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Chapter 3 - 3

—¿Qué quieres? — preguntó entre lágrimas.

—Escucha, necesito que me hagas un favor. Quiero que tengas sexo conmigo.

—¿Qué?

—En realidad no me interesa, pero es una orden de mi padre. No creo que deba molestarte, ya que eres mayor que yo, y debiste haber tenido algo con alguien más. Solo necesito que me hagas ese pequeño favor.

—Yo no quiero.

—Escucha, no hagas las cosas más difíciles de lo que ya son. No quiero obligarte, ni mucho menos golpearte. Me sentiría muy mal teniendo que hacerlo. Respeto a las mujeres en ese sentido. Sé que somos muy diferentes, soy mucho más pequeño que tú. No deberías preocuparte, no creo ni siquiera que vaya a lastimarte en ese aspecto.

—¿Por qué quieren que hagas eso? Eres un niño.

—Mi padre quiere que sea un hombre, es algo que le va a hacer orgulloso, así que me toca hacerlo. No pensé que la perdería tan pronto, pero ya con todo lo que ha pasado, no me asombra nada. De igual manera, tarde o temprano va a ocurrir.

—Eso debe ser algo que se haga con la persona que quieres, no con una desconocida.

—¿Persona que quieres? Eso sonó tan estúpido y gracioso, que podría morir de la risa si lo escucho otra vez. No existe algo como eso. El sexo es solo sexo, y se puede tener con cualquier persona, luego que se tengan ganas. Dejemos ya de perder el tiempo en conversaciones innecesarias y responde, ¿Me harás ese pequeño favor o no? Prometo que solo será una vez. Hablaré con mi padre para que te deje ir luego— sí, como si eso fuera verdad. Decirle la verdad sólo hará que se desespere. Alguien como ella, jamás se va a resignar a ese cruel destino. Nadie está lo suficientemente preparado para resignarse a morir.

—¿Me dejarán ir luego?

—Sí, lo haré, pero ayúdame.

La manipulación es algo tan simple, que con cualquiera se puede utilizar. Para manejar a una persona, la mejor manera es ser firme y decirle lo que quiere escuchar, aunque lo que digas esté lejos de ser la verdad.

Tuve intimidad con Pilar, pero en realidad, no sentí nada. No deseaba esto y, aún así, lo hice. Era tarde para arrepentirme. Estaba consciente que era muy pronto para perder mi primera vez con alguien que no tenía interés en mí y, que yo tampoco en ella. Para mí esto no era algo importante, nunca lo ha sido, solo lo vi como una orden más.

Regresé con mi padre, y me senté en la silla del estudio.

—Ya, papá.

—Ese es mi hijo. ¿Dónde está la chica?

—Está llorando en la habitación.

—¿Te gustó?

—Sí, papá —fingí una sonrisa. Era otra mentira más. Jamás podría gustarme algo como eso, pero si él estaba feliz, yo también lo estaba.

Fui al negocio con Aquiles y me quedé varias horas vigilando desde lejos.

—Joven, ¿Se encuentra bien? Lo noto algo distraído —preguntó Aquiles.

—Estoy bien, solo estoy pensando en todo lo que falta por atender. ¿Alguna vez hiciste algo de lo que luego te arrepientes?

—Claro que he hecho muchas cosas de las que luego me arrepiento, es normal cometer errores.

—¿A qué edad tuviste tu primera vez?

—A los 13, casi 14.

—¿Sentiste algo?

—¿Algo cómo qué?

—No sé, placer o algo así.

—No recuerdo muy bien con quién fue, pero supongo que es normal sentir algo en ese momento.

—Entonces ¿por qué yo no sentí nada?

—¿Tuvo su primera vez ya?

—Sí, pero no sentí nada, quizá fue porque ella no me gusta.

—Está aún joven, ya tendrá tiempo de experimentar con una mujer de verdad. Hay que darle tiempo al tiempo, no te preocupes por ese tipo de cosas.

—En realidad no me preocupo por eso, pero sentí curiosidad en saber sobre el tema.

Vi un movimiento extraño con una de las muchachas, y fijé mi mirada en ella. Me quedé viéndola sin desviar la mirada; se veía nerviosa y miraba de reojo a todos lados, por lo que me levanté de la silla, y caminé con Aquiles hacia donde ella.

—¿Todo bien por aquí? — al escucharme cerca se puso nerviosa.

—Sí, joven.

—Retírate de la mesa— le ordené, y ella se paró frente a mí.

—Quítale la ropa interior, Aquiles.

—Sí, joven.

Aquiles le bajó la ropa interior, y cayó al suelo una pequeña bolsa, con no más de 10 gramos de coca.

—¿Qué planeabas hacer con esto? — Aquiles se fue a su espalda, y la obligó a arrodillarse.

—Esto es un error. Alguien la puso ahí, joven —su rostro se llenó de lágrimas.

—¿Alguien? Me interesa conocer a ese alguien.

—¡Fue ella! — señaló a otra de las chicas, y la miré.

—¿Yo? —preguntó desconcertada.

Aquiles la registró y no tenía nada.

—¿Tienes alguna prueba sobre lo que dices, señorita? —le pregunté, y palideció.

—Estoy segura de que ella fue.

—¿Ahora estás dudando? A ella no le encontré nada, pero a ti sí. ¿Qué haremos contigo ahora?

—No, joven, no me haga nada. Le juro que yo no lo hice.

—Lo más que detesto son las mentiras. Aquiles, encárgate del asunto, por favor.

Aquiles sacó el arma y le disparó en la cabeza. Todas se quedaron petrificadas, mirando el cuerpo sin vida de la chica.

—Eso va de advertencia a todas. No se quieran pasar de listas como ella, o terminarán igual. ¡¿Entendieron o no?!— alcé la voz, y las miré a todas.

—Sí, Joven— todas afirmaron a la par.

—A trabajar, que eso no se hace solo — les ordené.

Siguieron trabajando y Aquiles mandó a otro de los hombres a limpiar el desastre.

—Yo le diré a mi padre para que consiga a alguien más.

—Sí, joven.