En la mansión Gray...
Un maravilloso olor proveniente de una cacerola bailaba en el aire haciendo que todos los seres ocultos de la casa levantaran la cabeza mientras se les antojaba en silencio. Pero obviamente, como era de esperar, el único que no babeaba era el frío hombre de madera que estaba sentado indiferente en la larga mesa sin expresión visible en su rostro.
Una chica con un simple vestido blanco le estaba sirviendo un bol mientras lo observaba expectante, esperando su reacción.
Tal como era de esperar, Sei, que estaba usando su típica ropa oscura, comenzó a comer en silencio, sin reacción alguna.
Por suerte, se dio cuenta rápido del significado de las miradas que estaba recibiendo. Levantó la cabeza y miró a la chica que lo estaba viendo atentamente.
—Mm, está bueno —dijo con el mismo tono vacío y continuó comiendo.
Descansando la cabeza en una mano, Davi solo pudo sonreír. El resultado fue exactamente el que ella esperaba, pero por alguna extraña razón no se sentía decepcionada. Al contrario, estaba feliz de que al menos se estuviera comiendo lo que le preparó.
—¿Te parece bien si... te cocino de ahora en adelante? —le preguntó.
Sei levantó la cabeza y la miró, respondiéndole con dos palabras. —¿Por qué?
¿Eh? ¿Por qué? ¿Necesita una razón para que le cocine? La yo calmada de Davi se sintió un poco confundida, y por un momento, no supo qué decir.
—P-porque soy tu esposa. Y no tengo mucho que hacer tampoco.
Sus palabras fueron seguidas por otro largo silencio. Sei observó la repentina expresión de indiferencia de ella. Por supuesto, era una expresión que casi nadie habría notado, pero para Sei era bastante obvia. También, se dio cuenta del temblor en su voz cuando dijo que "no tenía mucho que hacer".
—¿Te aburres aquí?
—¿Ah? Um... eso —Davi instantáneamente no supo qué decir. No esperaba que el hombre le preguntara tal cosa. No anticipó que él descubriera tan fácil el sentimiento que estaba escondiendo. Al dejarla sin opción, se vio forzada a admitirlo.
—Mm... no es exactamente eso. Es solo que no estoy acostumbrada a quedarme en la casa todo el día, sobre todo cuando tú no estás. Pero estoy segura que me acostumbraré pronto.
—¿Qué quieres hacer?
—¿Eh? —Davi no estaba segura a qué se refería. No quería sacar conclusiones, especialmente cuando se trataba de este hombre incomprensible. Lo observó curiosa.
—Puedes seguir persiguiendo tus sueños si quieres.
Al momento en que las palabras escaparon de la boca de Sei, Davi se puso de pie de forma abrupta, sin creer lo que acababa de decirle. Se quedó boquiabierta mientras observaba a Sei, llena de incredulidad. Al firmar el contrato, no solo había renunciado a su cuerpo, sino también a su futuro y sus sueños. Estaba consciente que ya no era libre, por ende, enterró todos sus deseos, esperando que con el tiempo desaparecieran. Entonces, ¿qué significaba esto?
Sei por otro lado, continuó viendo el rostro estupefacto de ella. Al verla sin palabras, incrédula, con los ojos y la boca abierta, de alguna forma le pareció entretenido. Pensó que de vez en cuando no sería malo sorprender a la chica.
—Siempre y cuando no rompas mis reglas y priorices las responsabilidades que me debes, puedes hacer lo que quieras, —continuó. Luego de otro largo silencio, la chica en frente suyo de repente comenzó a caminar de un lado a otro como un robot descompuesto, con sus dos manos pellizcándose las mejillas.
Después de asegurarse que no estaba soñando, se volvió hacia él con una amplia sonrisa de felicidad. Sei pensó que esa era la sonrisa más pura y real que había visto jamás.
Sus típicos ojos brillantes, brillaron aún más, como si en ellos se estuvieran reflejando miles de diamantes. Sei no pudo quitarle los ojos de encima en ese momento. No esperaba que la chica se alegrara tanto, solo pudo decirse a sí mismo: así que así es ella cuando está realmente feliz, ¿eh?
—Gracias —le dijo mientras tomaba su larga y elegante mano entre las suyas, acariciándola como si fuera un valioso tesoro.— Te juro que mi sueño solo vendrá después de ti. Serás siempre mi prioridad, es una promesa.
Sei se quedó estupefacto. Su mente casi se destruye por un momento. No esperaba para nada escuchar las palabras que ella acababa de pronunciar.
Y como si eso no fuera suficiente, sin aviso, la chica levantó la mano de Sei y con los ojos cerrados la besó, como si ella fuera un príncipe de cuentos de hadas y Sei su adorada princesa.
Sei estaba sin palabras, al momento en que sus tibios labios tocaron su mano, sintió como si hubiese sido electrocutado.
Extrañamente, su mente casi deja de funcionar a voluntad.