Después de la reunión con el General, Álvarez no podía mantenerse tranquilo, por más que lo intentará una infinidad de pensamientos invadian su cerebro, intentaba alegrarse porque tenía una oportunidad para demostrar si valía, pero la sola idea de fracasar y perder todo, le producía un horrible escalofrío, no podía sacar la vista del buzón del correo, sabía que en algún momento llegaría, pero no tenía la valentía para abrirlo, sus ojos variaban del buzon a la vetana en donde se ubicaban unas macetas diminutas; intento despejarse bebiendo un poco, pero no funciono el sabor del alcohol y su seductor olor, solo empeoraron sus pensamientos. Entonces vio como se deslizaba por la rendija una ligera carta, y volvió a dar un profundo sobró. Su cuerpo, estaba bien entrenado por más que había mucho alcohol en su sangre, logro levantarse a la misma hora de siempre pero con un insoportable dolor de cabeza. Sus ojos estaban rojos, no sabía si era porque había llorado o porque había bebido demasiado, pero si se acordaba de algo, tenía que estar dentro de cuatro horas, en la casa de sus padres, como lo temia le habían citado.
Nunca se llevó bien con ellos, sobretodo con su padre, quien lo trata como a un soldado más, con una frialdad muy esperada, se acercó a la cocina y saco del aparador una bolsa llena de panes, empezó a devorar uno mientras se acercaba al baño, que solo tenía un lavadero con un espejo, un retrete y un pequeño estante dónde había una cajita que guardaba medicamentos, para el estreñimiento, el insomnio, el estrés y la resaca. Después, de salir de la ducha se encontraba clamado y listo para encarar a su familia, a fin de cuentas, no tenía más opción que hacerlo. Salió de su pequeña casa y tomo un taxi, el viaje duro menos de veinte minutos.
La casa de su familia, a diferencia de la suya, era enorme, tenía tres pisos todos con una excelente vista a la cuidad; destacando la terraza en donde se habia improvisado un pequeño jardin, que en su mente opacaba por completo a las pequeñas macetas que tenia al borde de sus ventanas; en el primer piso solo se encontraban una gran sala de estar que conectaba a un patio en donde se lucia una psicina de tamaño regular; la sala tambien conectaba con una enorme cocina con excelentes acabados tanto en pisos como en enchapes. En el segundo piso se encontraba las habitaciones de los empleados de la casa; el tercer piso se encontraba las habitaciones de los dueños, asi como la sala de juegos personalizadas para los hermanos menores de Alvarez y se conectaba con la terraza, a las fueras de la edificacion habia un espacio considerable usado como garaje. Todo protegido por un grueso cerco con cables electrificados, cuya unica entrada era un imponente porton de caoba. Despues, de meditar frente a la puerta de su antiguo hogar, Alvarez decidio llamar a traves de uno de los intercomunicadores; desde donde salio un voz apagada que reconocio al instante.
- ¿Disculpe? - Pregunto la voz desde el otro lado del comunicador.
- Marcus - Respondio Alvarez con un tono desganado - Soy yo, mi padre me ha llamado.
- ¡Oh, mi señor! - Pronuncio con cierta alegria desde el otro lado - Que bueno que decidiera venir.
- Ya no soy tu señor - Replico alvarez, entonces se escucho un pequeño chasquido metalico y una pequeña puerta del gran porton se abrio permitiendo la entrada.
- Usted siempre sera parte de esta familia para mi - Contesto con sobriedad - Ahora pase que su padre le esta esperando.
En el centro de la enorme sala, sentado en un lujoso sofa, se encontraba su padre, señor canoso, de baja estatura, con un mostacho bien cuidado; vestia con un terno elegante acompañado de su sombrero de copa frente a el habia una pequeña mesita de cristal soportada por una diminutas patas de madera, sobre la misma habia un par de copas de vino y al costado de la mesa se apreciaba un cava de vinos, repleto de finas botellas.
- Sientate - Pronuncio con brusquedad el viejo señalando uno de los sillones que habia colacado en uno de los extremos de la mesita; Alvarez obedecio su orden con cierto desgano, mientras el viejo cogia de una las botellas y empezaba a servir un vino dulce de treinta años sobre las copas - Me he enterado de tu acuerdo con el General - Por más que intentó, no logro ocultar el miedo y la sorpresa que se reflejaban en su rostro al escuchar las palabras de su padre, quien se limitó a sonreír antes de continuar - No te preocupes, fui yo quien consiguió esto para ti
- ¿Qué? - Respondió Álvarez visiblemente confundido.
- Por más que seas una desgracia como hijo - Continuo el viejo entonando con despreció cada palabra - Sigues siendo un Belmont, no puedo dejar que mi linaje se pudra en una pocilga.
