Comencé a sentir un poco de incomodidad. Los hombres de Akira, lo golpearon y abusaron de él entre todos ellos. Salí de la habitación intentando tomar un poco de aire fresco. Me estaba sintiendo un poco mareada. No contaba con que Akira me seguiría.
—¿Te mando a la casa?— me giré, y se me quedó viendo.
—No, no quiero. No hasta que termine con él — se acercó, y retrocedí—. No te acerques más a mí — solté cortante.
—Entonces ¿quieres que los detenga?—preguntó, como si viera a través de mi.
Sentía asco, no es que me importe su sufrimiento, pues a él no le importó el mío, pero la idea de ver esa escena me fue muy asqueroso.
—Detén esto— desvié la mirada.
—¿Sientes remordimiento o es solo lástima?— se veía muy serio.
—Ninguna de las anteriores, solo detén esto.
—Esta bien, pero aún no he terminado con él —se dirigió a la habitación, y al momento vi a todos los hombres salir del lugar.
Me dirigí a la habitación y Akira estaba sentando a Kanji nuevamente en la silla.
—¿Qué harás ahora, Akira?—pregunté.
—A terminar con él, ¿No estás feliz?—preguntó agarrando la cuchilla.
El rostro de Kanji mostraba odio, pero a la misma vez tristeza. Mirarlo así es ver mi reflejo de cuando estuve en sus manos. Debo sentir rabia, ira, molestia, odio por todo lo que me hizo, pero ¿Por qué me siento miserable ahora?
—¿Qué dedo debería cortar primero?— acercó la cuchilla a sus dedos.
Comenzó a cortar dedo por dedo, mientras que contaba cada uno que cortaba. Escuchaba las quejas y sonidos que emitía Kanji cada vez que lo hacía. Podía verme ahí en esa silla. Veía su dolor, veía sus desesperación, escuchaba sus quejidos, pero aún así, no me sentía llena. Cuando llegué quise llenarme de valentía. Vine dispuesta a todo, ¿Qué me pasa ahora? De todas las emociones que sentía, comencé a sentir culpa, pero ¿Por qué debo sentirme culpable? Kanji me destruyó por completo, mató a mi padre y mató a mi bebé, ¿Por qué tengo que sentir esto?
—¿Qué debería ir cortando ahora? ¿Los dedos de los pies o debería cortar los brazos? Para eso necesito algo más grande— caminó fuera de la habitación buscando algo más grande con que cortar.
Mis piernas temblaban de tan solo ver este escenario. No era como antes. Podía ver sus manos llenas de sangre, los dedos en el suelo, el olor a sangre contaminaba el aire.
Akira llegó a la habitación con una pala.
—Esto tiene varios usos. Puedo usarlo para picar y a la misma vez para enterrar tus partes, para que los gusanos puedan saborearte por un tiempo. Es una lastima que no haya traído una sierra, me hubiera economizado tiempo—soltó a Kanji, y lo tiró al suelo.
Kanji no podía mover sus piernas. Los golpes que recibió con el bate en el otro momento lo inmovilizaron por completo.
—¿Tienes alguna última palabra que decir?— sacó la cinta, y lo que quedaba de su pene de la boca.
Sus alaridos de dolor se podían escuchar en la habitación, pero no más claro que el sonido que Akira hacía, cada vez que ejercía fuerza con su pierna sobre la pala en cada extremidad de Kanji. Estaba presenciando esto, y sentía mi cuerpo inmóvil. El asco y los recuerdos me invadían. Ver tanta sangre en el suelo y sentir el olor, me hacía sentir enferma.
—Los odio, los odio a los dos—lo repitió cientos de veces, en un tono tan bajo, que llegó un momento en que no sé entendía nada.
Akira colocó la pala en su cuello, haciendo presión con su pierna suavemente, evitando que respirara.
—Eres igual de pendejo que tú padre. No me arrepiento de haber matado a ese cabrón, se lo merecía. Te metiste con la persona equivocada y le hiciste daño a lo más preciado que tengo y eso no lo perdono. Vete a hacerle compañía a tu cabrón padre en el infierno—fueron las últimas palabras que dijo Akira, cuando escuché el sonido de la pala en el suelo.
