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Chapter 4 - 4: No puedo llorar o mama se molestara

Me llevaron a la oficina y me quedé sentado en una silla, esperando a que llegara mi mamá. Llegó a las carreras y, según me vio, me dedicó una mirada molesta. Entró con el director a la oficina y podía escuchar su voz amable, algo que conmigo nunca hace. Ya sabía lo que me esperaba al llegar a la casa, pero tenía la esperanza de poder convencerla de que no me dejara solo en ese lugar, pero las probabilidades de que tome en consideración mi pedido es muy baja. Ella salió sonriente de la oficina y le dio un golpe a mi silla con la pierna. Salimos de la escuela y ella estaba con una sonrisa a todo el mundo que veía, hasta que llegamos al auto; su expresión se volvió seria y manejó por todo el camino concentrada. Tenía pánico de llegar a la casa. Mi cuerpo era un manojo de nervios y estaba sudoroso. Me acerqué lo más posible a la puerta. Al llegar a la casa nos bajamos y la seguí hasta el granero.

—Otra vez me traes problemas. ¿Qué te dije sobre esto, mugroso?— me dio una bofetada con todas sus fuerzas. Mi mejilla se sentía caliente y me tapé la cara al instante por el dolor—. Saca la mano de tu cara— me ordenó molesta y no tuve de otra que hacerlo. Bajé mis manos y ella me dio otra bofetada—. ¡Estoy harta de ti! ¡Eres muy problemático! ¿Por qué no saliste como tus hermanos?

—Déjame explicarte, mamá.

—No hables por encima de mí — me dio otra bofetada y me empujó haciéndome caer al suelo.

—No sé porqué te traje a este mundo. Sabía que serías un estorbo al igual que tú padre. Bueno que me pase por estúpida. Te suspendieron por dos días y estarás castigado en este lugar.

—Pero mamá... — enterró el tacón en mi pierna y me sujeté con ambas manos.

—Parece que no sabes el significado de callar. Quítate la camisa y el pantalón— me levanté lentamente y quité mi camisa junto al pantalón, quedándome solo en calzoncillo—. Has crecido muy rápido, hijo. ¡Inclínate! — no sabía lo que iba a hacer, pero no tenía de otra que obedecer. Me incliné sobre la pared en madera y quise mirar de reojo, pero se dio cuenta—. ¿Te he ordenado que mires?

—Lo siento, mamá— me quedé en espera, cuando de pronto sentí un golpe en la espalda con algo punzante. Traté de moverme y ella me dio otro golpe más fuerte. Era como si quisiera arrancar parte de mi piel en cada golpe de rabia que me daba. Estaba asustado, adolorido, mis lágrimas no dejaban de bajar por mis mejillas. El dolor en mi espalda era insoportable, pero el que sentía en el pecho era más. Sentía ese nudo en mi garganta y esa presión en el pecho—. ¡Por favor, ya no más! — le rogué con mi voz entrecortada y en lágrimas, aún así no se detuvo, solo comenzó a reír como si disfrutara de esto. Un calor junto a un ardor estaba apoderándose de mi espalda. Pensaba que si seguía golpeándome con eso punzante, terminaría matándome. Mis piernas estaban cediendo por el temblor que tenía mi cuerpo, pero trataba de mantenerme quieto o mamá se molestará más de lo que ya estaba. Trataba de no dejar escapar mis gritos y eso hacía que me sintiera más desesperado. Mordía mi labio inferior tratando de soportarlo todo, al punto de sentir el sabor a sangre en mi boca. Cuando se cansó, se detuvo.

—Espero aprendas la lección. Me llaman una vez más de la escuela y te juro que te dejaré encerrado con las ratas para que te coman vivo. ¿Quedó claro? — me dio un último golpe y solté un pequeño quejido.

—No lo volveré hacer, mamá. Perdóname por todo — caí de rodillas y me giré hacia ella tratando de disculparme poniendo mi cabeza en el suelo, pero ella la aplastó restregándola contra la tierra. Sentía fuego en mi espalda. Cualquier movimiento que hacía ardía, pero quizá si hago esto, ella me perdone.

—¡Deja de llorar! ¡Eres un maldito hombre, no una niña! — cuando sacó su pie de mi cabeza, sequé mis lágrimas y sonreí.

—Lo siento, no volveré a hacerlo.

—Mucho mejor, ahora quédate aquí— tenía su tacón en la mano y estaba lleno de sangre, lo tiró al suelo y se fue a la casa.

Estaba luchando con mis nervios y esas ganas de llorar. Quería que todo acabara ya. Sé que lo merezco, pero no quiero más. Mi mamá regresó con una botella de alcohol y la vació en mi espalda. No pude aguantar quejarme, era como si tuviera fuego. No paraba de temblar, apretaba mis puños porque de alguna forma me daba fuerzas.

—Ya te desinfecté las heridas. Te buscaré un balde de agua para que te bañes y quites esa peste que tienes— se fue de nuevo y me quedé esperándola. No quise hablar, no quería decir algo que la fuera a molestar. Regresó minutos después con un pequeño balde de agua, jabón, champú y una toalla—. Báñate bien, no soporto tu despreciable olor — salió del granero y cerró la puerta.

Me bañé lo mejor que pude, pero el agua estaba helada. No me atrevía a tocar mi espalda por el dolor. Cada vez que recorría el jabón y el agua en esa área, me provocaba ardor y era desesperante. Me quedé desnudo en el granero, no tenía nada para cubrirme, solo la toalla. La ropa se la había llevado mi mamá. Me sentía limpio y refrescante, habían pasado varios días sin poder bañarme bien. Rato después regresó mi mamá con un pequeño plato de cereal y un pequeño vaso de 7 onzas con agua.

—Ahorra el cereal, no sé si pueda venir mañana — cerró la puerta y se fue. Muy en el fondo se preocupa por mi.