Cuando Elliot fue a despertar a Cati para el desayuno, le sorprendió encontrar que su cama estaba vacía. Revisó toda la habitación, pero no encontró rastros de la niña.
—¡Sylvia! ¡Sylvia! —gritó en pánico al entrar en la cocina.
Vio a Sylvia de pie hablando con una de las empleadas acerca de la reunión, se acercó y sujetó su brazo.
—Oye, Elliot, tengo que arreglar la reunión de hoy. Preferiría encargarme de eso sin escuchar tus bromas —dijo Sylvia, alejando su brazo de él.
—¡Desapareció! —le dijo Elliot desesperado.
La mujer arqueó la ceja con una expresión interrogante, a lo que Elliot respondió: —Cati no está en su habitación.
—Tal vez fue a explorar la mansión —sugirió Sylvia. Elliot sacudió la cabeza a modo de respuesta.
—El palacio no es seguro para una personita tan linda —dijo exasperado.
Estaba preocupado; el palacio estaba lleno de viles vampiros que no dudarían un segundo ante la oportunidad de matarla y culpar a un lamentable accidente.
—Está bien. Vamos a buscarla.
Al otro lado del palacio, la niña dormía plácidamente junto al señor vampiro.
Cuando Alejandro se despertó de su sueño tranquilo, sintió un calor junto a él. Al abrir los ojos, observó a la niña, que dormía tranquila con las manitos hechas puños cerca de su pecho y su cabello cubriendo su rostro. Alejandro sabía que la niña no pertenecía aquí y debía vivir con los humanos, pero la trajo a vivir en la mansión por lástima. Se movió dormida y se acercó a él, causando un surco en su ceño. Si alguien notaba que se estaba encariñando con la niña, y lo veía dormir con ella, lo usaría para perjudicarlo. Tener a un humano tan cerca sólo podía traerle problemas, como había sucedido algunos años antes.
La tomó en brazos y la sacó de su cama para llevarla de vuelta a la habitación que le habían asignado. El pasillo estaba vacío sin la presencia de empleados o invitados; se mantuvo vigilante al caminar y una vez que la dejó en su cama, cubrió su pequeño cuerpo con una manta.
Se escuchó un ligero maullido cuando Alejandro dejó la habitación: el gato negro lo observaba fijamente mientras sacudía la cola. El vampiro lo levantó y recibió un ronroneo como respuesta cuando acarició su cabeza. Maulló de nuevo y Alejandro se dio vuelta para encontrarse a Elliot y Sylvia.
—Buen día, Alejandro —le saludaron.
—Buen día —respondió Alejandro con un gesto—. Sylvia, ¿terminaste de planear la reunión de hoy? Tengo algo que debe ser entregado cuando te desocupes.
—Todo está listo y estoy afinando los detalles que olvidamos al escribir la lista. Debería terminar en una hora —respondió Sylvia con una expresión preocupada.
Antes de que el Señor pudiera preguntar qué sucedía, Elliot habló: —¡Cati no está en su cama! Buscamos en todo el lugar, pero no la encontramos —dijo exasperado —. Fui a despertarla y no estaba ahí.
Los labios de Alejandro temblaron ligeramente al escucharlo y celebró mentalmente su salida oportuna de la habitación de la niña. Aero, su gato, maulló a modo de respuesta.
—Está en su habitación, Elliot. No debes haber visto bien —dijo Alejandro con calma dirigiéndose a su habitación.
Escuchó que una puerta se abría tras él y Elliot agradecía aliviado.
El gato maulló de nuevo cuando Alejandro entró en la habitación, y el vampiro le dijo: —Me alegra que no hables español, pero, si algún día aprendes, espero que guardes este secreto.
Cati se despertó al escuchar voces susurrando y abrió los ojos con un bostezo. Vio a Elliot y Sylvia intercambiando murmullos cuando se sentó.
—Juro que no estaba aquí cuando vine. ¿Notaste que Alejandro estaba frente a su puerta? —apuntó Elliot con la mano en su mentón.
—Porque su habitación está al otro lado del pasillo —dijo Sylvia, señalando lo obvio.
—Estoy seguro de que él tuvo algo que ver —asintió como si estuviera de acuerdo con lo que acababa de decir.
Cuando notó que Cati se movía en la cama, sus ojos se iluminaron y, sentado junto a ella, sostuvo sus manos y le dijo: —Tu guardián nunca te dejará sola.
—¿Quién demonios te hizo su guardián? —preguntó Sylvia con una actitud desafiante.
—La niña necesita un guardián que la proteja de los malos vampiros y lobos. Decidí cuidarla y asegurarme de que esté segura —afirmó el hombre con una mano en el pecho.
Sylvia, preguntándose cómo saldría eso, exhaló un suspiro de frustración.
—¿Volveré a ver a mami y papi? —preguntó la niña de pronto.
—Claro, querida. ¿Por qué no vas a arreglarte y te veré en el comedor para desayunar? —dijo Sylvia con una sonrisa.
—Está bien —respondió la niña bajando de la cama.
—Bien. Y tú, señor —dijo Sylvia señalando a Elliot —, tienes trabajo pendiente. Vamos. Dale espacio a la niña y no la asfixies con tu nuevo amor paternal —agregó sacando a su amigo de la habitación.
Margarita asistió a Cati con la ropa y el cabello, el cual le pidió que trenzara como su madre acostumbraba hacerlo. La sirvienta se fue al terminar de vestir a la niña, dejándola sola en la habitación. Se quedó de pie junto a la gran ventana con las cortinas abiertas que dejaban que el sol entrara en la habitación. Vio el maravilloso jardín lleno de trabajadores que cortaban los arbustos y se encargaban de las flores salvajes.
Flores. Tenía que llevar flores a la nueva residencia de sus padres. Conocía las flores favoritas de su madre, pero no sabía su nombre. Tal vez sus nuevos amigos podrían ayudarla cuando estuvieran desocupados.
Al salir de la habitación, se dirigía a la escalera cuando sintió un empujón que la hizo caer seis escalones.
—Niña insolente, quítate del medio —dijo alguien caminando junto a ella.
Al voltear, encontró a la mujer que había conocido la noche anterior, Gisela. La mujer llevaba un vestido hasta los tobillos con una chaqueta de mangas largas sobre sus hombros. Su cabello estaba peinado hacia un lado y observaba a la niña con desprecio.
—Lo siento —susurró la niña sintiendo que no había hecho nada malo. Pero la vampiresa no esperó y siguió su camino.
Cati se levantó un poco más tranquila cuando Gisela ya no estaba. En lugar de ir al comedor, sus pies la llevaron a la cocina, donde se encontraba Sylvia.
Durante el desayuno, Alejandro observó a las personas en el comedor, que disfrutaban la conversación acerca de los eventos del día. Buscando a la niña en la mesa, escuchó a uno de sus invitados decir: —Señor Alejandro, he escuchado la noticia de que el próximo Señor del Norte está entregando su título al Imperio. ¿Planea tomar el lugar?
—No hemos decidido quién tomará el Norte si eso sucede. Además, el Concejo está involucrado en el asunto; por ende, podría tomar un tiempo llegar a una conclusión acerca de qué se debe hacer —le respondió Alejandro.
—¿Escuchaste algo de tu tío Harrow? Trabaja en el Concejo, ¿no es cierto? Después de todo, es más fácil obtener noticias de la fuente —preguntó otro hombre.
—Cierto, pero es difícil mantener contacto con él cuando viaja más que un aventurero —respondió Taylor, el sobrino de Harrow, con una ligera risa antes de continuar hablando de los asuntos del Imperio.