Onum Barr era viejo, demasiado para asustarse. Desde los últimos disturbios, había vivido solo en las afueras con los libros que salvara de las ruinas. No tenía nada que temer, y menos por los gastados restos de su vida, de modo que se enfrentó con el intruso sin alterarse.
Tenía la puerta abierta explicó el desconocido.
Su acento era seco y duro, y Barr no dejó de notar la extraña arma portátil de acero azul que colgaba de su cadera. A la
media luz de la reducida habitación, Barr vio el brillo de un campo de fuerza que rodeaba al hombre.
Dijo, con cansancio:
No hay razón para tenerla cerrada.
¿Desea algo de mí?
Sí. El desconocido permaneció de pie en el centro de la estancia. Era alto y corpulento. Su casa es la única que hay por los alrededores.
Es un lugar desolado convino Barr, pero hay una ciudad hacia el este. Puedo mostrarle el camino.
Dentro de un rato. ¿Puedo sentarme?
Si las sillas le sostienen dijo el anciano, gravemente. También son
viejas. Reliquias de una juventud mejor.
El extranjero dijo:
Me llamo Hober Mallow. Soy de una provincia lejana.
Barr asintió y sonrió.
Su modo de hablar me lo ha revelado hace ya rato. Yo soy Onum Barr de Siwenna y antiguo patricio del imperio.
Y esto es Siwenna. Sólo tuve viejos planos para guiarme.
Tenían que haber sido realmente muy viejos para que la posición de las estrellas hubiera cambiado.
Barr estaba sentado, inmóvil, mientras los ojos del otro vagaban soñadoramente. Observó que el campo de
fuerza atómica se había desvanecido de su alrededor y admitió secamente para sí que su persona ya no parecía formidable a los desconocidos o incluso, para bien o para mal, a sus enemigos.
Dijo:
Mi casa es pobre y mis recursos, pocos. Puede usted compartir lo que tengo si su estómago resiste el pan negro y el maíz seco.
Mallow meneó la cabeza.
No, ya he comido y no puedo quedarme. Todo lo que necesito es que me indique cómo llegar al centro del Gobierno.
Eso es muy fácil. ¿Se refiere usted a la capital del planeta, o del Sector
Imperial?
El hombre joven entrecerró los ojos.
¿No son las dos lo mismo? ¿No es esto Siwenna?
El viejo patricio asintió lentamente.
Siwenna, sí. Pero Siwenna ya no es la capital del Sector Normánico. Su viejo mapa estaba equivocado, después de todo. Las estrellas pueden no cambiar en siglos, pero las fronteras políticas son demasiado inestables.
Es un verdadero contratiempo. Enorme. ¿Está la nueva capital muy lejos?
Está en Orsha II. A veinte parsecs de aquí. Su mapa le servirá. ¿Es muy viejo?
Tiene ciento cincuenta años.
¿Tanto? El anciano suspiró. La historia ha cambiado mucho desde entonces. ¿Sabe algo al respecto?
Mallow negó lentamente con la cabeza.
Es usted afortunado dijo Barr. Ha sido un tiempo muy malo para las provincias, excepto durante el reinado de Stannell VI, y él murió hace cincuenta años. Desde entonces, la rebelión y la ruina, la ruina y la rebelión. Barr se preguntó si estaría hablando demasiado. Llevaba una vida muy solitaria, y tenía muy pocas oportunidades de hablar con alguien.
Mallow dijo, con súbita agudeza:
La ruina, ¿eh? Lo dice usted como si la provincia estuviera empobrecida.
Quizá no en términos absolutos. Los recursos físicos de veinticinco planetas de primera categoría tardan mucho tiempo en agotarse. Sin embargo, en comparación con el siglo pasado, hemos caído muy abajo y aún no hay signos de recuperación. ¿Por qué está tan interesado en todo esto, joven? ¡Es usted muy vivo y sus ojos brillan!
El comerciante estuvo a punto de sonrojarse, cuando los mortecinos ojos parecieron adentrarse demasiado en los suyos y sonreír ante lo que vieron.
Dijo:
Soy un comerciante de fuera del borde de la Galaxia. He localizado algunos mapas viejos, y pretendo abrir nuevos mercados. Naturalmente, me preocupa oír hablar de provincias empobrecidas. No se puede ganar dinero en un mundo que no tenga riquezas. Vamos a ver, ¿cómo está Siwenna, por ejemplo?
