Aún sabiendo que nadie le observa, está intranquilo.
Pueden ser las copas que se ha tomado, o el tabaco que ha fumado. Puede ser eso lo que lo altere, pero esta seguro de que eso no es.
Esos días ha estado muy sensible, la fecha está encima.
Toma la foto entre sus manos. "Esta foto no debería existir, hace mucho tiempo de todo aquello", eso es lo que piensa Martín.
Y en verdad que hace años de que se tomó esa foto y de que ocurrió todo, pero no por ello el odio y el miedo se han relajado. Más bien todo lo contrario.
Desde que recibió aquella maldita foto no ha podido dormir tranquilo.
Solo es esa foto, y la fecha que pone detrás, la de hoy, 24 de marzo de 2017. Sin sello, sin remitente.
"Tranquilízate, no pueden hacerte nada si no sales de casa, es imposible". Eso se dice Martín para tranquilizarse. Pero no sirve, nada sirve, la foto ha movido algo por dentro, un miedo que hacía años que estaba dormido y que había despertado.
Otra copa más, y otra después. Ya no recuerda ni cuántas lleva tomadas.
Aún así, el alcohol no hace que borre de su cabeza el miedo que siente.
Se acerca al piano. Se sienta en el taburete. Comienza a tocar.
El efecto tranquilizador es inmediato.
Las notas salen solas de sus dedos, fluyen como el agua.
La melodía es lúgubre, triste, pero hermosa. Siempre ha sido su favorita.
Se titula "El canto del cisne", que apropiado. Pues si el cisne solo canta antes de morir, él la tocó también.
Se apaga la música, se apaga la vida. No volvió a respirar nunca más.