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Chapter 11 - 11: "Un Largo Viaje"

Es miércoles 19 de julio hora 13:30. Escucho sonar el teléfono fijo y atiendo enseguida. Cuando escucho la voz de la persona se me revuelve el estómago, es Tomás "el padre de mis hijos". Ya no hablamos peleando como antes cuando apenas nos separamos, trato de sobrellevar la situación y de hablarle bien por nuestros hijos.

-¡Hola Sol! ¿Cómo están los nenes, todo bien por ahí?-.

-Hola Tomás. Sí todos bien estamos por suerte. Los nenes están jugando en la habitación y yo estoy limpiando la cocina-.

-Ah bien. ¿Puedo hablar con ellos?-.

-Sí obvio que podés. Ahí los llamo-.

Desde que me peleé con él y ese año que no le permití ver a los nenes, ahora, me di cuenta que está más calmado a lo que era antes y le dejo estar con ellos. Pero desde que vine a vivir a Río Negro, nunca vino para acá. Yo soy quien los lleva para allá en los colectivos de Larga Distancia. Quiero tratar de que vayan todos los meses y que se queden una semana con él pero, también es demasiado caro. En lo que va del año, estuvieron una semana en febrero y otra en mayo. Supuestamente, esa última vez que lo vi le dije que en la primer semana de vacaciones de julio estarían con él. Asique, debo cumplir.

Pongo a Joaquín al teléfono pero, habla apenas un poco y luego le doy a Zoe. Ella le habla mucho más. Siempre que charlan, me doy cuenta que hay más afinidad. Claro, ella era tan solo un bebé cuando vivíamos "esa pesadilla" y no recuerda nada. Luego hablo con él explicándole que después averiguaré para cuando puedo sacar los pasajes y si me puede ayudar con algo, sería mucho mejor. Hoy en día se puede mandar dinero virtualmente y por depósito a una cuenta bancaria. Es increíble ver cómo avanza de rápido la tecnología.

Compro tres pasajes (el mío es de ida y vuelta) para mañana a las 17:30 horas. Llegaremos a Mar del Plata el viernes cerca del mediodía porque, son casi dieciocho horas de viaje. ¡Para mí es un sufrimiento esas horas dentro de un colectivo y más con ellos!

Le cuento a Francis que viajaré con mis hijos y si por favor puede cuidar de mi casa. Acepta con gusto. Él es muy amable y siempre que puede me ayuda.

En la noche, mientras duermen, preparo los bolsos con sus respectivas prendas. También, dejo una botella de agua en la heladera para llevar mañana.

Ya es viernes 21. Acabo de despertarme y me duele un poco el cuello. Miro la hora y son las 9:30 am. Supongo que ya falta poco para llegar. Miro por la ventanilla pero aún no estamos en Mar del Plata. Por el paisaje de los pequeños valles debemos estar en Tandil ó Balcarce. El chofer hizo tres paradas durante todo el camino para cargar gas oil y que los pasajeros puedan aprovechar a comprar e ir al sanitario.

Cuando llegamos a la terminal de autobuses, a las 11:05 am, acompaño a los nenes con su padre pero, puede ser que esté con su mamá ó sólo ella. La última vez que los traje, vino ella a buscarlos. A veces, me quedo pensando y dudo que realmente los extrañe tanto como "suele expresar". Al encontrarlo, la veo también a ella y me siento más aliviada porque, sé que mis hijos estarán mejor acompañados con su abuela. Nunca voy a tener confianza absoluta en él por todo lo que hizo. Aunque, cada vez que traigo a mis pequeños y debo volver sola, siento un vacío terrible en mi pecho que no me deja tranquila. Por más que sea sólo una semana, siempre los extraño y demasiado. Cuando se quedan con su papá y la familia de él, los llamo seguido y cada día por medio. Están siempre conmigo y es obvio que me sienta triste pero, debo acostumbrarme aunque cueste y duela. Me despido de "mis bebés" dándoles un fuerte beso y largo abrazo que... no quiero que se acabe. Tampoco, quiero llorar porque sé que también, se pondrían tristes.

-¡Gracias, Sol por traer a los gorditos!- me agradece Andrea (mi ex suegra).

Está contenta y emocionada por poder ver a sus nietos de nuevo, después de dos meses.

-¡No, de nada Andre! Siempre que pueda los voy a traer- le respondo sonriendo amablemente.

-Sí, muchas gracias. Te juro que los re extrañaba-.

-Y sí, me imagino- afirmo un poco apenada por ella.

Andrea es una muy buena persona, la verdad que siempre tuve muy buena relación con ella. Jamás tuvimos una pelea por algo y ni por el comportamiento que tenía su hijo. Nadie podía controlarlo ó calmarlo. Ella se lamentaba y sufría demasiado. Hasta lloraba y éso me ponía re mal, muy triste. Le tomé mucho cariño y hasta la quise como una madre. Su ex marido también, era un tipo desastrozo como su hijo pero, peor. Lo bueno que ahora tiene su pareja con quien vive y la noto feliz.

Tomás se acerca y me saluda dándome las gracias y también, lo saludo. Pero, no dejo que se me acerque a darme un beso en la mejilla. Prefiero que ni siquiera me toque un hombro. Vuelvo a despedirme de mis hijos con un abrazo y luego del resto. Subo al colectivo y vuelvo a mi asiento. Desde aquí los despido con la mano y mis lágrimas comienzan a brotar. ¡No debo llorar, ya volveré por ellos! Y las seco con mi mano.

-¡Arranco en cuarenta minutos, señora!- escucho hablar al chofer.

-¿Disculpe, a mí me habló?- pregunto dudando.

-Sí. Si quiere puede bajar a comer algo o para lo que sea. Como usted quiera-.

-¡Ah, bueno! Gracias. ¿Me diría la hora, por favor?-.

-Sí. Son las once y veinte-.

-Muchas gracias-.

Entonces, salgo un rato de allí para comer un sándwich acompañado de un jugo y a las doce menos cuarto regreso.

Si hay algo que no me gusta, es ésto, estar veinte horas en un colectivo, es agotador y como soy una persona llena de ansiedad me pone muy nerviosa. ¡Quiero estar en mi casa! Pero, tampoco puedo dejar de pensar en Zoe y Joaquín sobre qué estarán haciendo, si estarán bien o no. Trato de calmarme y respirar hondo.

Llego a mi barrio al otro día, siendo sábado 22 y a las cinco y media de la tarde. Me siento cansada y harta de viajar de esta manera.

Paso por la casa de mi amigo antes de ir a la mía para que vea que estoy de regreso. Al abrir la puerta me mira sorprendido.

-¡Qué cara, querida!- es lo primero que sale de su boca, ¿a caso tan mal me veo?

-Y... es inaguantable viajar tantas horas-.

-Sí, me imagino. Se nota en tu cara que dormiste...- dice sin terminar.

-Sí, para el culo- termino su frase-. Apenas entre a casa me doy un buen baño relajante y me acuesto a dormir una siesta-.

-¡Qué vida la tuya!-.

-No seas malo, estoy cansada-.

-Te jodo. Andá a descansar. Aprovechá que ahora estás sola y podés descansar-.

-¡Ay sí!- hago una risita-. Pero no digas éso. Me siento rara sin ellos. Ya los extraño-.

-Y sí, es normal. Pero, no te amargues. Disfrutá la semana. No seas tonta. Aprovechá a salir con tu amiga-.

-Sí, tenés razón-.

Me despido de él y voy a casa. Preparo las cosas para bañarme y a la media hora me acuesto a dormir.

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