Hannah y Louis estaban ambos esperando ansiosamente a la jefa de la que Gilbert había hablado. Mantenían sus ojos pegados a la puerta, corazones latiendo aceleradamente, sus mentes llenas de preguntas.
No tardaron mucho en aparecer dos hombres de mediados de sus veintes a través de la puerta. Exudaban una presencia poderosa, casi peligrosa. Como Joey y Gilbert, vestían completamente de negro, pero no se molestaron en ocultar sus rostros.
Los dos hombres, Carl y Morgan, se parecían tanto que la mayoría de la gente encontraba difícil creer que no eran hermanos. Habían estado con la organización por casi tres años, ganándose la confianza de la misteriosa jefa.
—¿Dónde está la jefa? —preguntó Joey, sorprendido de que solo esos dos entraran.
—No pudo venir. Razones personales —respondió Carl, con una expresión de molestia.