An Xiaxia pestañeó y quería intentar prender la computadora cuando An Yibei no estuviese viendo. Sin embargo, él era más astuto que un zorro y ella nunca lograría conseguirlo tan fácilmente. Dio vuelta su mano y agarró la de An Xiaxia antes de repetir su oferta.
—Pide algo.
Parece que de verdad era su novia... An Xiaxia se rio por dentro, pero emanó seriedad.
—¡Promesa de meñiques!
An Yibei sonrió con superioridad.
—Después de una promesa de meñiques, ¡el que echa un vistazo es el perro!
An Xiaxia se quedó sin palabras. ¿Era necesario que fuera tan mezquino? Frustrada, hizo la promesa de meñiques con su hermano. Entonces, An Xiaxia le sonrió inocentemente.
—Hermano, se acerca el invierno y no tengo qué ponerme. Si no tengo ropa, moriré congelada. No serías tan cruel, ¿cierto? —le preguntó.