El anciano se inclinó hacia adelante.
No podría decírselo. Quizá no esté tan mal. ¿Pero dice que usted es un comerciante? Parece más bien un guerrero. No aparta la mano del arma y tiene una cicatriz en la mejilla.
Mallow sacudió la cabeza.
No hay mucha ley en el lugar de donde vengo. La lucha y las cicatrices
forman parte de los gastos generales de un comerciante. Pero la lucha sólo es útil cuando hay dinero al final, y si puedo conseguirlo sin ella, es mucho más cómodo. ¿Encontraré aquí el dinero suficiente como para que valga la pena luchar? Apuesto a que no me será difícil verme envuelto en la lucha.
Nada difícil convino Barr. Podría unirse a los remanentes de Wiscard en las Estrellas Rojas. Sin embargo, no sé si esto puede llamarse lucha o piratería. O podría unirse a nuestro gracioso virrey actual, gracioso por derecho a asesinato, pillaje, rapiña, y la palabra de un joven emperador, legalmente asesinado. Las fláccidas
mejillas del patricio enrojecieron. Sus ojos se cerraron y después volvieron a abrirse, brillantes como los de un pájaro.
No parece muy amigo del virrey, patricio Barr dijo Mallow. ¿Y si yo fuera uno de sus espías?
¿Y qué si lo es? replicó Barr, amargamente. ¿Qué puede llevarse? Hizo un gesto señalando el interior desnudo de la destartalada mansión.
Su vida.
Me abandonaría con bastante facilidad. Hace demasiados años que está conmigo. Pero usted no es uno de los hombres del virrey. Si lo fuera, quizá mi instintivo sentido de la preservación me mantendría la boca cerrada.
¿Cómo lo sabe?
El anciano se echó a reír.
Parece como si sospechara. Vamos, apostaría algo a que cree que estoy tratando de hacerle caer en una trampa para denunciarle al Gobierno. No, no. Me he retirado de la política.
¿Que se ha retirado de la política?
¿Se retira un hombre de eso alguna vez?
¿Cuáles han sido las palabras que ha empleado para describir al virrey? Asesinato, pillaje, y todo eso. No parecía objetivo. No exactamente. No como si se hubiera retirado de la política.
El anciano se encogió de hombros.
Los recuerdos aguijonean al llegar súbitamente. ¡Escuche! ¡Juzgue por sí
mismo! Cuando Siwenna era la capital de la provincia, yo era patricio y miembro del senado provincial. Mi familia era antigua y distinguida. Uno de mis bisabuelos había sido No, eso no importa. Las glorias pasadas son un pobre alimento.
Lo comprendo dijo Mallow;
hubo una guerra civil, o una revolución.
El rostro de Barr se ensombreció.
Las guerras civiles son crónicas en estos días de degeneración, pero Siwenna se había mantenido aparte. Bajo Stannell VI, casi había alcanzado su antigua prosperidad. Pero siguieron unos emperadores débiles, y emperadores débiles significan virreyes fuertes, y
nuestro último virrey, el mismo Wiscard cuyos secuaces todavía hacen presa en el comercio entre las Estrellas Rojas, deseaba la púrpura imperial. No era el primero que lo hacía. Y si hubiera triunfado, no hubiera sido el primero en hacerlo.
»Pero fracasó. Pues cuando el almirante del emperador se acercaba a la provincia al frente de su flota, la misma Siwenna se rebeló contra su virrey rebelde. Se interrumpió, tristemente.
Mallow se encontró sentado en el borde de la silla, escuchando con atención, y se relajó lentamente.
Continúe, señor, por favor.
Gracias dijo Barr, con cansancio
. Es usted muy amable al seguir el humor de un anciano. Se rebelaron; o debería decir, nos rebelamos, pues yo era uno de los jefes menores. Wiscard se fue de Siwenna, poco antes de que pudiéramos atraparle, y el planeta, y con él la provincia, abrió sus puertas al almirante con un gesto de lealtad hacia el emperador. No estoy seguro de por qué lo hicimos. Quizá nos sintiéramos leales hacia el símbolo, si no hacia la persona, del emperador un niño vicioso y cruel. Quizá temiéramos los horrores de un asedio.
¿Y bien? apremió Mallow, amablemente.
