmeda. Luce tan tierna cuando pide las cosas de esa forma.
La toqué suavemente con mis dedos y me acerqué a su cuello. Besaba y lamía su cuello mientras la masajeaba, quería que lo deseara más, necesitaba escucharla pidiéndolo.
—Eres muy cruel— soltó entre gemidos.
—Te he enseñado que hay una palabra para pedir las cosas — mordí su oreja, y su cuerpo se estremeció al hacerlo y eso me provocó demasiado.
—Quiero sentirte, por favor — pidió con su dulce voz entrecortada.
—Buena chica — alcé su pierna en el aire y me acerqué mucho más, pero se escuchó el sonido de la puerta.
—Parece que mamá llegó —dijo Rachel asustada.
—Tranquila, no salgas del baño hasta que compruebe que sea realmente nuestra madre.
—¿Y quién más podría ser?
—Quédate aquí y no salgas.
Me puse la ropa, y al salir, vi a mi madre entrando a su cuarto con el mismo hombre que había tocado la puerta antes.
Mira la maldita hora que es y ella lo trae sabiendo que Rachel está aquí, Maldita sea. Me molesto mucho, porque estoy seguro que lo hizo intencional.
Entré al baño de vuelta y le pedí a Rachel que saliera. Quería llevarla al cuarto antes de que ellos salieran.
—¿Pasó algo, mi amor? — preguntó Rachel.
—No princesa, solo era mamá.
—¿Dónde esta?
—Esta en su cuarto.
—Iré a saludarla.
—No, ahora no. Está ocupada y se molestará si lo haces. Quédate conmigo aquí.
Nos quedamos en mi cuarto jugando videojuegos, cuando de pronto se escucharon los gemidos de mi madre. Mi hermana no asoció esos gemidos por lo que en realidad era, por suerte.
—¿Qué es eso? — preguntó curiosa.
Subí el volumen del videojuego para que no se escuchara. Acaba de colmar mi paciencia, esto no se quedara así. No podía ir a detenerlos ahora ya que estaba Rachel ahí, pero mañana voy a encararla. Ya esto es demasiado.
—Mamá esta hablando por teléfono —dije lo primero que me pasó por la mente. Espero que su inocencia no le haga darse cuenta de lo que esta sucediendo.
—¿Por qué te ves molesto?
—Estoy bien, mi reina. ¿Qué tal si vamos a dormir?
—Um, ni modo — frunció el ceño y se tiró a la cama de lado.
Se ve tan tierna cuando se molesta.
Cerré la puerta con seguro y dejé el vídeojuego encendido. Me acosté a su lado y me acerqué a ella para hacerle sentir la erección que tenía al tener su cuerpo tan cerca.
—¿Crees que olvidé donde nos quedamos?— le pregunté mordiendo su oreja.
Metí mi mano por debajo de la sábana para tocar sus pechos. Soltó un gemido al hacerlo, está cada vez mas sensitiva.
—Baja la voz, princesa— se tapó la boca, pero quisiera escucharla.
Me subí sobre ella y quité su ropa interior. Sabía que no debía penetrarla porque nos escucharían. Tengo tantas ganas de hacerla gritar, pero aún no sabe controlar sus gemidos y mi madre esta en el cuarto del lado. No puedo subir mas el vídeo juego o vendrá al cuarto.
—Tendré que buscar otro lugar para hacerlo, Rachel.
—¿Por qué?
—No te gustaría que pudiéramos estar igual de cómodos que antes?
—Sí, me gustaría.
—Te deseo tanto, Rachel — la besé apasionadamente rozando mi erección por encima de su vagina.
Estaba muy excitado, quería hacerlo, deseaba sentir su calor interior y el no poder me molesta.
Uní sus piernas y me masturbé entre medio de ellas. Se notaba que lo deseaba tanto como yo, pero no debía hacerlo. Luego de correrme, quise calmar su calor. La toqué como hace mucho no lo hacía, tapaba su boca mientras la penetraba con mis dedos. Alcanzó el orgasmo como si hace mucho se hubiera estado conteniendo.
