Las clases siguieron su curso habitual, profesores impartiendo lecciones frente a un auditorio de estudiantes distraídos, algunos tomaban apuntes de manera automática, otros parecían perdidos en sus propios pensamientos. Gabriel garabateaba notas en su cuaderno, pero su mente divagaba constantemente.
Cuando el timbre anunció el descanso, los pasillos se llenaron de estudiantes que se movían en todas direcciones, algunos buscaban un rincón tranquilo para comer, otros se apresuraban hacia la cafetería, y unos cuantos simplemente se dejaban caer en los bancos cercanos, aprovechando el breve respiro antes de la siguiente ronda de clases.
Se dirigió a una de las máquinas expendedoras del campus. Introdujo unas monedas con un gesto distraído, seleccionó un café y una barra de cereal. Justo cuando recogía su compra, sintió una mano firme sobre su hombro.
—¿En serio eso es todo lo que vas a comer? —preguntó Noah, arqueando una ceja con expresión de incredulidad.
—Tengo clase después. No quiero quedarme dormido en medio de la explicación —respondió, encogiéndose de hombros.
—Como si el café fuera a salvarte de eso —replicó con una sonrisa burlona, mientras sacaba de su mochila una bolsa de papas crujientes y una lata de refresco.
Gabriel optó por ignorar el comentario, buscaron un lugar en una de las mesas al aire libre. Apenas se habían sentado cuando una voz familiar interrumpió.
—¿Por qué tienen esas caras largas? —preguntó Enid, dejando caer su mochila sobre la mesa con un golpe sordo antes de tomar asiento frente a ellos. Su cabello castaño, estaba recogido en un moño desordenado que parecía a punto de deshacerse, y sus ojos color miel delataban las horas de sueño perdidas.
Noah, como siempre directo, no perdió el tiempo.
—¡Justo a tiempo! Enid, ¿tu hermana sabe algo más sobre la Aurora? —preguntó, inclinándose hacia adelante con curiosidad.
Sin embargo, antes de que pudiera presionarla con más preguntas, levantó una mano para detenerlo.
—Antes de que empieces con tu interrogatorio, te diré lo poco que sé. Mi hermana ha estado demasiado ocupada investigando esto, tanto que ni siquiera hemos podido hablar.
Gabriel, que hasta entonces había permanecido en silencio, intercambió una mirada con Noah antes de intervenir.
—¿No has podido comunicarte con ella?
Enid suspiró y apoyó el mentón en su mano, mirando hacia la multitud de estudiantes que pasaban a su alrededor. Por un momento, pareció perderse en sus pensamientos antes de responder.
—Apenas un par de mensajes —dijo finalmente, bajando la voz como si temiera que alguien más pudiera escuchar—. Dice que la situación es rara, más de lo que cualquiera podría imaginar. Y que hay mucha información que no están dejando salir al público.
Noah frunció el ceño, claramente insatisfecho con la respuesta.
—Eso no es suficiente. Necesitamos más detalles. ¿No puedes presionarla un poco? —preguntó, casi suplicante.
Enid lo miró con exasperación.
—No es tan simple, Noah. Ella está en una posición delicada. Si dice que no puede hablar, es por algo —hizo una pausa y bajó aún más la voz—. Además, no sé si quiero saber todo lo que ella sabe. A veces, la ignorancia es un alivio.
Gabriel asintió lentamente, como si entendiera la situación, pero Noah no parecía dispuesto a rendirse.
—Pero si algo está pasando, tenemos derecho a saber —insistió, golpeando ligeramente la mesa con el puño cerrado.
Enid lo miró fijamente. Luego, esbozó una sonrisa traviesa.
—Claro que quieres saber. Seguramente es para tu blog de conspiraciones, ¿no? —dijo, con un tono burlón.
Gabriel soltó una carcajada, sorprendido, y miró a Noah con una sonrisa.
—¿En serio? ¿Tienes un blog de conspiraciones?
