Han pasado dos semanas y nuestra relación cada vez se ve más afectada. Me dieron permanencia en el trabajo y se ha vuelto complicado poder pasar mucho tiempo con Rachel. Si no necesitara tanto el dinero hubiera rechazado la oferta, o quizá cambiado de trabajo. No quiero descuidarla mucho tiempo y menos con la situación de mi madre. Desde que se lo dije se molestó conmigo, pero si quiero mantenerla viviendo bien y cubriendo todas sus necesidades, debo hacer sacrificios; aunque eso signifique aguantar mis ganas hasta mi día libre.
Preparé el desayuno como de costumbre y nos sentamos los tres en la mesa, algo que normalmente no se hace.
—Mañana tengo una actividad de la escuela. Quisiera saber si puedo contar con ustedes— comentó Rachel risueña.
Es la primera vez que me invita a una actividad de su escuela. Dejé de comer y fijé mi mirada en ella.
—Sabes que siempre cuentas conmigo para todo. ¿De qué se trata?
—Será el día de juegos. Se reúnen varias escuelas a participar en diferentes tipos de deportes.
—Yo no podré asistir, Rachel— respondió mi madre.
—Se entiende que tengas ciertas prioridades, mamá— respondí con sarcasmo.
—Hoy tu hermano se levantó de buen humor, Rachel.
—No hagas eso, Oscar. ¿Cuándo será que vamos a tener un poco de paz en esta familia?
Siempre se va del lado de nuestra madre. Con nuestra madre siempre las cosas son igual. No puede sacar un día para ir a una actividad de su hija.
—Lo siento, Rachel. De igual forma, yo te acompañaré. Pediré el día de mañana libre.
—Gracias—sonrió dulcemente. Tenía ganas de robar esos dulces y carnosos labios, pero no puedo. Maldita mi suerte.
—Ya me tengo que ir— mi madre se levantó de la mesa.
—¿A dónde vas, mamá? — preguntó Rachel.
—A trabajar— le sonrió, y antes de darse la vuelta me miró de reojo.
Suspiré aliviado al ver que al fin se fue. Rachel se levantó de la mesa y caminó coqueta a la cocina. Esta pequeña me volverá loco. Recogí los platos y los llevé a la cocina, por supuesto, todo como una excusa.
—¿Quieres una golosina? — me preguntó llevando la pequeña golosina a su boca.
—Te quiero a ti— me acerqué a ella, y sonrió.
—¿Aceptas por ahora la golosina? —sonrió con malicia.
—Si me la das de tu boca, puede ser que la acepte —me acerqué a probar sus labios. El sabor mezclado de la golosina y su dulzura, es fascinante. Podría hacer esto todo el día.
Según robé la golosina, lamí parte de sus labios y sonreí al ver sus mejillas rosadas. Sus expresiones son tan entretenidas.
—Eres muy cruel—hizo puchero y eso me hizo reír. Apreté sus cachetes al ver tanta ternura junta.
Antes de ir a la escuela nos retuvimos en la cocina por un rato. El tiempo se va tan rápido cuando estoy con ella, que lo maldigo.
Empezar la mañana de esta forma se ha vuelto nuestra nueva diversión.
La llevé a su escuela y me fui al trabajo. Estaré saliendo mas tarde que de costumbre, y ese hecho me quema por dentro. Hace mucho no estamos juntos y he estado pensando en algún lugar donde llevarla para la próxima cita. Necesito de ella, de su cuerpo, de sus caricias y escuchar sus dulces gemidos. No es correcto pensar eso en pleno trabajo.
Pedí el día libre para mañana, y por suerte alguien más me cubrirá. Al salir del trabajo me encontré con Francheska, luego de la última vez, no la había buscado. Debe estar pensando que soy como los demás.
—¿Qué ha sido de tu vida? No he sabido nada de ti— me cuestionó al verme.
—He estado bien, ¿y tu?
—Bien. ¿Te gustaría salir el sábado?
No sabía qué decir para no hacerla sentir mal. Realmente la utilicé para descargar el deseo que sentía por mi hermana.
—No puedo, tengo trabajo.
—¿Y el domingo?
—Verás, me dieron permanencia y ahora estaré trabajando más horas también. ¿Qué tal si te aviso luego? — había una atmósfera muy incómoda. Estoy seguro que se dio cuenta de que la estoy evadiendo.
