Chapter 45 - 45

Akira

Sufrí un atentado hace una hora, y logré atrapar a uno de ellos.

—Me encantaría poder hablar contigo un rato, pero estoy corto de tiempo. ¿Quién te envió?— me miró fijamente, y guardó silencio—. Al parecer le comieron la lengua los ratones. Tráeme una cuchilla para asegurarme.

—Aquí tiene, señor— le arrebaté la cuchilla a mi empleado.

—Sujétalo. Ahora di Ah— forcé su boca, y forcejeó.

—¡Fue el Sr. Kaiza! — gritó —. Por favor, no me haga esto.

—Es un dato muy interesante. Para que veas lo agradecido y generoso que me siento, haré que te maten sin dolor — lo solté—. Encárgate de él, Keita.

—Sí, señor.

Al terminar con el hombre, esperé a Keita afuera.

—Sabía que esto iba a pasar. A ese viejo parece que tendré que también sacarlo del medio. Si no fuera una maldita pieza fundamental en mi búsqueda, lo hubiera matado antes.

—¿Qué haremos, señor?

—Cuidarnos las espaldas. Ahora que este pendejo está detrás de mí, hay que cuidar más a Lisa. Te la encargo. Estarás a cargo de ella de ahora en adelante. Te confío lo más valioso que tengo, así que no me decepciones.

—No se preocupe, señor. Puede confiar en mi absoluta protección.

—Lo sé. Eres la única persona con la que puedo contar, es por eso que te la encargo. Ya me iré a la oficina, no puedo desatenderla tanto. Yo me encargo de llevarla a la casa.

—Como ordene, señor

Lisa

—Espero podamos almorzar juntas más a menudo, lisa.

—Espero lo mismo, Yuji.

—No creí tener a alguien con quién compartir a esta hora. Siempre almuerzo en la oficina. Antes tenía tanto trabajo que intentaba almorzar rápidamente para no retrasarme— rio.

—Debe ser mucho el trabajo que se acumula, ¿No es así?

—Sí, más cuando eres nueva y no estás familiarizada.

—Espero poder familiarizarme rápido entonces— ambas reímos.

—Ya tenemos que comenzar, me iré a mi oficina. Si necesitas algo no dudes en buscarme.

—Gracias.

Caminé a mi área de trabajo y me encontré con una mujer frente a la puerta de la oficina de Akira.

—¿Puedo ayudarle, señora?

—¿Dónde está Akira?

—Siento decirle que aún no ha llegado.

—¿No estarás ocultándolo?— preguntó incrédula, y se acercó.

—No, no tengo razón para esconderlo, señora. ¿Quiere que le deje un mensaje?

—No, vine personalmente, así que lo espero.

Es la mujer más odiosa que haya podido conocer en la vida. Supongo que las personas con dinero son todas así de antipáticas.

—Si así lo desea. Puede tomar asiento ahí— señalé una silla en el pasillo.

—No, a mi Akira lo espero en su oficina.

—Eso es imposible, señora. Nadie puede entrar a su oficina sin su autorización.

—¿Me lo vas a prohibir tu, niñita?— acercó su dedo a mi rostro y cuando estaba dispuesta a responderle, Akira intervino.

—Lo prohibí yo. ¿Hay algún problema, Sra. Ima?

—Akira, quería verte, pero tu asistente es una malcriada—se acercó a Akira, y le agarró el brazo.

—Siento decirte que ella no es mi asistente, es mi prometida— se sacudió, y se paró al lado mío.

—¿Qué? No sabía qué estabas comprometido— dijo nerviosa.

—Lisa, ella es Ima; socia de la compañía y, por cierto, una de las más que invierte. ¿Qué te trae por aquí?

—Quiero hablar contigo, Akira. ¿Podemos hablar a solas?—me miró de reojo.

—También quiero hablar contigo a solas. Lisa, ¿por qué no nos buscas un café?

—Sí, señor— me fui a buscar el café.

Akira

—Entra a mi oficina. ¿Qué venías a decirme?

—Hace tiempo no nos divertimos, Akira, ¿no extrañas esos momentos?

—Quiero hablar de negocios y, entre ellos está tu querido esposo.