- No necesito de tu ayuda papá - Contesto Álvarez camuflando a duras penas su ira y frustación, a escucharlo el viejo empezó a reír.
- No eres mas que un inútil - Replicó el viejo mientras devoraba la copa de vino hasta dejarlo secó - Llevan varios años en el ejército sin lograr mi mierda, mientras que tú hermano menor es uno de los oficiales más importantes, ¿Tu que haz logrado en todo este tiempo por tu cuenta? - Álvarez se quedó helado ante la pregunta, no tenía nada que responder.
- Lo sabía - Pronunció el viejo con decepción - Está es tu última oportunidad, ¿entiendes?
- S-Si - Respondió de mala gana.
- Se dice:"si padre muchas gracias por ayudar a esta inútil basura", maldito malagradecido - Replicó el viejo con desdén en cada palabra - Deberías aprender a agradecer como se debe.
- G-Gracias padre - Respondió con desgano.
- Es un avancé - Comento el viejo mientras rebuscaba algo en el bolsillo izquierdo de su pantalón, de dónde saco una pequeña tarjeta y la lanzó sobre la mesa, Álvarez lo reconoció al instante.
- ¿Porque tienes una licencia de armas con mi nombre? - La ingenuidad en su voz resonó por toda la habitación.
- Es un regalo de tu hermano - Respondió.
- ¿Mi hermano sabe sobre esto? - Replicó con angustia.
- Solo lo básico - Replicó el viejo mientras se rascaba la mejilla izquierda y desviaba su mirada hacia un costado - Para el, simplemente estás en un misión de espionaje, pero igual insistió en que tengas una manera legal de defenderte - Álvarez sostuvo con fuerza la tarjeta - Recuerdas, que cuando abandonaste esta casa, suspendí tanto tu cuenta en el banco Belmont.
- Si Padre - Respondió con furia en sus ojos - recuerdo lo difícil que fue vivir prácticamente solo a la edad de veinte años.
- Eres un exagerado - Replicó el viejo - Aún tienes acceso a todo los servicios para los nobles, solo tenías que pagarlo con el dinero que ganarás - El ceño de Álvarez se oscureció al recordar al escuchar esas palabras, aunque logro pagar alguno de ellos, nunca recupero su antiguo estilo de vida, su padre al verlo soltó una sonrisa de oreja a oreja - Ahora, como mi último favor, voy a devolverte tu cuenta en el banco Belmont - Alvarez quedo impactado ante esa noticia.
- Gracias Padre - Respondió Álvarez tragándose su orgullo - Pero, ¿Porque no lo hiciste antes?, Estoy seguro que mi carrera hubiera sido mejor, si no tuviera que trabajar a medio tiempo en un estúpido restaurante.
- ¿Porque debería de malgastar el dinero de mi familia en un inútil? - Respondió el viejo con frialdad, la sangre de Álvarez empezó a hervir al escuchas esas palabras - Fallaste dos veces el examen de ingreso a la academia militar, eso mismo fue una deshonra, sino no te desherede por completo fue porque tu hermano me rogó que te tuviera piedad. Aún no comprendo porque se interesa tanto en tí- Álvarez no pudo soportar más y salto de su asiento en dirección a su padre, golpeando
- ¡Porque somos familia! - Respondió con furia mientras miraba directamente a los viciosos ojos de su padre - Que parte de eso no comprendes.
- ¡Una escoria como tú no merece ser parte de nuestra familia! - Replicó el viejo, dejando atónito a Álvarez, quien no pudo encontrar nada más que despreció en sus palabras - Escucha bien Álvarez, esta es tu última oportunidad, agradécele a tu hermano por dártela, si fuera por mí, ya me hubiera desecho de ti - Álvarez al escuchar la frialdad de su padre, volvió a sentarse - Si llegas a fallar en esta misión. Dejaras de ser parte de esta familia de manera oficial - Álvarez se miraba el techo mientras las palabras de su padre resonaban en su mente, este llamo a su mayordomo para que lo acompañe a la salida.
Frente a ella, aquel mayordomo ya entrado en años y con poco cabello sobre su cabeza, abrazó al joven mientras le daba palabras que ánimo, que nunca llegará a escuchar. Álvarez se separó de manera brusca y le dio las gracias, antes de partir rumbo a los muelles de la cuidad, decidió tomar un taxi para llegar más rápido, a traves de la ventana pudo apreciar como las calles cambiaban poco a poco su fino aroma por un hediondo olor a pescado podrido, las áreas verdes que adornaban las entradas de las casas desaparecieron y los pelicanos junto a las gaviotas surcaban los cielos.