Emilia se encontraba parada al frente de la casa de los Ith'laris, había estado ahí desde hace dos horas. Intentaba conseguir el valor necesario para poder cruzar y tocar la puerta pero no lo conseguía.
En su mente aún rondaba la imagen de Astalris, no la del pequeño niño de ocho años, sino la aterradora presencia que sintió ante las ordenes dadas.
La presión era abismal y terrorífica, Emilia se sintió como un insecto en aquel momento, la total impotencia. El sentimiento la hacia sentir inútil, no era nada a los ojos del aquel niño.
Sin embargo, tenía que tomar una decisión, Astalris le había ordenado que viniese al día siguiente y debía hacerlo. Había considerado ignorar la orden pero las consecuencias eran impredecibles, no quería afectar a su familia y pese a la terrible presión sentida, las ordenes de Astalris solo se limitaron a que no hablase de lo ocurrido con nadie y que lo fuera a ver al día siguiente. No eran irrazonables, tal vez la situación no era tan mala como aparentaba, quizás era el miedo que aún sentía lo que hacía pintar de manera negativa la perspectiva del acontecimiento.
Finalmente consiguió las fuerzas necesarias para cruzar la pista y tocar la puerta. Al cabo de unos minutos el padre de Astalris, Krenalis le abrio la puerta.
Al ver a Emilia con una sonrisa cordialmente la saludo y la invito a pasar, pareciese que el padre no tenía idea de lo ocurrido. Emilia dudo en si comentarlo o no, optando por solo preguntar por Astalris.
-"Está en el estudio, ya sabes donde es ve con él estoy terminando de repasar una cositas"-, dijo Krenalis mientras cogía apresuradamente un libro del estante cerca de la puerta.
Pero cuando Emilia avanzaba nerviosa al estudio Krenalis la alcanzo y le hablo nerviosamente, -"Emilia, sé que ya lo dije delante de tus padres pero igual quería decírtelo personalmente, gracias por ayudar a Astalris. Es un chico muy inteligente, aveces puede ser muy maduro para su edad pero a veces creo que eso es un problema. ¿No tiene amigos sabes? Nunca ha querido salir a jugar con los demás chicos o pasear, las únicas personas con las que se relaciona somos Aeris y yo. Creó que es bueno que hable con otras personas, disculpalo si dice algo inapropiado espero que os volváis grandes amigos."-, dijo sonriendo Krenalis para luego proceder a regresar a su habitación.
Emilia quedó estupefacta ante el comentario, pensó unos minutos lo que Krenalis le había dicho y finalmente suspiró para proseguir su camino. Sinceramente no sabía que pensar.
Al llegar al estudio la puerta estaba abierta, vio como Astalris se encontraba leyendo un libro gigante, más grande que su cabeza. Lo cual le parecio extremadamente comico, tal vez eso la rejaló un poco. Intentó tocar la puerta pero antes de que lo pudiese hacer escucho la voz del niño.
-"Pasa y toma asiento"-, dijo Astalris con uno tono normal, ni serio ni enojado, pero lamentablemente con su voz de niño de ocho años aún resultaba un poco curiosa la situación.
Emilia entró a la habitación y tomó asiento.
Astalris cerro el libro y la miró. Tras unos segundos sonrió y habló, -"Pequeña niña, hemos comenzado con el pie izquierdo, el suceso de ayer hasta a mi me sorprendió. No era mi intención asustarte. No tengo nada en contra tuyo ni haré nada que te pueda perjudicar, puedes estar tranquila."-, dijo Astalris, como si pudiese leer la mente de Emilia y todo lo que había estado rondando en su cabeza desde ayer.
Luego continuo, -"No hay necesidad de que continúes viniendo, no hay nada que tu puedas enseñarme, no comentes a nadie lo ocurrido, puedes retirarte.-"
Emilia se quedó en blanco, de todos los supuestos que habían pasando por su mente desde el día anterior, nunca hubiese esperado que Astalris la llamase para disculparse, asegurarle que no tenía porque preocuparse y que no volviese.
Estuvo apunto de levantarse del banco cuando a su memoria vino nuevamente el sentimiento de impotencia del que fue presa el día anterior. Se armó de fuerzas y levantó la mirada hacia Astalris y preguntó, "-¿Qu-quién eres?"-.
Astalris la miró y sonrió alegremente, -"Soy Astalris Ith'laris, tu vecino."-
Emilia quedó en silencio.
Al ver que no decía nada Asltaris se volteo y continuo leyendo el libro, ignorándola totalmente.
Ante la situación Emilia quiso retirarse e irse, pero nuevamente esa sensación la impulsó.
Volvio a ver a Astalris y preguntó, -"¿Eres un demonio?"-
Astalris no apartó la mirada del libro pero contestó de manera juguetona, "Muchas personas me han llamado así a lo largo del tiempo, ¿Pero eso me hacer ser uno? ¿En verdad importa la forma en la que el mundo me conozca? Existe un punto en la vida donde el fuerte puede mirar hacia arriba e ignorar a los de abajo. ¿Acaso a ti preocupa lo que las hormigas piense de ti? Puedo ser un demonio si lo prefieres, puedo ser un ángel o un dios, puedo ser lo que yo quería. Yo puedo elegir."-
Los ojos de Emilia se iluminaron, notó claramente el énfasis en el "Yo", entendió que no era una metáfora, no era una palabra al azar, aquel niño podía decidir. Era libre de hacerlo, tenía el derecho. Pero ella no.
-"¿Entonces soy una hormiga? ¿Es así como nos ves? ¿Por eso no te importa que es lo que opinemos de ti?"-, pregunto temblorosamente Emilia. Su nerviosismo venía de que por primera vez en su vida entendía cual insignificante era su vida.
Su talento, su maestro, su escuela, el reino y más, no significaba nada. Todo carecía de sentido ante el verdadero poder. Había algo más, siempre lo había.
Emilia pensó en los cuentos y leyendas sobre poderosos héroes de antaño, aquellos seres podían sentarse en la cubre del mundo y mirar al resto del mundo desde lo alto, todos eran hormigas para ellos.
-"Veo que has entendido, bien hecho. En efecto, no eres nada. Considérate con suerte, muy pocas personas logran entender eso a tu edad, muchas de ellas lo comprenden en lo que ellos creen es la cima y muchas otras perecen por no hacerlo a tiempo, ahogadas en su arrogancia. Un nuevo mundo se abrirá para ti ahora, tu visión es clara ahora."-, dijo calmadamente Astalris mientras continuaba leyendo el libro.
La respuesta se impregno en la mente de Emilia y empezó a pensar.
Tras unos minutos de meditar, Emilia lentamente se arrodillo en el suelo y agacho su cabeza hasta tocar el suelo, luego casi tartamudeando dijo con voz fuerte, -"Por favor, no quiero ser una hormiga, ayúdame."-
Al escuchar esto, los ojos de Astalris finamente dejaron el libro y se posaron en Emilia.