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Aquello que regresó del vacío

🇲🇽Nivarae
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Synopsis
La nave Aurora se perdió en el vacío. Sin señales. Sin esperanza. Meses después, contra toda lógica, reapareció. El mundo celebró el milagro. Gabriel, como todos, siguió las noticias con curiosidad. Pero la euforia se desmoronó demasiado rápido. Caos en las instalaciones. Alarmas ensordecedoras. Gritos. Algo retorcido e irreconocible se arrastra antes de lanzarse sobre los médicos. Huesos quebrándose. Sangre. Pánico. Las noticias cambian de tono, emergencia nacional, cuarentena, una epidemia desconocida. Un virus. No. No es un virus. No es una enfermedad. Algo vino con ellos. Algo que los usa. Algo que quiere más. El milagro del regreso se convierte en el fin de la humanidad.
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Chapter 1 - La noticia que lo cambió todo

El aroma del café fue lo primero que lo sacó del sueño, era fuerte, amargo, y se filtraba por la puerta entreabierta de su habitación. Gabriel gruñó y hundió la cara en la almohada, pero el murmullo del televisor y los ruidos de su madre en la cocina le dejaron claro que la casa ya estaba en movimiento, el día había comenzado.

Se incorporó con pesadez, pasándose una mano por el cabello revuelto antes de arrastrarse fuera de la cama. El mundo seguía su rutina, autos pasando a lo lejos, el perro que ladraba en algún patio vecino, sus hermanas reían en su habitación, ahogando risitas entre susurros y juegos.

Bajó las escaleras con pasos lentos, hasta que algo en el televisor captó su atención.

—...la nave Aurora ha regresado.

Gabriel frunció el ceño y se quedó parado en el último escalón. La imagen en la pantalla no mostraba la nave, solo un gráfico animado de su trayectoria de reentrada y el logo de la agencia espacial en la esquina.

—Después de seis meses sin contacto, la Aurora aterrizó anoche en aguas del Pacífico. Toda la zona ha sido asegurada por las autoridades y aún no se han revelado detalles sobre la condición de la tripulación.

—¿Regresaron? —preguntó en voz alta, acercándose a la mesa.

—Al parecer —respondió su padre, hojeando el periódico con una taza de café en la mano. Era un hombre robusto, con barba de días y el ceño fruncido como si la noticia lo incomodara.

—Pensé que ya los habían dado por muertos —comentó, sentándose junto a él.

—Todos lo pensamos —intervino su madre, cerrando su termo de café mientras se preparaba para irse al trabajo—. Pero míralos, volvieron.

—¿Y nadie los ha visto? —preguntó, notando que en la televisión no había ni una sola imagen real de la Aurora.

—Nada —su padre negó con la cabeza—. Todo está cercado. Ni un solo video, ni una foto.

Del otro lado de la mesa, las gemelas aparecieron casi al mismo tiempo, con los ojos fijos en la pantalla.

—¿Y si son aliens disfrazados? —preguntó Sofía, esbozando una sonrisa traviesa.

—O zombies del espacio —añadió Natalia, dándole un codazo cómplice.

—Ya basta, niñas —intervino su madre, aunque la curva en sus labios delataba que también encontraba divertido el comentario.

Gabriel no les respondió. Apenas escuchaba.

En la pantalla, el reportero hablaba en vivo desde una costa lejana. Pero el mar, el supuesto escenario de la noticia, no aparecía en ninguna toma. Solo se veía la arena oscura tras él, con la brisa moviéndole el cabello y las luces artificiales de los equipos de grabación iluminando su rostro.

La voz de su madre interrumpió el murmullo del televisor.

—¡Amor, ya es tardísimo! —exclamó, mirando la hora en su reloj de muñeca.

Su padre dejó escapar un suspiro, dejó su taza de café a la mitad en la mesa, se puso de pie para tomar las llaves y su maletín con movimientos apresurados.

—Nos vemos en la noche, chicos —dijo, acomodándose la chaqueta.

—¡Papá, te dejaste el café! —protestó Sofía, señalando la taza casi llena.

—Hoy no hay tiempo para café, pequeña —respondió con una sonrisa rápida.

Antes de que ambos salieran, su madre se volvió hacia él.

—No te olvides que hoy vamos a ver a tu tía en el hospital, por lo que llegaremos algo tarde.

Gabriel asintió sin mucho entusiasmo, pero su atención se desvió a su padre, que detrás de ella hizo una mueca exagerada y rodó los ojos con dramatismo. Tuvo que morderse el interior de la mejilla para no reírse.

Como si tuviera un radar para detectar travesuras, su madre giró justo a tiempo para atraparlo.

—Fernando.

Su padre se irguió de inmediato, como si no acabara de burlarse.

—Sí, sí, vamos a ver a tu hermana y a su bebé. Qué emoción —dijo, con un tono tan monótono que hasta el televisor sonó más animado.

Su madre suspiró con paciencia y abrió la puerta.

—Nos vemos en la noche, chicas. Gabriel, no olvides recoger a tus hermanas después de la escuela.

—Sí, mamá.

—Nos vamos, nos vamos —murmuró su padre, dándole un empujoncito juguetón para sacarla antes de que pudiera agregar más encargos.

La puerta se cerró tras ellos, dejando la casa en un silencio que solo era interrumpido por el murmullo del televisor. Gabriel dejó escapar un suspiro y se dejó caer en una silla, frotándose la cara con las manos.

Natalia fue la primera en romper el silencio.

—¿Crees que el bebé sea un alien?

—Si lo es, espero que tenga tentáculos —añadió Sofía, apoyando el mentón en las manos con un aire soñador.

Gabriel resopló.

—Ya basta con los aliens. Mejor vayan a cambiarse, se está haciendo tarde y tengo que dejarlas en la escuela antes de pasar por Noah.

Las gemelas se miraron por un segundo antes de salir corriendo entre risas hacia su habitación. Gabriel sacudió la cabeza y aprovechó el momento para vestirse. Mientras se ponía la camisa, desbloqueó su teléfono y revisó las noticias. Nada nuevo. Los titulares repetían la misma información que en la televisión, la Aurora había aterrizado, la tripulación estaba bajo observación, y las autoridades mantenían el acceso restringido.

Pero en redes sociales, la historia era distinta.

Usuarios compartían teorías conspirativas con fotos borrosas del océano y mapas de la trayectoria de la nave. Algunos aseguraban que la agencia espacial estaba ocultando algo, que los astronautas no eran los mismos que partieron, o que la Aurora nunca había regresado realmente.

Un mensaje en la parte superior de su pantalla desvió su atención.

"Ya estoy en camino. Apúrate, vago"

Suspiró y se estiró, listo para gritarle a sus hermanas que se dieran prisa, pero antes de que pudiera abrir la boca, ambas aparecieron en la puerta de su habitación.

—Listas —canturreó Sofía.

Gabriel entrecerró los ojos.

—Eso fue demasiado rápido.

—Porque nos falta lo más importante —respondió Natalia con una sonrisa traviesa, alzando un peine y un puñado de ligas de colores—. Nos tienes que peinar.

Las miró en silencio, luego al reloj, y después volvió a ellas con una expresión de resignación.

—Vengan acá.

Las gemelas aplaudieron y corrieron hacia él mientras se preparaba para la inevitable lucha contra nudos y coletas desiguales.