Las miradas atónitas de los alumnos van de Elvira a Álvaro, de Álvaro a Elvira.
Después de un pequeño rato de silencio, Álvaro comienza a guardar sus cosas en la mochila.
La gente comienza a cuchichear. "¿Qué habrá hecho?" "Hace unos años también vino un policía a buscarle". Son pocos los que conocen bien a Álvaro, pero ninguno conoce su trabajo de asesor a tiempo parcial. Una lástima, les encantaría.
Álvaro se acerca a Elvira con la mochila al hombro.
- Bien, el asunto va a ser que me va a tener que firmar un justificante de por qué me voy con usted.
- Sí, por supuesto, aquí lo traigo.
Elvira le entrega el papel al todavía atónito profesor de biología.
Por suerte para la detective Moya, Julián le había comentado ese tema de los justificantes en el instituto de Álvaro.
- Bien, pues vayamos a la comisaría.
Dice Álvaro a la vez que sale por la puerta.
- Bueno... Perdón por la interrupción.
Se despide Elvira a la vez que sale también del aula.
El viaje en coche hasta la comisaría es callado, ninguno dice nada hasta llegar al despacho.
- Y bien detective Moya. ¿Qué es tan urgente para que se vea forzada a sacarme de clases?
Sentándose en su silla, Elvira mira cansada a Álvaro.
"Directo y al grano, me gusta". Puede parecer lo contrario, pero el carácter de Elvira tampoco es tan diferente del de Álvaro.
- Bien, señor Mellado, el motivo es...
- Por favor, solo llámeme Álvaro. El señor Mellado es mi abuelo.
- De acuerdo...- Dice la detective desconcertada - Bien... Álvaro... El motivo es que ha pasado ya un tiempo de lo del pianista y todavía no tenemos nada, ni sospechosos, ni nada... Ese hombre actuaba como un verdadero ermitaño.
- Tiene razón detective Moya, es complicado, pero no imposible. Después de haber estado buscando y preguntando por su entorno, me di cuenta de que estaba aislado desde hacía tiempo. Pero nadie puede vivir siempre solo y no dejar ninguna huella.
Álvaro saca un USB de su mochila.
- ¿Puedo conectarlo a su ordenador?
- Si, por supuesto.- Dice Elvira, cada vez más intrigada.
Álvaro lo conecta, y un ratito después, empieza a enseñar una serie de imágenes.
- Bien, como le decía, nadie es capaz de no dejar huella alguna. Y efectivamente, nuestro pianista dejó huella, lo que pasa es que hace varios años. Para verlo, tuve que ir a la pinacoteca regional. Supuse que un pianista de éxito en el pasado, que reside en Logroño, tendría algo de resonancia en los periódicos locales.
Elvira asiente. "¿Cómo no se me ha podido ocurrir a mi?" Se pregunta mentalmente la detective.
- Bien, pues en la pinacoteca, efectivamente encontré cosas, pero una me dejó más impresionado: en un artículo, se le acusaba del asesinato del que era por entonces un ayudante suyo.
El interés de Elvira va en aumento.
- Al señor Dédalo se le acusaba de haber matado al señor Jaime Arrigorriaga, su ayudante, en defensa propia por un lío de faldas en el que ambos se habían visto envueltos.
- ¿Un lío de faldas?- Pregunta Elvira.
- La susodicha mujer se llamaba Camila Fuster. Se decía que tenía una aventura con el señor Dédalo, pero que estaba prometida con el señor Arrigorriaga. Por lo visto, un día Jaime les vió, montó en cólera, trató de matar a su jefe, y este defendiéndose lo mató sin querer. O eso es lo que dice el acta judicial del caso.
- ¿Y cuándo ocurrió eso?
- Pues fue hace unos cuarenta y tres años. Si le sirve de ayuda, el artículo de periódico también menciona una amenaza de muerte a Dédalo por parte de Lucas Arrigorriaga, el hermano menor del asesinado Jaime. Por cierto, todos los integrantes de la historia, excepto Martín y Jaime, están vivos.
- Perfecto Álvaro, entonces tenemos sospechosos. ¿Has investigado algo más?
- Sí, pero todavía no tengo ninguna información útil.
- Avísame si descubres algo.
- Así lo haré.
- Perfecto, entonces, dile a Martí que te lleve de vuelta a clases.
Álvaro asiente con la cabeza y se va del despacho.
Elvira se queda sola. "Por fin esto sale adelante, ya hay sospechosos".