—Entiendo. Esta bien, esperaré tu mensaje— se despidió con un beso en la mejilla.
—Cuídate— traté de irme de ahí y llegar a la casa.
Eso estuvo cerca. Por suerte no me la crucé frente a la casa. Si Rachel la viera cerca de mí, pensaría lo peor.
Según llegué, me di un baño y entré al cuarto de Rachel. No había rastros de mi mamá por ninguna parte. Entré a la cama con ella y la abracé para hacerle sentir que estaba aquí. No tardó mucho en darse cuenta. Se volteó y vi su rostro lloroso.
—¿Qué te sucede, princesa?— me preocupé al verla así—. ¿Quién te hizo llorar?
—Mamá.
—¿Qué te hizo?
—Escuché sonidos extraños en su cuarto y entré sin tocar la puerta. Te juro que no sabía que ella estaba ahí.
—Tranquila, hermosa. ¿No viste nada? — me asusté pensando que pudo haber visto a uno de esos hombres que viene a visitarla.
—No, ella me sacó a empujones del cuarto y al rato se fue.
—Mañana me encargo.
—No, no quiero que se moleste conmigo.
—Esa no es forma de tratarte.
—No quiero que sigan peleando más, por favor. Fui yo la que hizo mal—verla en llanto me tenía la sangre hirviendo, y más sabiendo que fue nuestra madre. No aprende a tratar a su hija.
—Esta bien, princesita. No haré nada por ti, pero si mamá te hace algo así de nuevo avísame— le besé la frente y la acerqué a mi pecho.
—Te amo— musitó.
—Y yo a ti, pequeña. Descansa. Mañana iremos juntos a la escuela.
—¿Podré besarte?
—No tienes permitido eso, Rachel.
—¿Y agarrar la mano?
—No, mi niña. Ya te lo he dicho.
—Pero...
—No hay pero.
—He visto hermanos haciéndolo.
—Lo hago por tu bien, princesa. Mas que nadie quisiera presumir la hermosa novia que tengo— mi respuesta hizo que levantara su rostro para mirarme.
—¿Soy tu novia? —abrió los ojos de par en par.
—¿Ahora te das cuenta?
—Escucharlo de ti me hizo muy feliz.
—Tengamos una cita la semana que viene, ¿Sí?
—¿Podré abrazarte en publico?
—Un abrazo sí puedo aceptarlo.
—¿Y por qué las manos no?
—Eres muy persistente, chiquita. Te hace ver más tierna de lo que ya eres— la moví a un lado de la cama y me subí sobre ella—. Las manos podemos sujetarlas así cuando estamos a solas o cuando hagamos el amor, ¿Te gusta la idea, princesa?— entrelacé mis manos en las suyas.
—Quisiera caminar contigo así— desvió la mirada.
—Perdóname, si no te hubieras enamorado de mí, podrías hacer todas esas cosas.
—No me arrepiento, Oscar— apretó su mano fuertemente.
No pude evitar sonreír ante su confesión. Me hizo muy feliz escuchar eso de su boca.
—Quiero que seas mía siempre, Rachel—la besé lentamente deseoso de más, pero tenía que controlarme.
A la mañana siguiente, nos fuimos desde temprano a su escuela. Había muchas personas, entre estudiantes y familiares. Me sentía algo fuera de grupo, ya que no acostumbro a estar bajo mucho escándalo o personas.
—No te puedes ir de aquí. Tengo que ir a cambiarme—me avisó Rachel.
—Esta bien, te espero.
Rachel se fue a cambiar el uniforme y cuando regresó, casi formo un escándalo. Se veía muy hermosa y todo, pero ese pantalón corto, le hacía marcar todas sus curvas y encantos. ¿En qué cabeza cabe jugar así?
—¿Qué haces vestida así, Rachel? —le reclamé.
—Es el uniforme del equipo, Oscar. Relájate.
—Tú no puedes estar así. Se puede ver todo— desvié la mirada de la vergüenza. Si me quedo viéndola pensarán que soy un pervertido.
—¿Y no te gusta?
—Baja la voz, Rachel. Si estuviéramos solos no me molestaría, pero mira todas las personas que hay aquí. Quítate eso o ponte un pantalón largo.
—¿Estas celoso?— burló.