No pudo hablar más. La cabeza de Kanji no estaba pegada a su cuerpo. Había sangre por todos lados. No podía seguir viendo esto.
¿Por qué no puedo sentir satisfacción? ¿Por qué me siento igual de vacía?
Akira caminó hacia donde mí. Su ropa y sus manos estaban ensangrentadas. Acercó la pala a donde mí y la tiró en el suelo de mala forma.
—Juego terminado— salió de la habitación, y se veía molesto.
Aún viendo a Kanji de esa manera no me sentía completamente feliz.
¿Por qué no puedo estarlo? ¿Acaso el problema soy yo?
Entre tantas preguntas, decidí salir de la habitación. Akira no estaba por ninguna parte, así que me dirigí al auto donde el chófer me estaba esperando.
—¿Dónde está Akira?—le pregunté.
—Se fue a la casa, Srta. Lisa.
¿Me dejó aquí y se fue? ¿En qué está pensando? Actúa como si estuviera molesto conmigo. No puedo saber lo que piensa o lo que quiere, pero el siguiente será él.
Quizás es por eso que me siento de esta manera. Quizás el problema no soy yo, el problema es él. Debo acabar con Akira.
Llegué a la casa, pero no vi ningún rastro de él. Su auto estaba estacionado afuera, en algún lugar de la casa debe estar. Me daré un baño y lo buscaré.
Luego de bañarme fui a la cocina a buscar un cuchillo. Estaba decidida a acabar con todo. Escondí la cuchilla entre mi ropa y caminé por toda la casa en busca de Akira. Los empleados no estaban, era la oportunidad perfecta. Busqué habitación por habitación, pero no estaba en ninguna. Solo me faltaba la terraza, era la última opción. ¿Dónde se pudo haber metido? Escuché su voz detrás de mí y me asusté.
—¿Me buscabas?— caminó hacia mí.
Me puso muy nerviosa escuchar su voz. No esperaba que luego de buscarlo por toda la casa, él me hubiera encontrado primero.
—¿Dónde estabas?—pregunté temblorosa.
—Dándome un baño. Llegaste y no te uniste a mi.
—No sabía, yo me bañé en el otro cuarto.
—Escuché que entraste a la habitación, pero parece que te arrepentiste— su tono fue sarcástico, que me hizo suspirar.
—¿Por qué no dormimos juntos?—le pedí, para poder acercarme a él.
—Sí, ha sido un día muy pesado y, aún lo será; además hace tiempo no duermes conmigo—respondió rápidamente.
Caminamos a la habitación, pero él estaba muy distante, debe estar molesto por algo, pero no entendía la razón. Se acercó a la mesa de noche y se sirvió un poco de agua. Quise aprovechar para acercarme más. Lo abracé por la espalda con una mano, y agarré el cuchillo con la otra. Mis manos estaban temblorosas, pero no podía arrepentirme ahora.
Mientras que pensaba en esto, Akira cortó con el silencio.
—Me molestan los traidores—diciendo esto se giró apuntándome con el arma.
¿Cómo supo que planeaba esto? Eran muchas las preguntas que tenía en mente, pero ninguna respuesta.
—¿Por qué, lisa? Hice todo esto por tí, porque me dolió todo lo que pasaste por mi culpa y porque me interesas, y así me pagas.
Mis manos temblaban y no sabía qué hacer. Si intento atacarlo, no pensará en dispararme. No puedo morir así sin poder vengar la muerte de mi padre y de mi hermana.
—Te odio, Akira— lágrimas bajaron involuntariamente por mis mejillas.
Sin darme cuenta solté el cuchillo. Pensé que Akira me mataría, pero bajó el arma y me sujetó el mentón.
—No puedo permitir que me mates todavía. Tengo mucho por hacer, pero cuando termine todos mis planes, te daré el privilegio de hacerlo, si eso te hace feliz, mientras tanto espérame un poco— bajó la cabeza y, sin decir nada más, salió de la habitación.
¿Por qué me cuesta tanto? ¿Por qué me pongo así? Si él también ha sido mi peor pesadilla, ¿Por qué no puedo matarlo? Él pudo disparar y acabar conmigo y, aún así, no lo hizo. ¿Por qué no me disparó?
Cada pregunta que pasaba por mi mente, me hacía sentir aún peor.