A la mañana siguiente, la llevé a la escuela y regresé a la casa antes de irme al trabajo. Entré al cuarto de mi madre y ella ya no estaba. Vi dinero encima de su mesa de noche y me llamó la atención. ¿De dónde saca tanto dinero? ¿Será que se esta prostituyendo? Fue el primer pensamiento que pasó por mi mente. Eso no puede estar pasando.
Cogí el dinero con la intención de que cuando se diera cuenta me buscara, luego me fui al trabajo como de costumbre.
Pasaron dos días cuando regresó en la tarde a la casa. Según llegamos Rachel y yo a la casa, ella estaba esperándonos en la sala. Fue directamente a donde Rachel y la abofeteo. Lo menos que esperaba era que hiciera algo como eso. Agarré su mano y la empujé.
—Dame mi dinero, porque estoy segura de que tú debes de tenerlo. ¡Eres una ladrona! — le gritó a Rachel y eso hizo que la sangre me hirviera.
—¡Que sea la ultima vez que le pones una mano encima a Rachel! — le grité molesto.
—¿De qué hablas, mamá? — Rachel tocaba su mejilla, la cual tenía bastante roja por la bofetada.
Sentía ganas de golpearla, pero jamás he sido de golpear a una mujer.
Me acerqué a Rachel para ver su rostro y la abracé para alejarla de mi madre. Su cuerpo estaba temblando y en segundos su rostro se llenó de lagrimas.
Mi madre estaba irreconocible. Sus ojos estaba rojos y su cuerpo se veía tembloroso de la rabia.
—Ve al cuarto y no salgas de ahí— le pedí a Rachel.
—No quiero irme. ¿Mamá, ¿De qué estás hablando— cuestionó. Tenía temor de que ella le dijera algo, así que la abracé y la hice caminar conmigo.
La subí a mi cuarto y le pedí nuevamente que se quedara y me esperara ahí.
—¿Qué está pasando con mamá?— me preguntó.
—Nada, princesa. Ella se equivocó sobre lo que dijo.
—Yo no tengo su dinero, lo juro— me dijo entre lágrimas.
—Lo sé, princesa— sequé sus lagrimas y besé su frente—. Tranquila, vendré enseguida y no salgas de aquí, ¿Esta bien?
—Esta bien— asintió con la cabeza y se quedó sentada en la cama.
Bajé a donde mi madre, quien estaba rascando su brazo y arañándolo.
—Rachel no tiene tu dinero, lo tengo yo. Me dirás ahora mismo qué mierda has estado haciendo y por qué tienes tanto dinero encima.
—Dame mi dinero— se me acercó y con sus manos temblorosas, trató de buscar en mis bolsillos.
—Aquí no los tengo. Ahora habla, madre.
—No tengo que hablar contigo de nada. ¡Dame mi maldito dinero!
—No lo haré hasta que hables. Anoche trajiste a un hombre a la casa cuando mi hermana estaba aquí. ¿En qué mierdas estabas pensando? — rascó su nariz con rudeza y se quedó en silencio—. ¿No vas hablar?— insistí.
Hizo silencio y seguía con su actitud extraña.
—¿Te estás prostituyendo? —le pregunté directamente, pero se quedó en silencio y comenzó a temblar.
—¿Cómo te atreves hablarle así a mamá?— reclamó Rachel.
—Te dije que te quedaras en el cuarto, Rachel.
—¿Por qué tratas así a mamá?
—Sí, hija. Tu hermano me está tratando muy mal, ¿verdad? Dile que me dé el dinero, él lo tiene — mi madre la abrazó temblando y Rachel fijó su mirada en mi.
—¿Por qué tienes su dinero, Oscar? Dáselo — me habló molesta.
—¿Te vas a ir de parte de ella, Rachel? — le pregunté molesto.
—Es nuestra madre. No sabía que eras un ratero, Oscar.
Me aguanté las ganas de mandar todo a la mierda. No quería herirla, así que me aguanté lo que sentía. Subí a mi cuarto y busqué el dinero, luego se lo di a mi madre y salí de la casa.
Necesitaba aire fresco. Tenía ganas de romper todo a mi paso. No debo perder el control. Eso me repetía en mi cabeza.
Rachel
—Has crecido tanto, hija. Estas mucho más desarollada— dijo mi madre.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez pude verte, mamá.