Noah se ruborizó al instante, claramente incómodo.
—¡Enid! ¡Se supone que era un secreto! —protestó, lanzándole una mirada de reproche.
Enid se encogió de hombros, disfrutando claramente del momento.
—Lo siento, pero no pude resistirme. Además, no es como si fuera algo malo. Aunque, admito que algunas de tus teorías son... bueno, interesantes —dijo, con una sonrisa que dejaba claro que estaba siendo generosa con la palabra "interesantes".
Gabriel, todavía riéndose, se volvió hacia Enid.
—Pásame el enlace. Tengo que ver esto.
Noah gimió, cubriéndose la cara con las manos.
—Por favor, no. Es solo un pasatiempo, nada serio —murmuró, aunque era evidente que le importaba más de lo que quería admitir.
Enid rio suavemente y sacó su teléfono.
—Te lo mando ahora mismo —dijo, deslizando el dedo por la pantalla—. Aunque te advierto, algunas entradas son un poco... peculiares.
Gabriel sonrió, disfrutando de la incomodidad de su amigo.
—Perfecto. Justo lo que necesito para distraerme entre clases. A ver… Las cinco pruebas definitivas de que el director es un agente del gobierno.
—¡Eso es serio! —exclamó Noah—. ¿Nunca han notado que desaparece por semanas y cuando regresa tiene un bronceado distinto?
—Mi favorita es la de los profesores reptilianos —dijo Enid—. Me encanta la idea de la señora Turner deslizándose por los pasillos con su piel escamosa.
—¡Eso tiene pruebas sólidas! —insistió Noah—. La vi parpadear de lado una vez.
—¿Y no pudo haber sido… no sé… una basurita en el ojo?
Noah resopló, cruzando los brazos con indignación.
—Ya verán cuando la verdad salga a la luz.
—Lo que veremos —dijo Gabriel, deslizando la pantalla— es qué otras joyas ocultas tiene este blog.
—No leas la de los vampiros en la biblioteca —murmuró, desviando la mirada.
Enid y Gabriel se quedaron en silencio por un segundo. Luego, casi al mismo tiempo, gritaron.
—¡¿Vampiros en la biblioteca?!
Noah suspiró, resignado, pero luego miró a Enid con una expresión de falsa severidad.
—Esto no se queda así. Tengo cosas sobre ti que podría revelar, ¿sabes?
La joven levantó una ceja, de forma desafiante.
—Adelante. Pero recuerda, yo tengo acceso a mi hermana y a información que tú solo puedes soñar.
Noah abrió la boca para responder, pero luego se detuvo, reconsiderando sus opciones. Finalmente, se encogió de hombros con una sonrisa torcida.
—Justo. Me callo.
Antes de que pudieran seguir hablando, un repentino revuelo se hizo notar en la zona de descanso. Un grupo de chicas soltó risitas y susurros emocionados mientras alguien pasaba entre ellas, como si una estrella de cine hubiera aparecido en medio del campus.
—¿Ahora qué? —murmuró Noah, mirando en dirección al alboroto.
Gabriel también dirigió la mirada hacia donde señalaban los murmullos. Un chico caminaba por el campus con paso tranquilo, como si fuera completamente ajeno a la atención que atraía. Era alto, con el cabello negro despeinado de forma calculada que le daba un aire de descuido estudiado, y unos ojos de un azul tan claro que parecían casi plateados. Llevaba la chaqueta de la universidad con una naturalidad que sugería que llevaba años ahí, aunque todos sabían que era un recién llegado.
—¿Y ese quién es? —preguntó con desinterés, aunque su tono dejaba entrever una pizca de irritación.
Fue entonces cuando Enid pareció animarse de repente. Todo su rostro se iluminó con entusiasmo.
—¡Oh! Es Asher. Es el nuevo y está en una de mis clases —dijo, sin poder disimular una sonrisa que rayaba en lo admirativo.