La mañana es calurosa y pasa despacio.
El aire acondicionado se ha estropeado y está sudando como si no hubiese un mañana.
Pero eso da igual. Nada de ese calor es peor que la música que pone el agente Martí.
Ese maldito fan enfermo de Elvis la está matando poco a poco. Ya tiene pesadillas en las que la banda sonora es el "Jailhouse Rock".
"Algún día le voy a destrozar ese maldito cassette a Martí". Esos son los pensamientos de la detective Elvira.
Tiene despacho propio en la comisaría, pero parece que las paredes son tan finas como el papel de fumar, y todo sonido las traspasa.
Después de tres cuartos de hora, la detective puede centrarse en los papeles que tiene delante de su mesa.
Son los resultados de la autopsia de Martín Dédalo. Han tardado en dárselo una semana.
"Esto en Madrid no pasaba..." Piensa la detective a la vez que ojea los resultados.
Efectivamente, la muerte fue causada por una alta ingesta de cianuro, tal como vaticinó Álvaro.
"Ese es otro tema, ese muchacho es un maldito diablo. Sabe todo de un asesinato con solo verlo durante dos minutos."
En verdad, Elvira ha revisado el expediente de Álvaro. Nada, solo pone en que instituto estudia, y el número de casos que ha ayudado a resolver. Eso último constituye el grueso del dossier de catorce páginas que le dieron en archivos.
Tres horas después, Elvira todavía no sabe que rumbo debe tomar la investigación del pianista.
Martí la está volviendo loca. La música ha ido de Elvis al "Never Gonna Give You Up", y eso la está hartando.
- ¡Martí, a mí despacho!- Grita Elvira desde la puerta de su despacho.
- Sí jefa, ¿Que ocurre? ¿Sabe ya que tenemos que hacer con el tema del pianista?
Por suerte, la música la ha apagado al ir al despacho y ya se puede pensar.
- Todavía no Martí. Pero usted, ¿Cómo cree que debería hacerlo? Yo estoy bloqueada.
- Pues bueno jefa, la verdad es que es un asunto muy turbio, yo que usted llamaría a Álvaro Mellado.
Elvira le mira.
"Otra vez a depender de ese muchacho". Piensa Elvira.
Tardará un tiempo en hacerse a la presencia del joven, pero sabe que es de utilidad una mente tan brillante como la suya.
- De acuerdo, vaya a buscarle.
- Detective, yo no estoy autorizado a ir a por el, solo puede ir usted.
- Y bien, ¿Dónde lo puedo encontrar?
- Ahora se encuentra en su instituto, Jesuitas, en la calle Duques de Nájera.
- Bien, preparame el coche patrulla, en media hora lo traigo.
- Enseguida jefa.
Elvira condujo tranquilamente el coche patrulla por las calles de Logroño.
Aunque llevaba menos de una semana en la ciudad, había hecho un esfuerzo por aprenderse las calles de la pequeña ciudad.
Se plantó en la puerta del colegio.
Entró por la puerta acristalada. Al ver la placa del cinturón, una de las mujeres de secretaría le preguntó que si había algún problema.
- Ando buscando a Álvaro Mellado.
- No se preocupe agente, ahora lo busco.
La secretaria teclea el nombre rápidamente en el ordenador.
- Se encuentra en la clase 2°A de bachillerato, el edificio del fondo, la segunda planta.
- Perfecto, muchas gracias.
Elvira cruza el patio tranquilamente.
Todo está desierto.
Entra en el edificio. La temperatura tampoco es tan agobiante como afuera.
Sube las escaleras. 2°B, 2°C... 2°A.
Llama a la puerta.
Un profesor con una incipiente calva, y una barba canosa le abre la puerta.
- Soy la detective Elvira Moyá. Vengo buscando a Álvaro Mellado.
- Está dentro, ¿Se ha metido en algún lío?
- No se preocupe, es un asunto de trabajo.
El profesor, preocupado, le cede el paso a la detective.
- Álvaro, la detective Moyá te busca.
Álvaro levanta la cabeza del libro de biología que tiene en la mesa, y qué tan detenidamente estaba leyendo, rápidamente.
- En serio, detective Moyá, sé que usted es nueva y todo eso. ¿Pero nadie le ha dicho que ya hablamos sobre lo de venir a buscarme a clase?
Elvira se queda un poco sorprendida, pero no tanto como los compañeros que están en clase con Álvaro, que la miran con los ojos como platos.