—Sí, tenía tanto que hacer. Eres muy hermosa. Mira ese carita y esa piel tan suave. Tienes unos ojos muy hermosos, hija— acarició mi mejilla, y sonreí.
—Gracias, mamá.
—¿Por qué no haces un trabajo para mi?
—¿Qué trabajo, mamá?
—Eres muy linda, hija. Puedes ser hasta modelo si te lo propones.
—No quiero ser modelo, mamá.
—Debes de tener novio, ¿verdad?
—Algo así — me puse nerviosa por su pregunta.
—¿Aún eres virgen , hija?
—¿Qué tipo de pregunta es esa, mamá?
—Curiosidad. Soy tu madre. Siéntate aquí conmigo y hablemos.
Oscar
Regresé a la casa luego de varias horas. Estaba tan molesto que no quería darle la cara a ninguna de las dos. Rachel estaba ya dormida en mi cama. No quise despertarla, solo me quedé mirándola mientras dormía. Luce tan hermosa como siempre.
Al día siguiente me despertó subiéndose sobre mi. Nunca había hecho eso y que lo haga de la nada me sorprendió.
—¿Qué haces, princesa? Tienes que ir a la escuela.
—Quiero quedarme contigo hoy —movió sus caderas encima de mi y me activó muy rápido.
—No puedo quedarme. Tengo que trabajar, linda.
Bajó mi bóxer y dejó visible mi erección, para luego masturbarme.
—Estas muy activa, ¿Qué te sucede?
Sentía que algo estaba mal, ya que por lo general nunca había tomado la iniciativa de esta forma, pero se sentían muy bien sus pequeñas manos haciendo el trabajo, que permití que lo siguiera haciendo. Ver su dulce rostro mirarme, mientras lo hacía termino de hacerme correr muy rápido.
—Llegarás tarde al trabajo, hermanito — dijo en el mismo tono dulce que me alegra la vida entera.
—Creí que estarías molesta por lo de ayer...
—No, no lo estoy.
—Ya veo. Deberías ir a la escuela, no puedes estar faltando, Rachel.
—Nunca falto. Siento que me voy a resfriar.
—Bueno, traeré medicinas cuando regrese del trabajo.
—Gracias— me dio un beso.
Me levanté y me alisté para irme al trabajo.
Rachel
Bajé a la sala y me encontré con mi mamá.
—Hice lo que me pediste. ¿Para qué me necesitabas, mamá?
—Compré esta ropa interior para ti. Quiero que te la pongas y modeles. Te tirare fotos y verás que podrás llamar la atención de cualquier agencia de modelaje.
—Pero yo no quiero ser modelo, mamá.
—Vamos, puedes hacerlo. Eres mi hija. Hazlo por mi, cariño.
—¿Mi hermano no se va a molestar?
—¿Por qué se va a molestar? Estará feliz de que tengas éxito, además de que puedes ser famosa, querida.
—Esta bien, mamá.
—Sube un poco el traje y ponte mas sensual, hija. Tú puedes hacerlo.
—No me gusta esto, mamá.
—Vamos, no tenemos mucho tiempo.
Oscar
Pasé por la farmacia y regresé a la casa. Según llegué, vino a recibirme Rachel, como siempre hace.
—Bienvenido a casa— se veía extraña, a pesar de estar sonriendo.
—¿Pasa algo, linda?
—No, preparé la cena — bajó la cabeza avergonzada.
—Buen trabajo — acaricié su cabeza y ella bajó mi mano a su rostro para que la acariciara. Ese pequeño gesto hizo que me estremezca. Su piel es tan suave.
—¿Qué tal si cenamos y vamos al cine?
—¿En serio?
—Sí, bonita. Ponte más hermosa de lo que ya eres.
Ella subió a su cuarto energética. Quiero sacarla de la casa y que pasaramos más tiempo juntos fuera de aquí. Mi madre no estaba en la casa y fue mejor así.
Luego de que cenáramos y tomara las medicinas, juntos nos fuimos al cine. Estuvimos algo cerca, aunque me sentía algo incómodo de que estuviéramos tan pegados en pleno cine. No quería ponerla en una situación incomoda, aunque no puedo negar que sentía ganas de sujetar su mano o besarla frente a todos, pero esta más que claro que no es posible.