—¿Por qué hablar de él? ¿Por qué no nos divertimos un poco antes de que venga tu prometida?

—Creo que no me expliqué bien. No me interesa que me abras las piernas. Si quiero algo lo busco y, si no lo quiero, simplemente lo ignoro. ¿Vas a hablar de negocios o no?

—No tienes que ser tan rudo, aunque me gusta que seas así—sujetó mi corbata, y se acercó.

Hubo un toque en la puerta y Lisa entró, así que retrocedí.

—Aquí tiene, Sr. Akira. Disculpen por molestar— salió de la oficina rápidamente.

Lisa

Ni siquiera respeta que está en la oficina. ¿Qué mierda pasa por su cabeza? Podrá ser el jefe de la empresa, pero ¿Qué ejemplo le está dando a los empleados? Para el colmo con esa mujer tan antipática. Los hombres son todos iguales.

Akira

—Eso era lo que querías, ¿No?—pregunté irritado.

—No parece tu prometida. Otra mujer en su lugar hubiera buscado la manera de desquitarse contigo o conmigo. ¿Realmente es tu prometida o es que no le gustas?— soltó el veneno la víbora.

—Mis asuntos no los tengo que hablar contigo. Iré directo al grano. Quiero que controles a tu pendejo esposo. Ese viejo cretino me mandó a eliminar.

—¿Por lo de su hija? Que viejo tonto. ¿Por qué no la matastes? Esa niña es un estorbo —dijo molesta.

—Que buena madrastra tiene. ¿Harás algo al respecto o tengo que hacerlo yo?

—Trataré, pero ¿Qué ganaré a cambio?

—Fácil, seguir respirando. Verás que, no me gustan las mujeres como tú y mucho menos lo que hiciste hace un momento.

—Eso no decías antes en la cama.

—Tu misma lo dijistes, antes. Era todo lo que tenía que pedirte por ahora. Ya puedes irte. Haz bien tu trabajo.

—Si me necesitas o tienes ganas de hacerlo con una verdadera mujer, puedes llamarme. No creo que esa niña sepa lo que te gusta —tirando un guiño y un beso, salió de la oficina.

Lisa

—Adiós, niñita—se despidió la antipática de mí.

Realmente es muy estúpida y antipática. Será mejor que me vaya a la casa y siga leyendo estos libros allá. No soporto este ambiente ahora mismo.

—No pensarás irte sin mí, ¿verdad?— escuché la voz de Akira y me di prisa en coger el bolso.

—El chófer debe estar esperándome — evadí su estúpida pregunta, y me agarró la mano.

—Vamos a la oficina. ¿Por qué no continuamos donde nos quedamos?

—No gracias— quité su mano de la mía, y aligeré el paso.

—Entonces ¿prefieres hacerlo aquí?—dijo en un tono alto, lo que me hizo detener y mirarlo.

—¿Qué crees que haces?— me ruboricé.

—Si no quieres que te vaya quitando la ropa aquí, entonces vamos a la oficina —me miró fijamente.

No me quedaba de otra que hacer lo que dijo. Siempre hace lo mismo. ¿No tiene otra manera más decente de pedir las cosas? Todo tiene que ser con amenazas. Molesta entré a su oficina, y Akira cerró la puerta según entró.

—¿Esta es la forma de conseguir las cosas siempre?

—Si fueras una niña honesta, quizá no tendría que recurrir a esto, aunque me gusta la expresión que haces cuando te haces la difícil—se acercó, y sonrió.

—No me gustan las cosas así.

—Entonces ¿por qué no me buscas la vuelta tú? Ni siquiera me miras a la cara cuando estoy así de cerca. ¿Qué pasa? ¿Te averguenza que te vea excitada?— se burló.

—Siempre disfrutas de esto, ¿verdad? Te gusta burlarte de mí y de las cosas que siento.

—Sí, me gusta ver tu cara cuando te enojas. Me gusta eso y todo de ti— me encaró.

—Mentiroso. Eres un idiota y un maldito infeliz. ¡Te odio!

—Dices eso y ni siquiera puedes mirarme a los ojos cuando lo dices. ¿Qué hay con eso? Si vas a decírmelo, al menos mírame— sujetó mi mentón, obligándome a mirarlo.

