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Chapter 35 - Quinta parte 05 - LOS PRÍNCIPES COMERCIANTES (11)

El técnico era bajo, y su piel brillaba debido a la obesidad. Llevaba flequillo y el cráneo le relucía con un matiz rosado. Los anillos de sus dedos eran gruesos y pesados, su ropa estaba perfumada, y era el primer hombre que Mallow había encontrado en el planeta que no tenía aspecto de pasar hambre.

El técnico frunció los labios con displicencia.

Vamos, dese prisa. Tengo cosas de gran importancia que hacer. Parece usted

extranjero Parecía evaluar el traje de Mallow, completamente distinto del de los siwenneses y sus ojos se llenaron de sospechas.

No soy de la vecindad dijo Mallow, tranquilamente, pero este asunto no tiene importancia. Ayer tuve el honor de enviarle un pequeño regalo

La nariz del técnico se arrugó.

Lo recibí. Es un juguete muy interesante. Puede que lo use alguna vez.

Tengo otros regalos más interesantes. No pertenecen a la categoría de los juguetes.

¿Sí? La voz del técnico se demoró pensativamente en el monosílabo

. Me parece que ya preveo el curso de

la entrevista; ya ha ocurrido otras veces. Va a ofrecerme cualquier bagatela. Unos cuantos créditos, quizá una capa, una joya de segunda categoría; cualquier cosa que su pequeña alma crea suficiente para corromper a un técnico. Frunció el labio inferior con beligerancia. Y sé lo que usted quiere a cambio. Ha habido otros que han tenido la misma idea brillante. Quiere ser adoptado en nuestro clan. Quiere que le enseñemos los misterios de la energía atómica y el cuidado de las máquinas. Usted piensa que porque ustedes, perros de Siwenna, y probablemente se finge usted extranjero para estar a salvo, están siendo castigados diariamente por su rebelión, podrían

librarse del castigo que se merecen acumulando sobre ustedes los privilegios y protecciones del gremio de los técnicos.

Mallow hubiera hablado, pero el técnico elevó el tono de voz hasta convertirlo en un rugido.

Y ahora váyase antes de que informe de su nombre al protector de la ciudad. ¿Creía usted que traicionaría la confianza depositada en mí? Los traidores siwenneses que me precedieron ¡quizá! Pero ahora trata con una raza diferente. ¡Por la Galaxia, me maravillo de no matarle yo mismo y en este mismo momento con mis propias manos!

Mallow sonrió para sí. Todo el

discurso era evidentemente artificial en tono y contenido, de modo que toda la digna indignación degeneró en una farsa poco inspirada.

El comerciante miró humorísticamente las dos fláccidas manos a las que el otro acababa de aludir como sus posibles verdugos y dijo:

Su Sabiduría está equivocado en tres puntos. Primero, no soy un criado del virrey que ha sido enviado para probar su lealtad. Segundo, mi regalo es algo que el emperador mismo, en todo su esplendor, no posee ni poseerá nunca. Tercero, lo que quiero a cambio es muy poco; casi nada; una tontería.

¡Eso es lo que usted dice! El

tono pasó a ser de grave sarcasmo. Vamos a ver, ¿cuál es esa donación imperial que su poder infinito desea regalarme? Algo que el emperador no tiene, ¿eh? Estalló en un agudo graznido de burla.

Mallow se levantó y empujó la silla hacia un lado.

He esperado tres días para verle, Su Sabiduría, pero la exhibición soló durará tres segundos. Si quisiera coger la pistola cuya culata veo muy cerca de su mano

¿Eh?

Y dispararme, se lo agradeceré.

¿Qué?

Si yo muero, puede decir a la policía que traté de sobornarle para que

traicionara secretos del gremio. Recibirá grandes alabanzas. Si no muero, puede quedarse con mi escudo.

Por primera vez, el técnico se dio cuenta de la iluminación débilmente blanca que rodeaba a su visitante, como si se hubiera sumergido en polvos de perla. Levantó la pistola al nivel deseado y guiñando un ojo, cerró el contacto.

Las moléculas de aire apresadas en la súbita oleada de desintegración atómica se desmembraron en resplandecientes, ardientes iones; el rayo trazó una línea muy fina que llegó al corazón de Mallow ¡y salió despedido!

Mientras la tranquila mirada de

Mallow permanecía inmutable, las

fuerzas atómicas que le rodeaban se consumieron contra aquella frágil y nacarada iluminación, y se desvanecieron en la luz del mediodía.

La pistola del técnico cayó al suelo con un ruido que pasó desapercibido.

Mallow dijo:

¿Tiene el emperador un escudo de fuerza personal? Usted puede tener uno.

El técnico murmuró:

¿Es usted un técnico?

No.

Entonces ¿dónde ha obtenido eso?

¿Qué importa? Mallow estaba fríamente airado. ¿Lo quiere? Una delgada cadena de eslabones cayó sobre

la mesa. Aquí está.

El técnico se apresuró a cogerla y tocarla nerviosamente.

¿Está completa?

Completa.

¿Dónde está la energía?

El dedo de Mallow cayó sobre el eslabón más grande, recubierto por un estuche de plomo.

El técnico levantó la vista, y su rostro estaba congestionado por la sangre.

Señor, soy un técnico de grado superior. Tengo veinte años a mis espaldas como supervisor y estudié con el gran Bler en la Universidad de Trántor. Si usted tiene la desfachatez de decirme que en un pequeño espacio del tamaño de

una nuez, hay un generador atómico, estará ante el protector dentro de tres segundos.

Explíquelo usted mismo, si puede. Yo digo que está completo.

El rubor del técnico se desvaneció lentamente al colocarse la cadena alrededor de la cintura y, siguiendo el ademán de Mallow, apretó el eslabón. La irradiación que le rodeó centelleó con luz mortecina. Lentamente, ajustó su desintegrador hasta un mínimo de fuego.

Y entonces, convulsivamente, cerró el circuito y el fuego atómico se precipitó contra su mano, sin hacerle daño.

Gritó:

¿Y si ahora le disparo, y me quedo

el escudo?

¡Inténtelo! dijo Mallow. ¿Cree que le he dado el único que tengo? Y él estaba, asimismo, sólidamente envuelto en luz.

El técnico soltó una risita nerviosa. La pistola cayó sobre la mesa. Dijo:

¿Y qué es esa nadería, esta tontería que quiere a cambio?

Quiero ver sus generadores.

Usted sabe que está prohibido. Significaría la expulsión al espacio para los dos

No quiero tocarlos ni tener nada que ver con ellos. Quiero verlos desde lejos.

¿Si no?

Si no, usted tiene su escudo, pero yo tengo otras cosas. Por ejemplo, una pistola especialmente diseñada para atravesar ese escudo.

Humm. El técnico desvió la mirada. Venga conmigo.