Entramos a ver una película de terror, es algo en común que tenemos. Aunque es muy asustadiza, le encanta ver películas así al estar conmigo. Subimos a los asientos superiores y al estar así, ella recostó su cabeza en mi hombro; algo que me hizo realmente feliz. Me acerqué a su pelo para oler su delicioso aroma. Esto no me ayuda para nada. Me pongo tan caliente con tenerla tan cerca.
Estuvimos sujetando nuestras manos, pero no como normalmente se hace. Nuestras manos estaban acomodadas en su entrepierna y así estuvimos en toda la película.
Cuando se acabó, toqué su muslo para que levantara su cabeza de mi hombro, pero su cuerpo tembló al sentir mi mano.
—No hagas eso, por favor — me pidió temblorosa. Su rostro se veía rojo. Sonreí al darme cuenta como se sentía.
—¿Quieres ir a otra parte?
—Sí — asintió con su cabeza y salimos del cine.
Quería que fuéramos a un Hotel, pero llevar a mi hermana a un lugar de esos, me parece muy extraño; además de que si alguien nos viera salir de ahí, sería un grave problema.
Manejé hasta un lugar desolado y estacioné el auto.
—Ve al asiento de atrás— le pedí.
Ella hizo lo que le indiqué.
—Acuéstate—le pedí y ella lo hizo.
Al ser un auto, era mas cómodo en el asiento de atrás. Estaba sumamente nerviosa, es la primera vez que lo hacemos en otro lugar fuera de la casa. Removí su ropa interior y abrí sus piernas. Quería probarla. Acerqué mi boca a su vagina y comencé a lamerla y dar chupones, sus gemidos eran incontrolables. Se podían escuchar más fuertes al estar encerrados. Metía mis dedos en su interior mientras continuaba lamiendo de forma circular su clítoris. Su sabor tan dulce me derrite. Deseaba estar dentro de ella y escucharla más agitada.
Luego de lograr humedecerla como quería, me bajé el cierre del pantalón y me subí sobre ella. Me puse un preservativo antes de hacerlo, luego lo rocé hacia arriba y hacia abajo antes de penetrarla profundamente. Fue como si hubiera tocado el cielo, al instante pude percibir la humedad que estaba generando en cada estocada profunda y fuerte que le daba. Sus gemidos tiernos y de placer, eran sumamente incitantes. De esa niña inocente no quedaba nada.
Puso sus brazos alrededor de mi cuello y sus piernas las apretaba alrededor de mi para evitar que saliera de ella. La besé con rudeza y ternura a la vez, tenía deseo de sus labios, de su cuerpo, quería adueñarme de todo. Mordía sus labios carnosos y suaves, y en cada estocada gemía mi nombre. Me tenía al borde de perder la razón. Quiero estar más profundo en ella.
Me levanté y la acomodé bocabajo con sus glúteos elevados. Quería que me sintiera a la perfección, deseaba apoderarme de todo su interior. Según la penetré de vuelta gimió más fuerte. Nunca lo había hecho así, pero no me sentía en si. Una parte de mi quiere ser bueno y tratarla bien, pero la otra quiere romperla y destruirla, deseaba entrar y explorar todo su interior. Un deseo inexplicable. Cuando lo hago con ella, siento que algo se apodera de mi.
Su cuerpo estaba temblando y sentía su interior más ajustado de lo normal, algo que me hizo sentir un escalofrió en todo el cuerpo. Supe que alcanzó el orgasmo y eso me descontroló por completo. La sujeté por ambos hombros y la acerqué a mi para poder alcanzar su oído.
—Dime que eres mía, Rachel —le pedía mientras continuaba penetrándola fuertemente. Necesitaba escucharlo de su dulce voz.
—Soy tuya, Oscar — musitó entre jadeos. Esa dulce voz hizo que terminara de llegar al cielo y mas allá de el.
—Te amo tanto, Rachel— solté fatigado, aún estando dentro de ella.
Mordí su cuello con delicadeza, quería marcar territorio en su delicioso cuerpo.
—Te amo, Oscar— su voz temblorosa me estremeció.
Podía maldecirme internamente al saber que ya no quedaba ningún sentimiento puro de un hermano a una hermana. Ya no podía verla como mi hermana, solo puedo verla como una mujer...Mi mujer.