Entré a la casa y Pilar vino a recibirme.
—¿Qué haces despierta? Te dije que te quedaras acostada.
—Lo siento, no podía dormir— suspiré molesto, y caminé al estudio.
—¿Qué te sucedió en la cara? Estás sangrando mucho.
—No me estés siguiendo.
—Necesitas que te atiendan.
—Déjalo, es una simple cortada.
—No me parece que sea una simple cortada. ¿Te están maltratando en este lugar?
—Cuidado con lo que dices, aquí nadie está maltratando a nadie.
—Eres un niño, ¿Por qué te hacen esto?
—No soy un niño.
—Lo eres.
—¡Te dije que no soy un niño! — grité molesto—. No me hagas enojar, mejor vete a la habitación.
—Lo siento, no quería molestarte. Es solo que no considero justo lo que estás pasando. ¿Te levantas a esa misma hora todos los días?
—¿Por qué finges que te importa? Escúchame bien; no quiero que te metas en mis asuntos. Veas lo que veas, solo guarda silencio. No me interesa tu opinión o tu hipocresía. Estoy seguro que lo haces para querer manipularme y te ayude a salir de aquí, pero eso no lo decido yo, lo decide mi padre, así que no sigas mostrando esa estúpida y falsa preocupación, porque me irrita. ¡Sube a la habitación!
—Lo siento, ya me iré a la habitación — Pilar subió a la habitación y, por fin, pude estar solo.
Limpié mi cara y traté de curarme yo mismo, no voy a despertar a mi madre para esto. Al terminar subí a la habitación para bañarme, y ella se quedó en silencio al verme.
Mientras me bañaba, escuché un sonido extraño en la habitación, y salí del baño sigilosamente, cuando vi a Pilar forzando la ventana. No sé porque se desespera tanto por salir, al final, solo estará acortando sus días.
—No lograrás nada, créeme— entré tranquilamente a la habitación secándome el pelo con la toalla, y se alejó de la ventana.
—¿Cuánto más tengo que esperar para que me dejen ir?
—¿Prefieres la verdad o prefieres la mentira?
—La verdad, John.
—Por más que quieras, no vas a salir de aquí. Tu triste destino será el mismo, sin importar lo que hagas.
—Tú me prometiste que... — la interrumpí, antes de que terminara de decirlo:
—Yo prometí que hablaría con él, pero no que iba a lograr convencerlo. Deberás resignarte, Pilarcita.
Cayó de rodillas y estalló en llanto, pero no soporto ver a alguien llorando. Me terminé de vestir y salí de la habitación. No podía estar un segundo más ahí.
Transcurrieron dos semanas y las cosas seguían igual; Pilar estaba algo deprimida y cada vez que se acuerda de algo, comienza a llorar. Mi padre regresó esta mañana, y sus planes eran terminar con el problema de una vez.
—Tú tendrás el honor esta vez, John. Quiero que mates a esa mujer. Espero no te hayas ilusionado con ella.
—No, papá, esa mujer no es nada para mí.
—Muy bien, estoy muy feliz de escucharte decir eso. No debes encariñarte de nadie, al final, todos se van. Has pasado la prueba, hijo.
—¿La prueba?
—Sí, quería saber si te atreverías a cambiar de parecer al conocer a una chica. Quise comprobar muchas cosas y, y ya me di cuenta que estás maduro para esto. Si supieras lo orgulloso que me siento de ti.
—Gracias, papá.
—Desde mañana en adelante vas a practicar tu puntería, quiero asegurarme de que seas el mejor. Ya me contaron que mataste a un infiltrado. Hiciste un buen trabajo, hijo.
—Gracias, papá.
—Ahora hazte cargo de la muñeca de porcelana, y acaba con su sufrimiento.
—Está bien.
Oculté el arma por debajo de mi camisa y entré a la habitación; Pilar estaba acostada en la cama, y se levantó rápidamente al verme.
—Ven, vámonos.
—¿Irnos?
—Camina, antes de que me arrepienta.
La llevé al jardín y ella se quedó mirando los alrededores.
—¿Por qué me traes aquí?
—¿No te gusta este lugar?
—Sí, pero ¿por qué me traes?
—Quiero que puedas admirar la naturaleza antes de partir.
—¿Partir? ¿A dónde?
—Al cielo— me giré hacia ella, y le apunté con el arma.
—¿Qué haces con eso, John? — abrió sus ojos de par en par, y retrocedió—. Me dijiste que me ayudarías — lágrimas bajaron por su mejilla, y no podía sentir ni un poco de lástima.
—¿Y me creíste, Pilar? Que ingenua eres. ¿Cómo puedes creer en alguien que te tiene cautiva? Por otra parte, quiero darte las gracias por toda tu atención durante estos días. Disfruté mucho de tu comida y de tu compañía. Te agradezco también por ayudarme con el favor. Fuiste muy buena conmigo y, eso realmente lo aprecio. Para que veas que estoy agradecido contigo, haré que no sufras más y, al fin, te dejaré ser libre como siempre has querido. Juro que no voy a olvidarte nunca.
—No lo hagas, por favor — juntó sus manos, y cerró los ojos—. Hago lo que quieras, pero no me hagas daño.
—¿Lo que quiera? — asintió con su cabeza, aún con los ojos cerrados.
—De acuerdo, deja los ojos cerrados y así todo acabará más rápido — acerqué el arma a su cabeza y halé el gatillo.
Su cuerpo se desplomó al suelo y suspiré. El olor a flores me estaba causando alergia, odio el aroma que tienen.