Delante de mi se encontraba el hombre mas guapo que había visto, por lo menos en persona. Rondaba los veintitantos. Todo un bizcocho habría dicho Logan. Era muy apuesto, deslumbrante e intimidante. Tenía una cara asimétrica con una mandíbula fuerte y cuadrada. Tenía los ojos almendrados y de un color que jamás había visto, un verde agua casi transparente. Parecía que podía ver dentro de él si me acercaba con poco más. Sus carnosos labios se torcían en una pequeña sonrisa presumida. Su cabello era tan negro como la mismísimas oscuridad, su cabello caía en pequeñas ondas por encima de sus hombros anchos.
No quería hacerlo, pero si. Lo chequee de arriba abajo. Me pasaba como por dos cabezas y yo no era bajita. Su cuerpo lucia trabajado, atlético, sus brazos lucían fuertes apretados en esa camisa blanca. Incluso sus manos eran venosas y grandes. Definitivamente él era algo que admirar.
-¿Terminaste ya de comerme con los ojos?
Levante rápidamente mis ojos hacia los suyos y fruncí el ceño, fingiendo enojo para disimular mi vergüenza.
-¿Quién eres tú? – le pregunté, pero salió más como una exigencia.
-Soy Cyriel y tu eres Winter. - ¿cómo diablos sabía mi nombre?
-¿Nos conocemos? -es verdad que su voz era idéntica a aquella que escuche en mi casa el día de la pizza, pero era imposible que el estuviera ahí. Yo no conocía a este hombre… Su rostro era uno difícil de olvidar.
-Algo así, Te vi una vez mientras yo estaba encerrado.
¿Qué?
-No sé de qué estas hablando. Me tengo que ir.
Esta situación me daba mala espina y por mas guapo que sea, era un desconocido. A lo mejor era un psicópata o un acosador que había estado detrás de mí. Empecé a caminar queriendo poner la mayor distancia entre nosotros.
Pero él camino detrás de mi con los brazos cruzados y refunfuñando en susurros.
-No me sigas o gritaré- empecé a correr buscando a mamá y al padre, pero ya no estaban.
Me di la vuelta para ver si me seguía, pero no había nada. Se había ido. Suspiré aliviada y corrí el resto del camino hacia la puerta trasera de la iglesia.
La cena transcurrió sin novedades él padre hablo y hablo sobre los proyectos que tenia para atraer a los jóvenes a la iglesia y como podía ayudarlo. Y mamá hablo de lo emocionada que estaba por mi último año de instituto. Emocionada por qué quería que entrara al convento.
Desde hace aproximadamente unos 4 meses mi madre ha estado insistiendo en que debería convertirme en monja, de lo orgullosa que estaría. Le respondí con un rotundo no. Pero ella no pierde las esperanzas, cada que tiene una oportunidad, no la desperdicia.
Yo tengo planes diferentes, quiero ir a la universidad, quiero ir de fiesta, besar unos cuantos chicos y estudiar lo que yo quiero. Que aun no lo tengo decidido, pero definitivamente no es ser monja.
Regresamos a casa en el coche de mamá, ya eran casi las doce. Mamá dijo que estaba demasiado cansada, que tomaría una ducha y se iría a dormir.
Yo tenía que hacer tarea así que me encerré en mi habitación, puse música en la computadora y empecé.
Me tomaría casi toda la noche hacer todos estos deberes. Eso me pasa por dejar todo para el último.
Termine a las tres de la mañana, en punto. Los ojos prácticamente se me cerraban. Estaba demasiado cansada como para siguiera cambiarme, me deje caer sobre mi cama y apenas cerré los ojos me quede dormida.
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Me incorpore desconcertada al sentir como unas manos frías con largas uñas tomaban mi pie izquierdo y era arrastrada lentamente hacia el final de la cama. El pecho me subía y me baja rápidamente. El horror cruzó mis ojos cuando vi que la pequeña manta encima de mi cama era arrastrada debajo de esta.
Juntando todo valor que poseía y me asome lentamente al filo de la cama, pero no había nada. Vi la pequeña manta tirada sobre el suelo; estaba apunto de cogerla cuando fui empujada contra el cabecero y una mano fría, peluda y húmeda me tapo la boca haciendo que mi grito quedara atrapado en mi garganta.
Sentí como una lengua fría y áspera lamia el lado izquierdo de mi cara.
-Shhhh – ese sonido retumbo por toda la habitación. Mis ojos se llenaron de lágrimas. En todo la oscuridad pude ver como dos ojos amarillos y lleno de venas rojas me miraban directamente, jamás pensé que unos ojos podrían causarte tanto terror. Unas largas uñas me rozaban las mejillas. Un terrible olor a putrefacción lleno la habitación. Mis sentidos estaban nublados y el miedo me hielo de pies a cabezas.
No puede control el grito que rasgo mi garganta, entonces sentí como piles de diminutas patitas subían por mis piernas.
-Infelix. -susurro el monstruo subido encima de mi en un idioma extraño, su voz parecia la mismisima agonía. Entonces alejo su mano y pude ver su espantosa, desgarrada y podrida cara. No poseía dientes, toda su dentadura estaba hecha de huesos afilados y agrietados. Apenas había carne restante en su desfigurada cara, Quedaban solo escombros de lo que había sido un rostro humano. Sus ojos brillaron, pero antes de que llevara a cabo su misión, desapareció. Asi, si más. Se esfumo.
Como si solo hubiera sido un sueño.
-Uff eso estuvo cerca, me debes una. -reconozco inmediatamente ese rostro.
Es el hombre de la iglesia.
-Eso ocurre cuando te metes en asuntos no apropiados para una niña de tu edad. -me reto moviendo su dedo delante de mi mojada y espantada cara.
Moví mi boca, pero las palabras no salieron jamás.
-Tú… tú. -Él rodo sus ojos con impaciencia.
-He venido para protegerte.
Cyriel me observa con una sonrisa engreída, sus ojos visiblemente agotados recorren mi habitación.
-¿De qué? -susurro despacio.
-De ti misma.
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Hola chic@s se que he estado muy ausente en esta historia, pero he empezado clases virtuales y me estoy acostumbrando aa rutina. Una disculpa. Espero que estén bien. Un 😘