Bueno fue la triste respuesta,
aquello no bastó al almirante. Quería la gloria de conquistar una provincia rebelde y sus hombres ansiaban el botín que tal conquista implicaría. De modo que, mientras la gente seguía reunida en todas las ciudades grandes, aclamando al emperador y su almirante, ocupó todos los centros armados, y después ordenó atacar a la población con armas atómicas.
¿Con qué pretexto?
Con el pretexto de que se habían rebelado contra su virrey, ungido por el emperador. Y el almirante se convirtió en el nuevo virrey, por virtud de un mes de masacre, pillaje y completo horror. Yo tenía seis hijos. Cinco murieron de distintas formas. Tenía una hija. Espero
que muriera, eventualmente. Yo me escapé porque era viejo. Vine aquí, demasiado viejo incluso para preocupar a nuestro virrey. Inclinó su cabeza gris
. No me dejaron nada, porque había contribuido a expulsar a un gobernador rebelde y privado a un almirante de su gloria.
Mallow permaneció silencioso y esperó.
¿Qué pasó con su sexto hijo?
preguntó luego dulcemente.
¿Eh? Barr sonrió amargamente
. Está a salvo, pues se ha unido al almirante como un soldado corriente bajo un nombre supuesto. Es artillero en la flota personal del virrey. Oh, no, veo lo
que expresan sus ojos. No es un hijo desnaturalizado. Me visita cuando puede y me da lo que puede. Me mantiene con vida. Y algún día, nuestro gran y glorioso virrey se arrastrará hasta la muerte, y será mi hijo el que le ejecute.
¿Y explica esto a un desconocido? Pone en peligro a su hijo.
No. Le ayudo, al introducir a un nuevo enemigo. Y si yo fuera amigo del virrey, le diría que desplegara todas su naves hacia el espacio exterior, y limpiara hasta el borde de la Galaxia.
¿No hay naves allí?
¿Ha encontrado alguna? ¿Le ha dificultado la entrada alguna guardia espacial? Con muy pocas naves, y las
provincias fronterizas llenas de intriga e iniquidad, no se puede malgastar ni una sola para guardar los soles bárbaros exteriores. No nos había amenazado ningún peligro desde el fragmentado borde de la Galaxia hasta que usted llegó.
¿Yo? Yo no represento ningún peligro.
Habrá más después de usted. Mallow meneó la cabeza lentamente.
No estoy seguro de comprenderle.
¡Escuche! Había una entonación febril en la voz del anciano. Le he conocido en el momento de entrar. Tiene un campo de fuerza alrededor del cuerpo, o lo tenía cuando lo he visto por primera
vez.
Un silencio lleno de duda, después:
Sí, lo tenía.
Bien. Eso fue un error, pero usted no lo sabía. Sé algunas cosas. En estos días de decadencia no está de moda ser culto. Los acontecimientos se suceden con gran rapidez y el que no lucha contra la marea con armas atómicas es barrido para siempre, como yo lo fui. Pero yo era instruido, y sé que en toda la historia de la energía atómica nunca se ha inventado un campo de fuerza portátil. Tenemos campos de fuerzas enormes, capaces de proteger a una ciudad, o incluso una nave, pero no a un solo hombre.
¡Ah! Mallow frunció los labios
. ¿Y qué deduce de todo eso?
Ha habido historias que se han filtrado a través del espacio. Viajan por extraños caminos y se deforman a cada parsec, pero cuando yo era joven había una pequeña nave de extraños hombres, que no conocían nuestras costumbres y no podían decir de dónde procedían. Hablaron de unos magos existentes al borde de la Galaxia; magos que brillaban en la oscuridad, que volaban sin ayuda por el aire, y a quienes las armas no afectaban en modo alguno.
»Nos reímos. Yo también me reí. Lo había olvidado hasta hoy. Pero usted brilla en la oscuridad, y no creo que mi pistola, si tuviera una, le hiriera. Dígame,
¿puede volar por el aire tal como está sentado ahora?
Mallow dijo, con calma:
No puedo hacer nada de todo eso. Barr sonrió.
Me alegra la respuesta. Yo no examino a mis huéspedes. Pero si hay magos, si usted es uno de ellos, puede haber algún día un gran influjo suyo, o de usted. Quizá eso fuera lo mejor. Quizá necesitemos sangre nueva. Después, murmuró algo para sí y prosiguió: Pero también funciona del otro modo. Nuestro nuevo virrey también sueña, como lo hacía nuestro viejo Wiscard.
¿También con la corona del emperador?
