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Golden Blood in the Shadow

🇦🇷Nickjuric
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Synopsis
Las sombras de Anthropótita siempre han susurrado secretos. En las noches más frías, cuando el viento arrastra murmullos entre los árboles y las luces de las aldeas titilan como luciérnagas moribundas, los ancianos cuentan historias de seres ocultos. Relatos que los niños escuchan con asombro y los adultos descartan con una sonrisa. Pero las historias no son solo cuentos. Son advertencias. Algo ha despertado. Thio lo ha sentido en la forma en que las ciudades refuerzan sus muros, en los ojos temerosos de los viajeros que hablan de figuras que desaparecen en la bruma. Mercenario por necesidad, más valiente que prudente, él vive al filo de la incertidumbre, llevando en su pasado un peso que pocos conocen. No es un héroe, ni pretende serlo. Pero cuando Matt, un joven de mirada asustada y propósito inquebrantable, lo busca con una súplica desesperada, su destino toma un nuevo rumbo. Mujeres han desaparecido sin dejar rastro. Las pistas llevan a lo desconocido, a los límites de lo que la razón se atreve a aceptar. Lo que comenzó como una simple misión de rescate pronto se convierte en algo más grande, más oscuro. En Anthropótita, la línea entre mito y realidad se desdibuja, y Thio y Matt están a punto de cruzarla. Porque en las sombras, algo los observa. Y ha estado esperando.
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Chapter 1 - Capitulo 1: Misión - Encuentro

Capítulo I

En los suburbios más oscuros de la Gran Ciudad Industrial Boltron, donde el polvo, la niebla y el humo de las fábricas se filtran en cada rincón, enfermando a quienes tienen la desgracia de vivir allí, un joven camina con paso apresurado. En su mano sostiene un papel arrugado, escaneando con la mirada cada rincón de aquel lugar decadente.

—¿Dónde está?, ¿dónde demonios está? —pensó, con el corazón latiendo a mil.

Su camino se detiene abruptamente ante un muro gigantesco, la frontera entre la miseria y el resto del mundo. Gira la cabeza a la izquierda y frunce el ceño.

—¿Un bar...? ¿Sirena de Cola Dorada? ¿Acaso eso es un nombre? —murmura, observando el desvencijado cartel apenas sujeto a la entrada. Aprieta el papel entre los dedos, indeciso—. No puedo irme con las manos vacías… no puedo abandonarlas…

Traga saliva. Tiembla. Finalmente, empuja la puerta con cautela. Pero la madera, vieja y podrida, protesta con un chirrido espeluznante. Todas las miradas dentro del bar se giran hacia él.

El aire apesta a sudor, alcohol barato y desesperanza. Hombres sucios, de barbas descuidadas y cabellos enmarañados, lo observan con ojos entrecerrados. Algunas prostitutas de la peor calaña tratan de convencer a algún incauto para acompañarlas. Él siente la sangre helarse en sus venas.

—Me van a matar… me van a matar… ¿Qué hago aquí? —piensa, incapaz de mover un músculo.

—¡Eh! —una voz lo saca de su trance. Un cantinero regordete, con una gran sonrisa, lo observa mientras limpia un vaso con un trapo mugriento—. Tranquilo, son inofensivos. ¿Vas a pedir algo?

El joven traga saliva.

—Ehm… sí. Un… un whisky, por favor.

—¡Enseguida, amigo! —responde el cantinero con tono amigable, sirviendo el licor en un vaso de vidrio—. Y bien, ¿qué hace un flacucho bien vestido en un lugar tan repugnante como este?

El joven echa un vistazo alrededor. Los parroquianos parecen haber perdido interés en él, sumidos en apuestas, discusiones y risas ebrias.

Sintiéndose un poco más seguro, desenrolla el papel y lo coloca en la barra, deslizándolo hacia el cantinero.

—¿Conoce a este hombre?

El cantinero lo observa. Es un dibujo de un hombre encapuchado, de rasgos afilados y mirada intensa.

Sin decir palabra, toma una piedra de la barra y la coloca sobre el papel. Luego, con un movimiento rápido, lo arruga en un pequeño bollo y lo lanza con fuerza hacia una esquina del bar.

El proyectil impacta en la cabeza de un borracho dormido sobre el mesón.