Ni siquiera puedo decirlo. ¿Cómo puedo dejarme controlar por él?

—No te escucho, ¿No dirás nada? Si no respondes te voy a hacer el amor aquí y ahora, y aunque me digas que pare no lo haré. ¿Eso quieres?— pasó su mano por mi muslo y acomodó la otra por mi entrepierna.

Su mirada no permite que diga una sola palabra. ¿Acaso perdí el control de mi cuerpo, de lo que quiero y lo que deseo? Siempre hace lo que quiere conmigo. Siempre es así. Odio que siempre decida las cosas por su cuenta y no pueda hacer nada para evitarlo. Me sentía presionada a decir algo.

—Eres un maldito asesino. Lo peor que pudo pasarme. No te quiero cerca de mi nunca. ¿No comprendes que te desprecio y que no puedo sentir nada más que odio por ti? ¡Me das asco!—grité, y una lágrima bajó por mi mejilla.

Akira me soltó y retrocedió.

—Mantendré mi distancia de ahora en adelante—desvió la mirada, y salió de la oficina.

Mi corazón dolía. Decir eso me dolió. ¿Por qué tiene que doler? Dije todo eso al sentirme presionada, pero ¿qué es lo que realmente siento?

Akira

Llamada telefónica:

—Busca a Lisa, Keita.

—¿No iba a ir con ella a la casa, señor?

—Me surgió un imprevisto y tengo que irme. Búscala.

—Como ordene, señor.

Llegué al antro donde estaba Hanan y me recibió con los brazos abiertos.

—Hace tiempo no sé nada de ti. ¿Qué te trae por aquí?

—Vamos a un lugar privado.

—Está bien, espérame en la habitación.

Me fui a la habitación y al rato entró ella.

—¿Qué apeteces hoy, mi señor?

—Hazme olvidar, es todo lo que quiero ahora.

—¿Quieres que te sirva un trago primero?

—No, quítate la ropa y ven aquí.

Lisa

—Por aquí, Srta. Lisa— el chófer me abrió la puerta del auto.

Todo el camino fue en silencio, hasta que Keita decidió acabar con el.

—Se peleó con el jefe, ¿No es así?— preguntó curioso.

—Sí, pero no quisiera hablar de eso— miré a través de la ventana, pensando en todo lo que dije y en la expresión tan triste que Akira tenía. No debí decir eso.

—¿Quiere que la lleve a otro lugar, señorita?

—Sí, no quiero ir a la casa ahora.

Me llevó a la cafetería de la otra anoche. Mis lágrimas no se detenían. Tenía ira, pero a la misma vez frustración.

—Señorita, ¿Qué desea pedir?

—Quiero un té.

—Es lo mejor, la ayudará a calmarse. No me gusta verla así, señorita.

—¿Alguna vez has dicho algo que no sientes, de lo que luego te arrepientes?— desvié la mirada.

—Muchas veces. Es un error que todos cometemos. Digamos que es nuestro escudo de defensa. No sé lo que le haya pasado con el Sr. Akira, pero espero que se solucione. No puedo verla así.

—No creo que pueda arreglarlo. Lo odio, pero a la misma vez me molesta lo que siento cuando estoy cerca de él. No sé cómo explicarlo.

—Ha pasado por mucho durante todo este tiempo, es normal que le cueste un poco asimilar las cosas.

—Así ha sido siempre. Siempre obligándome y amenazándome con todo. Siempre hace y consigue lo que quiere. Un día me usa y al otro día pretende ser bueno conmigo. No sé lo que piensa o lo que siente y, no es que me interese saberlo, pero no quiero seguir teniendo que lidiar con este tipo de situaciones.

—Usted es muy importante para el Sr. Akira, señorita. Él siempre ha sido una persona cortante y sin escrúpulos, pero desde que usted llegó a su vida lo a cambiado. No sé si le sirva de algo lo que le digo, pero no dude en que el Sr. Akira se preocupa por usted.— llevó su mano a mi cabeza, y me despeinó.

—Lo dices porque eres su empleado y no puedes hablar mal de él, ¿No es así?

—No, a mi me consta. No ponga esa cara tan triste— desvió la mirada.

—No lo haré más, no tiene caso. ¿Nos vamos?

—Sí, vámonos.