Barr asintió.
Mi hijo oye rumores. En el séquito personal del virrey, es imposible evitarlos. Y me los cuenta. Nuestro nuevo virrey no rehusaría la corona si se la ofrecieran, pero conserva su línea de retirada. Algunas historias dicen que, a falta de las alturas imperiales, planea erigir un nuevo imperio en las regiones bárbaras. Se dice, pero yo no lo juraría, que ya ha dado a una de sus hijas como esposa a un reyezuelo de algún lugar de la Periferia, no marcado en los mapas.
Si uno prestara oídos a todas las historias
Lo sé. Hay muchas más. Soy viejo y digo tonterías. Pero ¿qué dice usted?
Y aquellos penetrantes y ancianos ojos le examinaron fijamente.
El comerciante reflexionó.
No digo nada. Pero me gustaría preguntarle algo. ¿Tiene Siwenna energía atómica? No, espere, sé que posee el conocimiento de la energía atómica. A lo que me refiero es a si tienen generadores de energía intactos, o si los destruyó el reciente saqueo.
¡Destruirlos! Oh, no. Medio planeta hubiera sido arrasado antes de tocar la estación de energía más insignificante. Son irreemplazables y abastecen la energía de las naves. Casi con orgullo, añadió: Tenemos las más grandes y mejores en este sector aparte
del mismo Trántor.
¿Qué tendría que hacer primero para ver esos generadores?
¡Nada! contestó Barr, con decisión. No podría acercarse a ningún centro militar sin que le dispararan inmediatamente. Nadie podría hacerlo. Siwenna aún carece de derechos civiles.
¿Quiere decir que todas las estaciones de energía están a cargo de los militares?
No. Hay las estaciones de ciudades pequeñas, las que suministran la energía para calentar e iluminar las casas, vehículos, y demás. Ésas son casi peor. Están controladas por los técnicos.
¿Quiénes son?
Un grupo especializado que supervisa las plantas de energía. El honor es hereditario, y los jóvenes empiezan como aprendices de la profesión. Estricto sentido del deber, honor, y todo eso. Nadie más que un técnico podría entrar en una estación.
Comprendo.
Sin embargo añadió Barr, yo no digo que no haya habido casos en que los técnicos se hayan dejado sobornar. En los días en que tuvimos nueve emperadores en cincuenta años y siete de ellos fueron asesinados cuando todos los capitanes espaciales aspiran a la usurpación de un virreinato, y todos los virreyes al imperio, supongo que incluso
un técnico puede dejarse comprar con dinero. Pero se requeriría mucho, y yo no tengo nada. ¿Tiene usted?
¿Dinero? No. ¿Pero acaso sólo se soborna con dinero?
¿Con qué otra cosa, si el dinero compra todo lo demás?
Hay muchas cosas que el dinero no puede comprar. Ahora le agradecería que me dijera dónde se encuentra la ciudad más próxima con una de la estaciones, y cuál es el mejor modo de llegar a ella.
¡Espere! Barr extendió sus delgadas manos. ¿Adónde va con tanta prisa? Yo no le hago preguntas. Pero en la ciudad, donde los habitantes aún son considerados rebeldes, sería detenido por
el primer soldado o guardia que oyera su acento o viera su ropa.
Se puso en pie y de una vieja cómoda extrajo una libreta.
Mi pasaporte falso. Me escapé con él.
Lo puso en manos de Mallow y le hizo cerrar los dedos sobre él.
La descripción no coincide, pero si usted lo enseña, hay muchas posibilidades de que no lo miren demasiado.
¿Y usted? Se quedará sin ninguno. El viejo exiliado se encogió
cínicamente de hombros.
¿Y qué? Y otra precaución.
¡Cuidado con la lengua! Su acento es
bárbaro, sus expresiones muy peculiares, y a cada momento suelta usted los arcaísmos más sorprendentes. Cuanto menos hable, menos sospechas levantará. Ahora le diré cómo llegar a la ciudad
Cinco minutos después, Mallow se había ido.
No se volvió más que una vez, un momento, hacia la casa del viejo patricio, antes de irse definitivamente. Y cuando Onum Barr salió a su pequeño jardín al día siguiente, encontró una caja a sus pies. Contenía provisiones, provisiones concentradas como se encuentran a bordo de una nave, y tenían un gusto y una preparación desconocidos para él.
Pero eran buenas, y duraron mucho tiempo.