Siete días después, en algún lugar de un bosque radiante y resplandeciente, un hombre de aspecto frágil todavía estaba tratando de salir de los bosques que parecían infinitos.
Han Xiao necesitaba comida y agua desesperadamente. Su mochila estaba abultada pero sólo tenía equipamientos.
Siete días atrás, había derrotado a Espada Plateada con relativa facilidad sacrificando el brazo mecánico. Sin embargo, perderlo no fue un gran problema, ya que Han Xiao aún tenía los planos y siempre podía crear otro.
Aunque el bosque no era un lugar ideal para su recuperación, la alta resistencia de Han Xiao le ayudó a prevenir una infección en la herida. Sin embargo, tenía que soportar el dolor de extraer las balas incrustadas en su cuerpo. El dolor de extraer la bala de francotirador alojada en su omóplato, en particular, había sido tan insoportable que había inmovilizado a Han Xiao durante casi una hora.
Por lo menos, tuvo suerte de no haber encontrado ninguna bestia salvaje, aunque atrapó algunas liebres. Las bestias salvajes en el planeta Aguamarina eran extremadamente feroces, y algunas de ellas eran incluso inteligentes. En "Galaxia", ocasionalmente atacaban ciudades humanas. Algunas bestias, como el elefante orca anfibio, eran tan masivas que el armamento convencional era completamente ineficaz contra ellas.
Aunque Han Xiao conocía bien la geografía de Planeta Aguamarina, en realidad esto no le servía mucho cuando no sabía dónde estaba exactamente. Han Xiao dormía en la cima de los árboles por la noche, y si las últimas siete noches le habían enseñado algo, era que los mosquitos eran las criaturas más detestables del mundo.
—¿Alguna vez saldré de este bosque?
Como en respuesta a sus oraciones, un campamento de nómadas pronto apareció en la vista de Han Xiao.
Repentinamente, la expresión de Han Xiao cambió y saltó hacia atrás bruscamente. En el mismo instante en que reaccionó, una enorme red surgió de debajo de la arena. Estaba incrustada con fragmentos de metal.
—¡El bastardo la esquivó!
Un joven de pelo largo que llevaba una escopeta salió de detrás de un árbol. Su ropa estaba rota y remendada con piel de animal.
—¡Quédate quieto! —gritó.
El joven era probablemente uno de los residentes del campamento, y Han Xiao, no deseando crear problemas innecesarios, levantó las manos por encima de su cabeza.
—Solo soy un transeúnte.
—¿Un transeúnte?
La mochila abultada de Han Xiao llamó la atención del joven.
—¿Que hay en la mochila? ¡Saca todo!
Han Xiao suspiró. No era de extrañar que la trampa fuera tan grande; estaba precisamente creada para atrapar gente. La moral siempre es borrosa en tiempos duros. La mayoría de los nómadas eran ciudadanos sobrevivientes de los países antiguos que optaron por no unirse a las Seis Naciones. Como la vida en la naturaleza era dura, matar y robar podría haber sido mal vistos, pero eran acontecimientos inevitables.
—¿Eres sordo? Dije: ¡sácalo todo! —gritó el joven de pelo largo mientras caminaba hacia adelante para golpear a Han Xiao en la frente con la culata de su escopeta.
Han Xiao se exasperó. Los únicos contenidos en su mochila eran armas, municiones y equipos que pertenecían a la Organización Germinal. ¿Cómo iba a explicar eso?
—¿No me entiendes? ¿Quieres que te arruine?
El joven de pelo largo amartilló amenazadoramente la escopeta.
Repentinamente, Han Xiao lanzó un codazo al pecho del joven desprevenido, haciéndole volar hacia atrás con incredulidad. Han Xiao le arrebató la escopeta en el aire.
El joven aterrizó pesadamente en el suelo, y se apretó el pecho con terror mientras se apresuraba a alejarse.
Han Xiao cortó un poco de cuerda de la trampa y ató al joven gimiendo a un árbol.
Cuando examinó la escopeta, se dio cuenta de que su cañón estaba completamente torcido y sacudió la cabeza. Por lo menos, esto implicaba que el joven nunca había matado antes y que solo había estado actuando.
No obstante, el joven estaba tan aterrorizado que cuando lo vio en la mano de Han Xiao, se asustó aún más.
—¡Hermano mayor, por favor perdóname! ¡Perdóname por no reconocerte!
Han Xiao lo abofeteó directamente en la cara, reprendiendo: —¿Entonces, sabes que estabas equivocado?
—Estaba equivocado. Me equivoqué—soltó el joven descaradamente.
—¿Por qué?
El joven pensó por un momento antes de responder cuidadosamente: —¿Yo ... debería haber traído una pistola más?
Han Xiao se echó a reír.
—Eres gracioso, ¿eh?
—Por favor, muéstrame piedad, señor Santo. Déjame ir como si estuvieras tirando un pedo —sollozó el joven con lágrimas que goteaban.
—¡Véte de aquí! Nunca había tirado un pedo tan grande antes.
Han Xiao levantó la escopeta y asestó un culatazo rostro del joven para noquearlo. Al final del día, el joven era probablemente un residente del campamento, y Han Xiao aún necesitaba obtener comida y agua de ellos.
—Considérate afortunado.
Media hora después, Han Xiao finalmente llegó al campamento. Su apariencia pareció desconcertar a los nómadas.
La vida en la naturaleza estaba llena de peligros, y los nómadas a menudo eran poco acogedores con los forasteros. Su forma de vida era similar a la de los gitanos, y con frecuencia estaban en movimiento. Había camionetas en fila afuera de la tienda. La mayoría de ellas estaban oxidadas y algunas ni siquiera tenían chapería.
Han Xiao notó que solo había unas pocas docenas de carpas, lo que hacía de esta una comunidad relativamente pequeña. Sin embargo, era una sociedad en miniatura en sí misma, y Han Xiao localizó al comerciante del campamento: un occidental barbudo que dirigía su negocio en su camioneta pick-up.
—¿Forastero? —El hombre barbudo levantó una ceja.
—¿Conoces las reglas? —preguntó.
—¿Qué reglas?
—Sólo comerciamos con trueques.
Bueno, eso está bien, pensó Han Xiao, ya que no tengo un solo centavo.
—Quiero un mapa, tres cubos de agua y cinco kilos de comida. Pan o carne seca está bien —dijo Han Xiao mientras sacaba un puñado de balas de su bolsa y las ponía en el camión.
—Pagaré con esto.
—¿Pólvora?
Los ojos del comerciante barbudo brillaban con avaricia.
La pólvora era extremadamente valiosa entre los nómadas, ya que la caza era una fuente clave de alimento.
—150 balas —declaró el comerciante barbudo.
El rostro de Han Xiao se oscureció.
—¡Esto es un robo!
Los artículos que había pedido eran necesidades básicas. No había manera de que pudieran valer tanto.
Las balas de bronce de Han Xiao eran balas de alta calidad que podían costar fácilmente 10 dólares cada una, sin embargo, el comerciante pedía 150 de ellas, ¡equivalentes a 1.500 dólares!
—Depende de ti —agregó el comerciante despreocupadamente mientras dirigía su atención a sus uñas.