—Hablo en serio— me quité el abrigo y se lo puse en la cintura para taparla—. Ahora ve al vestidor y cámbiate.
—¿Me acompañas a la puerta?
—Vamos. Tengo que asegurarme de que te quites eso.
Caminamos al vestidor y ella entró. Esta chiquilla me volverá loco haciendo ese tipo de cosas. No puedo negar que me gustaría poder verla así solamente para mi. ¿Por qué tengo que pensar en eso ahora?
Salieron dos chicas del vestidor y mi hermana abrió la puerta.
—¿Qué esperas? —me haló el brazo y me metió con ella.
—Rachel, ¿Qué te dije? ¿Aún no te la has quitado?
—Quítamela.
—¿Por qué me metes en estos líos? Si alguien nos ve, terminaré preso.
—Solo eres un hermano preocupado de que su hermana se lastimó el tobillo— me hizo un guiño.
Mi autocontrol se acaba de ir a la mierda.
La sujeté en mis brazos y la pegué contra la puerta. Si alguien va a entrar tendrá que esperar, pero esta niña imprudente tengo que callarla. Acaricié su trasero por encima del corto pantalón; la tela de algodón permitía sentir perfectamente sus deseables curvas. Llevé mi mano dentro del pantalón y pude tocar directamente su piel. La besé robando cada gemido que emitía al sentir mi brusquedad mientras la besaba y tocaba. La hice bajar un poco más para que mi erección tuviera un suave roce en su vagina por encima del pantalón. Pude percibir su humedad por ese pequeño ruido que hacía al rozarlo. Si esto continua terminaré penetrándola aquí.
—Tendremos que terminar esto en otro lugar, Rachel.
—No, por favor— me rogó.
—No me hables así, maldita sea.
Se escuchó mucho bullicio y tuve que bajarla. Bajé su pantalón y al verlo pude comprobar lo húmeda que estaba. Rocé mis dedos por encima de su ropa interior para llevármelos a la boca.
—Siempre tan dulce como siempre—sus piernas estaban temblorosas y eso me tenía fuera de sí. Quisiera poder hacerle tantas cosas.
Se puso otro pantalón largo negro. Y pude sentirme tranquilo.
—Ese te queda mejor— comenté, y frunció el entrecejo.
Salió ella primero y luego salí yo. Gracias a Dios no había nadie cerca. Me fui a mi asiento y me quedé animándola desde aquí. No sabía cuán buena era mi hermana en los deportes. De camino la estuve piropeando por lo genial que es.
—Eres la mejor. Estuviste genial, princesa. Me siento orgulloso de ti.
—¿Realmente lo piensas?— se veía muy feliz.
—Sí, mi reina. ¿Qué tal si vamos a comer a algún lado para celebrarlo?— agarré su mano mientras manejaba.
Miró su teléfono y su semblante cambió.
—¿Estás bien, linda?
—No podremos ir a comer hoy.
—¿Por qué?
—No recordaba que había hecho planes con mamá.
—Ya veo. No te preocupes, saldremos la semana que viene.
—Perdóname.
—No tienes que preocuparte por eso, linda.
Llegamos a la casa y ella se bañó y se arregló. Mi madre estaba esperándola para salir. Su cuerpo se veía tembloroso y se notaba inquieta.
—No la hagas llegar tarde— le dije a mi madre.
—Deja de meterte en nuestros asuntos, amargado.
—Ya estoy lista, mamá—dijo mi hermana bajando por las escaleras.
—Hermosa como siempre— la despeiné, y ella sonrió.
—Vámonos—mi madre salió primero y ella se quedó sola conmigo.
Me abrazó y me besó antes de irse. Me quedé sorprendido, no pensé que se hubiera atrevido a eso.
No quería quedarme solo en la casa, ya que había que hacer unas compras, me fui al supermercado. Por el camino vi una joyería y quise detenerme a ver lo que había. Quisiera regalarle algo a Rachel.
Rachel
Me encontraba con mi mamá y el fotógrafo en su apartamento. Me sentía muy nerviosa e inquieta. De alguna manera, mi cuerpo no dejaba de temblar.
—¿Qué te sucede hoy, Rachel? — preguntó mamá.
—Estoy muy nerviosa. Me siento incómoda.
—Tienes que tomar esto muy en serio, niña.
—¿Por qué para la próxima sesión no traemos a mi hermano?
