Asper Argo el Bienamado, comodoro de la República de Korell, saludó la entrada de su esposa con un fruncimiento de sus ralas cejas. Para ella, por lo menos, su epíteto no tenía aplicación. Incluso él lo sabía.
Ella dijo, con una voz tan fina como su cabello y tan fría como sus ojos:
Mi gracioso señor, según tengo entendido has llegado a una decisión acerca del destino de la Fundación.
¿De verdad? repuso el
comodoro, con acritud. ¿Y qué otras cosas abarca tu versátil entendimiento?
Bastantes, mi muy noble esposo. Has tenido otra de tus vacilantes consultas con tus consejeros. Estupendos consejeros. Con infinito desprecio. Un montón de idiotas que obtienen sus estériles beneficios y los aprietan contra su pecho hundido ante el desagrado de mi padre.
¿Y cuál, querida fue la dulce réplica, es la excelente fuente de la que tu entendimiento extrae todo esto?
La comodora soltó una carcajada.
Si te lo dijera, mi fuente sería más cadáver que fuente.
Bueno, tienes tus procedimientos
propios, como siempre. El comodoro se encogió de hombros y dio media vuelta. En cuanto al desagrado de tu padre, mucho me temo que te refieres a una negativa obstinada de enviar más naves.
¡Más naves! repitió ella, acalorada. ¿No tienes cinco? No lo niegues. Sé que tienes cinco; y te han prometido una sexta.
Me la prometieron para el año pasado.
Pero una, sólo una, puede reducir a cenizas a esa Fundación. ¡Sólo una! Una, para borrar sus pequeñas naves de pigmeo del espacio.
No podría atacar su planeta, ni
siquiera con una docena.
¿Y cuánto duraría su planeta con el comercio arruinado, y sus cargamentos de juguetes y bagatelas destruidos?
Esos juguetes y bagatelas significan dinero dijo, suspirando. Una gran cantidad de dinero.
Pero si tú tuvieras la misma Fundación, ¿no tendrías todo lo que contiene? Y si tuvieras el respeto y la gratitud de mi padre, ¿no tendrías mucho más de lo que la Fundación podría darte nunca? Hace tres años, más, desde que ese bárbaro vino con su muestrario mágico. Ya hace bastante tiempo.
¡Querida mía! El comodoro se volvió y la miró a la cara. Me estoy
volviendo viejo. Estoy cansado. No tengo la flexibilidad necesaria para resistir tu boca de serpiente. Dices que ya sabes lo que he decidido. Bueno, lo he hecho. Ya está listo, y habrá guerra entre Korell y la Fundación.
¡Bueno! La figura de la comodora se expandió y sus ojos centellearon. Por fin has aprendido lo que es la sabiduría, si bien cuando ya chocheas. Y cuando seas el dueño de la región, puedes ser lo suficientemente respetable como para ser alguien de peso e importancia en el imperio. Por lo pronto, podremos abandonar este mundo de bárbaros y acudir a la corte del virrey. Eso es lo que haremos.
Se marchó con una sonrisa, y una mano en la cadera. Su cabello despidió rayos con la luz.
El comodoro espero, y después dijo a la puerta cerrada, con maldad y odio:
Y cuando sea el dueño de lo que tú llamas la región, seré suficientemente respetable para arreglármelas sin la arrogancia del padre y la lengua de la hija. ¡Sin ninguna de las dos cosas!