Pasó un mes, es sábado 15 de julio.
Ayer comenzaron las vocaciones de invierno ó el "receso invernal" como le llaman algunas personas. Hace una semana estuve charlando con Logan y me dijo que tiene pensado venir a visitarme. Yo quedé un poco sorprendida pero, a la vez no le creo mucho porque siempre me dice lo mismo. Sabe que vivo en Villa Catedral pero, jamás le conté cuál es mi dirección exacta. Está bien hacer amigos de otras partes del mundo pero, uno nunca debe confiar al máximo en esa persona porque, solamente la ves a través de una pantalla y no sabés quién es realmente.
Hace menos de un mes comencé a vender leña, porque el supermercado donde trabajaba cerró y la otra, se debe a que tengo un hogar y sí o sí necesito leña. Lo bueno que los vecinos me compran bastante y gano bien. Aunque, sé que sólo será por esta temporada. Y no se puede talar cualquier árbol, aquí hay muchas reservas ecológicas y sí o sí hay que cuidar. Donde se hace algo ilegal y no se respetan las leyes, te cobran multa ó incluso ir preso pero, ya si se trata de algo grave, como cazar un puma o cualquier animal autóctono de su territorio.
Respecto a lo sucedido en el bosque, la policía ya sabe que el cuerpo pertenecía al Ministro Jorge Ramírez pero, aún siguen sin saber cómo murió. Sí sospechan que pudo haber sido un asesinato. Es todo un proceso tardío investigar un crimen pero, que sea lo que Dios quiera.
Escucho golpear la puerta de mi casa y me acerco de inmediato. Miro disimuladamente por detrás de la cortina, es un vecino de por aquí pero, nunca lo traté y tampoco sé cómo se llama. Es un señor mayor, medio gordo, con canas y escaso pelo. Vuelve a golpear y ahí es cuando decido responderle:
-¿Sí quién es?-.
-Disculpe que la moleste señora. Soy un vecino, mi nombre es Gustavo. Quisiera hacerle una pregunta- me responde con un tono respetuoso.
¿Querrá preguntarme por la leña? Entonces, abro un poco la puerta y apenas asomo la cabeza porque, en sí hace demasiado frío.
-¿Qué tal? Un gusto, soy Sol- me presento.
-Hola. Disculpe que la moleste joven pero, me contó una vecina que usted vende leña. ¿Puede ser? Porque, estoy necesitando-.
-Ah, sí, sí, yo vendo-.
-Quisiera llevar algo. ¿Puede ser?-.
-Sí obvio. ¿Cuánto quiere? Me quedaron dos bolsas de 5 kg pero, tengo para preparar más-.
-Eh... con dos bolsas está bien-.
-Bueno, enseguida se las traigo-.
-Muchas gracias- me agradece sonriente.
Cierro la puerta y voy a buscar la leña. Se la entrego y me paga. Me pide mi número de teléfono para poder encargarme devuelta, otro día y se lo escribo en un papel. También, me pregunta si se lo puede pasar al resto de su familia y le respondo que sí, no es molestia. Igual, le di el número de la casa. Luego, le agradezco por la compra y se va. Debo armar más bolsas sí o sí porque, es obvio que tendré clientes nuevos y más ventas. ¡Qué emoción! Cerca del mediodía me llaman por teléfono para encargarme más leña y diciéndome la hora a la que pasarán.
Hoy mi día parece que será largo y recién está comenzando. Apenas son las once en punto.
Después de almorzar me pongo a talar los troncos y dejo preparado cuatro bolsas. A las seis de la tarde ya vendí todo lo pedido. ¡Me duelen los brazos! Creo que hasta aquí llegó mi día. Preferiría que no venga más nadie pero, si vienen no puedo decir que no. Es la única manera que tengo para poder alimentar a mi familia. Aprovecho a descansar y tomar algo caliente. Cuando estoy por probar mi tostada con ése queso cremoso que tanto me gusta, suena el timbre. ¡Dios! ¿No puedo sentarme un rato a descansar? Pienso algo molesta. Me armo de paciencia largando un pequeño suspiro y me levanto. De sí que los pequeños están en la habitación jugando y no debo preocuparme de que toquen las cosas de la mesa.
-¿Sí, quién es?- pregunto detrás de la puerta.
-Disculpe, ¿le quedó leña?- habla un señor con una voz que me resulta familiar pero, no logro adivinar de dónde.
-Sí, sí tengo- le respondo.
Abro la puerta con un poco de desconfianza. Y al ver la cara del hombre... ¡No lo puedo creer, es él! ¡El galán de aquél bar que fui hace un mes! ¿Pero, cómo supo mi dirección? ¿Quién se la dio? Jamás lo vi por acá en el barrio. Veo que también, se sorprende un poco de verme pero, yo me siento muy incómoda. No esperaba tenerlo "a él" como cliente. Siento que mi corazón se va a salir por la boca.
-¡Qué tal!- vuelvo a saludarlo pero, no sonrío porque me siento muy incómoda.
-Hola, bien- lo veo poner una expresión seria-. ¿Tiene embolsado ó suelto?-.
-En este momento me quedó suelta. Lo que estaba preparado ya lo vendí pero... ¿si quiere esperar? Le armo-.
-¿Sabe qué? Prefiero venir mañana temprano. ¡No, perdón! Es domingo- se corrige-.Vengo el lunes a eso de las nueve-.
-Como quiera. No me molesta prepararle ahora o... sino, puede venir mañana en la tarde- le explico para que no se sienta incómodo.
-No. No quiero molestarla. Vengo el lunes temprano- me explica como si pidiera disculpas.
-Está bien. ¿Para las nueve, entonces?-.
-Sí. ¿De cuánto son las bolsas?-.
-Pueden ser de 5 hasta 20 kg, ya más grande no tengo-.
-Bueno. Quiero tres de 15 kg. ¿Puede ser?-.
-Sí por supuesto, para ésa hora del lunes estará listo-.
-Genial- y lo veo sonreír-. Muchas gracias- y se aleja.
¡Diablos, que no se vaya tan rápido! Debería agradecerle por aquella vez que me llevó al hospital. Porque, la verdad fue muy amable y nunca pude hacerlo.
-¡Señor, espere!- le grito y me agarra una vergüenza terrible por cómo lo hice.
-¿Sí, qué pasa?- pregunta seriamente.
-Emm...- y me rasco la frente-. Quería agradecerle por lo de aquella vez. Por llevarme al hospital. Fue muy amable. En serio, muchas gracias- estoy temblando de los nervios.
Veo que me sonríe y luego responde:
-No, de nada. No fue nada. Pero, tenga más cuidado, la próxima. Nunca acepte tragos de desconocidos- me aconseja.
-No, por supuesto. Fuí despistada. Bueno, sólo quería decirle éso. Hasta el lunes-.
-Hasta el lunes- se despide y lo veo subirse al auto.
Una vez que se va mi corazón vuelve a la normalidad. Pero, otra vez sigo sin saber su nombre. Dios. ¿A este tipo le encanta hacerse el misterioso o qué? Vuelvo adentro para terminar mi merienda que para colmo, debo volver a calentarla.