—¿Por qué siempre estás pensando en tu hermano? Él no es tu papá para darle explicaciones de las cosas que haces o para llevarlo a donde quieras que vas.
—Pero esto también lo hago por él, creo que es tiempo de que sepa. Si esta él aquí podría hacer un mejor trabajo.
—No, tu lo que necesitas es esto. Tómatela— me mostró una pastilla blanca, y me le quedé viendo.
—¿Qué es eso, mamá?
—Te ayudará a relajarte y a soltarte como lo necesitas. Te buscaré un vaso de agua.
—Pero mamá...
—Cállate, y tómatela.
—Pero no necesito de esto.
—¿Acaso no confías en tu madre? Eso te ayudará con los nerviosa, y te aseguro que harás un mejor trabajo.
—No es eso mamá, pero...
—Entonces tómatela.
—Esta bien, mamá— me la tomé con la esperanza de que realmente me ayudara, y pudiera hacer un buen trabajo.
Oscar
Vi un hermoso collar que le quedaría perfecto a Rachel, pero hay tantas prendas que no se si sea conveniente un collar o unos aretes. Comprarle una sortija es demasiado pronto, aunque algún día me gustaría hacerlo. Si lo compro ahora se daría cuenta, ya que siempre anda buscando en mis cosas por si tengo revistas para adultos. Siempre es tan linda.
Me quedé un rato viendo y tratando de decidirme, para así dejarlo pago y otro día buscarlo, pero es difícil decidirse. Opté por comprar ambos. Se merece eso y más.
Salí de la tienda y me tropecé con un vagabundo que estaba sentado en el suelo.
—Lo siento— cuando me disculpé, y fui a darle dinero, alzó la capucha y pude ver la cara de mi padre.
Quedé petrificado al hacerlo, ya que lo hacía muerto.
—¿Papá? — cuando me reconoció, se levantó y salió corriendo.
Me le fui detrás, pero lo perdí de vista entre tanta gente caminando por la acera. Significa que nuestro padre esta vivo...
Rachel
Me estaba sintiendo mareada, mi cuerpo estaba experimentando muchos escalofríos constantes. Incluso podría percibirlo tembloroso y caliente.
—No me siento bien, mamá.
—Tranquila, todo está bien.
—Llama a Oscar.
—No hay que llamar a Oscar para nada.
—Me siento muy mareada y cansada.
—Es normal, bonita. Recuéstate en la cama. Pronto te sentirás mejor.
Elizabeth
Me acerqué a Iván, el fotógrafo y le extendí las pastillas.
—Plato servido. Ahí la tienes. No pensé que le daría reacción tan pronto. Tómalo como una paga y saldo de cuentas por lo del otro día.
—Trato hecho.
Rachel
El fotógrafo se acercó y sentí sus manos en mis piernas, lo que me hizo reaccionar rápido.
—¡No me toques! Tengo que ir al baño—me levanté y el hombre se fue detrás de mí.
Miré a todas partes en busca de mi mamá, pero no estaba en la habitación. ¿A dónde fue?
—Mamá...— la llamé mientras caminaba despacio y sujetándome de la pared.
—¿A dónde vas, bonita? Ven aquí— su mano se aferró a mi brazo.
—¡Que no me toques!— lo empujé a un lado.
—¡Que vengas aquí te dije!— me haló el brazo, pero le di con el bolso en la cara y salí corriendo a encerrarme en el baño.
Se escuchaba cuando forcejeaba la puerta y le daba un sinnúmero de golpes.
—¡Mamá, ayúdame! —le grité a mi mamá, pero ella no llegaba. Mamá, ¿Dónde estás?
Oscar
Mi teléfono sonó y me di cuenta de que era Rachel. Es extraño que mientras esté con mi madre me esté llamando.
Al responder la llamada, escuché su fatiga y me preocupé.
—¡Oscar, ayúdame! ¡Hay un hombre que me quiere hacer daño! — su voz se escuchaba desesperada.
—¡¿Qué?! ¡¿Dónde estas, Rachel?!
—¡Abre la puerta, perra! — escuché la voz de un hombre en la llamada, y me asusté mucho.
—¿Dónde estas, Rachel? — la llamada se escuchaba entrecortada, pero se podía escuchar su llanto—. ¡Respóndeme! ¡¿Dónde estas?!
—¡Ayúdame, por favor!