—¡Quién… shhhe… atreve a… molestarme! ¡Hip! —balbucea el hombre, despertando sobresaltado.

—Ahí lo tienes —dice el cantinero con una sonrisa burlona.

El joven lo mira con incredulidad y luego observa al borracho, que lanza golpes torpes al aire mientras babea sobre la mesa.

—D-disculpe… —se acerca con cautela y se sienta a su lado—. ¿Por casualidad… usted es…?

El borracho levanta la cabeza, la capucha resbala hacia atrás, revelando un rostro sorprendentemente joven y atractivo, enmarcado por un desordenado cabello plateado.

—Defend… ¡Hip!... depende quién pregunte —responde con dificultad.

—Me dijeron que usted es el mejor asesino del mundo… —comienza a decir el joven, pero el borracho le pone un dedo en los labios para silenciarlo.

—Eshhhe puesto… shha no… ¡Hip!… no eshh mío.

El joven le aparta la mano con una mueca de asco. Se lleva el vaso de whisky a los labios y lo escupe al instante, tosiendo.

—Es una lástima —dice, fingiendo resignación—. Porque hay una gran paga como recompensa…

De inmediato, el borracho se pone de pie, con las manos en la cintura y una expresión repentinamente sobria.

—¡Haberlo dicho antes! ¡Vamos, escuálido! ¡Hay hombres que deben morir!

El joven lo mira, boquiabierto.

—¡¿No que estaba borracho?!

—¡No hay tiempo para esas estupideces, pequeño! —responde el otro, empujándolo hacia la salida.

La misión

Ambos caminan por las calles sucias y sombrías de Boltron.

—¿Y bien? —dice el hombre de cabello plateado con una sonrisa—. ¿A quién hay que matar?

El joven hojea un periódico.

—En los últimos meses, más de treinta mujeres jóvenes han desaparecido misteriosamente en la ciudad. Todas de clase media o alta. Seguramente también mujeres pobres, pero nadie las registra…

—Mmm… entiendo —murmura el otro.

—A todo esto… ¿cómo se llama usted?

El hombre se detiene un momento, como si lo pensara.

—Me llamo Thio… ¡Thio el Grande!

El joven lo observa con escepticismo.

—Lo acabas de inventar…

—¡Eso es irrelevante! ¿Y tú, escuálido?

—Matt.

—¡Un gusto, Matty!

—Es Matt…

Horas después, llegan a un callejón desolado. Matt retira unos escombros, revelando la tapa de una alcantarilla.

—Aquí es.

Descienden con cuidado. La oscuridad los envuelve y el sonido de ratas es lo único que rompe el silencio.

Tras unos minutos de exploración, encuentran una puerta. Thio la abre con facilidad y ambos quedan atónitos.

Frente a ellos se extiende un salón lujoso, rebosante de tesoros. Espadas, dagas, escudos, lanzas, librerías repletas, sillas de terciopelo y alfombras de seda. Pero lo que más destaca es una hoz de hoja dorada y mango rojo como un rubí, expuesta en el centro de la sala.

—Que demonios… —susurra Thio.

De repente, una voz resuena desde la oscuridad.

—¡Hola, hola, hola!

Una puerta secreta se abre en la pared, revelando a un hombre obeso, tiene su piel y su camisa cubierta de sangre fresca.

— No sabía que tenía visitas... — agregó el misterioso hombre mientras refregaba sus manos.

— ¿No quieren tomar un poco de Té?.

—Ehm… lo siento, nosotros ya nos íbamos… — Le contesta Matt mientras retrocede con asco.

Thio lo detiene con una mano en el brazo.

—En realidad… acepto un poco de té, señor…

— ¡Ah, me alegra oír eso!. Mí nombre es Vargoth, Vargoth el Emperador.

El hombre camina hasta una alacena, saca una tetera y vierte un líquido oscuro en dos tazas. Luego le entrega una a Thio con una sonrisa siniestra.

—Que lo disfrutes…

Thio la acerca a su nariz, olfatea… y sin dudarlo, deja caer la taza al suelo.

—¡¿Qué demonios haces, imbécil?! —ruge el hombre.

Thio lo mira con frialdad mientras abre sus brazos cubriendo a Matt y retrocede.

—No es té… es sangre.— Susurra Thio a Matt

Matt abre los ojos con horror.

—¡Entonces es él! ¡Debes matarlo!