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Chapter 2 - La conspiración comienza

Gabriel cerró la puerta con llave y caminó hacia el auto con las gemelas pisándole los talones. El aire de la mañana aún estaba fresco, y el sol apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos anaranjados.

Sacó las llaves del bolsillo, sintiendo el frío del metal contra sus dedos mientras las hacía girar con un movimiento casi automático. El auto, un sedán azul desgastado por los años, esperaba en la entrada.

Apenas abrió la puerta del copiloto, las gemelas se abalanzaron hacia el asiento con la misma energía con la que competían por el último trozo de pastel en la cena familiar.

—¡Yo voy adelante! —exclamó Sofía, lanzándose hacia el asiento y agarrando el cinturón de seguridad.

—¡No es justo! ¡Ayer fuiste tú! —protestó Natalia, tirando del brazo de su hermana con fuerza suficiente para hacerla tambalear.

—Eso no es cierto —replicó, frunciendo el ceño y apretando aún más el cinturón.

—¡Sí lo es! —insistió Natalia, mientras intentaba desalojar a su hermana del asiento.

Gabriel apoyó la frente contra el techo del auto, sintiendo el frío del metal bajo su piel. Un suspiro profundo escapó de sus labios.

—Cálmense —dijo, levantando la cabeza y mirándolas con una mezcla de exasperación y cariño—. Sofía, hoy te toca atrás.

—¡Pero...! —comenzó a quejarse, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Atrás —repitió, esta vez con un tono más firme que no dejaba espacio para discusiones.

Sofía resopló, pero finalmente cedió, arrastrando los pies mientras se movía al asiento trasero. Natalia, por su parte, se acomodó en el asiento delantero con una sonrisa de triunfo que no pasó desapercibida para su hermana. Con las dos finalmente en su lugar, Gabriel encendió el motor y salió del vecindario.

El paisaje que lo rodeaba era el mismo de siempre, casas alineadas con jardines bien cuidados, autos saliendo de los garajes, vecinos sacando la basura o paseando a sus perros. El tráfico matutino no fue un problema, y en menos de diez minutos llegaron a la escuela. Antes de bajar, las gemelas se giraron hacia él con una sonrisa.

—Nos vemos en la tarde —dijo Natalia, ajustando la mochila sobre sus hombros.

—¡No te olvides de traer algo rico para cenar! —añadió Sofía.

Gabriel rodó los ojos, pero una sonrisa se escapó de sus labios.

—Nos vemos luego —respondió, mirándolas con seriedad—. Y recuerden, en la salida paso por ustedes. No vayan a ningún lado.

Ambas asintieron con una solemnidad exagerada, como si estuvieran jurando lealtad a un pacto secreto, antes de despedirse con un gesto y correr hacia la entrada del colegio.

Gabriel las observó hasta que desaparecieron entre los demás estudiantes. Exhaló lentamente, como si hubiera estado conteniendo el aire todo ese tiempo, y revisó su teléfono. Un mensaje de Noah brillaba en la pantalla.

"¿Vienes?"

Avanzó por las calles que ya conocía como la palma de su mano. Al doblar la esquina, vio a Noah esperándolo en la acera, recargado contra un poste con los brazos cruzados. Llevaba su chaqueta azul de siempre, la que parecía pegada a él, y el cabello despeinado como si acabara de salir corriendo de la cama. Típico Noah.

En cuanto Gabriel detuvo el auto, Noah se subió de un salto y cerró la puerta de un golpe que hizo temblar el vehículo.

—Dime que viste las noticias sobre la Aurora —soltó Noah casi sin respirar, como si llevara horas esperando para soltar esa noticia.

Arqueó una ceja y resopló mientras volvía a poner el auto en marcha.

—Sí, las vi. Desde que desperté. Nada nuevo.

Noah se acomodó en el asiento, sacando su teléfono y agitándolo frente a Gabriel como si fuera una prueba irrefutable.

—Esto es una locura, bro. Seis meses sin comunicación y de repente aparecen como si nada, pero nadie ha podido verlos. Nada de fotos, nada de videos. Es raro, ¿no te parece?

—Muy raro —asintió sin apartar la vista del camino, aunque no podía negar que la situación le daba vueltas en la cabeza.

—Oye, la hermana de Enid es periodista. Tal vez ella sepa algo más —sugirió Noah, con ese tono de voz que usaba cuando creía haber encontrado la solución a todo.

Gabriel consideró la idea mientras giraba en la siguiente calle.

—Tal vez.

Noah hizo una mueca, claramente esperando una respuesta más entusiasta.

—¿Tal vez? ¡Gabriel, estamos hablando de una de las cosas más extrañas que han pasado en nuestra vida! ¿No te da aunque sea un poco de curiosidad?

—Claro que me da curiosidad, Noah. Es la noticia del momento, está en todas las tendencias. Todos están hablando de eso, pero ya verás, cuando salgan a decir que todo está bien y que no hay nada de qué preocuparse, la gente se olvidará de la Aurora en unos días. Así funciona esto.

Su amigo cruzó los brazos y se hundió en el asiento con expresión pensativa.

El estacionamiento de la universidad estaba casi lleno cuando Gabriel llegó. Aparcó el auto en su lugar habitual, cerca de la entrada principal, y apagó el motor. Noah ya estaba hablando de nuevo, esta vez sobre una teoría conspirativa que había leído en internet sobre la Aurora y cómo podría estar relacionada con experimentos secretos del gobierno. Gabriel lo escuchaba a medias, más concentrado en revisar su mochila para asegurarse de que llevaba todo lo necesario para la clase.

—O sea, ¿no te parece raro que no haya ni una foto de ellos desde que regresaron? —preguntó Noah, bajando del auto y ajustando su chaqueta.

—Por segunda vez, sí, es raro —admitió, cerrando la puerta del auto con un golpe seco.

—No lo sé, bro. Esto no me huele bien. Algo grande está pasando.

Gabriel se encogió de hombros, resignado. Sabía que no había forma de convencer a Noah de dejar el tema, así que decidió no insistir. Caminaron juntos hacia el edificio principal, pasando junto a grupos de estudiantes que charlaban animadamente. El ambiente era el de siempre, risas, prisas y el murmullo constante de conversaciones que se mezclaban con el sonido de los pasos sobre el pavimento.

Justo cuando se acercaban a la entrada, el teléfono de Gabriel vibró en su bolsillo. Lo sacó y vio una notificación de una alerta de noticias. El titular decía.

 "La tripulación de la Aurora se mantiene en cuarentena: ¿Qué están ocultando?"

Frunció el ceño y mostró la pantalla a Noah.

—Mira esto.

Noah se inclinó para leer y sus ojos se iluminaron de inmediato.

—¿Ves? ¡Te lo dije! Algo raro está pasando. No van a poder ocultarlo por mucho tiempo.

Gabriel guardó el teléfono sin responder, pero la inquietud que había estado ignorando desde la mañana comenzó a crecer en su interior.

Al entrar al edificio, Noah se despidió con un gesto y se dirigió hacia su clase, todavía hablando de la Aurora como si fuera el tema más importante del mundo. Gabriel, por su parte, se quedó un momento en el pasillo, mirando su teléfono. La notificación seguía ahí, recordándole que, tal vez, el mundo no era tan normal como parecía.

Respiró hondo y guardó el teléfono. No había tiempo para preocuparse por teorías conspirativas o misiones espaciales perdidas. Tenía una clase a la que llegar y un montón de cosas que hacer.