Olivia lo miro con miedo y horror, jamás pensó que este tipo de cosas eran reales. El olor a azufre picaba en su nariz. Sin embargo, había sido ella quien lo había invocado. Olivia tenía a su bebé de apenas un año en sus brazos, ya le costaba respirar. Estaba en la fase final de un terrible cáncer. Leucemia. Esa maldita enfermedad había destruido a su familia. Su esposo se fue de casa, la presión y la tristeza pudo con él. Pero Olivia no podía, no podía simplemente dejar ir a su hija también. Después de tantos intentos para quedar embarazada, había traído a la pequeña al mundo y ahora la horrible vida, enfermedad o destino se la querían arrebatar. Pero ya ella no estaba dispuesta.
-Te doy mi alma, pero cúrala. -Olivia estaba cegada por la desesperación. No le tembló la voz.
El demonio delante de ella le sonrió, se había disfrazado con la forma y cara de su esposo.
-Los humanos creen que con darnos sus almas lo resuelven todo. No es así, no en este caso. -su voz también era exactamente como la de su esposo.
-Entonces, ¿qué es lo que quieres? -Olivia era una mujer valiente.
-Salvare a tu hija si dejas que guarde algo dentro de ella. -su sonrisa se ensancho aún más. Las largas uñas chocaban una y otra vez contra la mesa de madera en el oscuro salón.
-¿El qué? -está vez la voz le vaciló.
-Un don. -dijo simplemente. -Un don que me ayudará en el futuro. Así que, ¿Aceptas?. -el demonio le extendió la mano.
-¿Que tipo de don?. – el demonio soltó una pequeña risa que hizo a la valiente Olivia erizarse. Entonces este se levantó, se acerco a ella y a su hija lentamente. Ella envolvió los brazos alrededor de su niña, protegiéndola.
-¿La vas a dejar morir? ¿Tan pequeña? Vas a dejar de ser madre, te quedarás sola. Jamás la verás correr, jamás escucharas un "te quiero mamá" de sus labios. Jamás la volverás a ver. Mírala, su corazón se está apagando. – Olivia bajo los ojos a su bebé y efectivamente apenas estaba respirando. Su piel tenía moretones y el brillo de sus ojos había desaparecidos.
No la iba a dejar morir.
Olivia extendió su mano y el demonio la estrecho.
Trato hecho.