Al principio, el perro no le prestó mucha atención a lo que Reia, la inteligencia artificial, intentaba explicarle. Estaba más fascinado por la voz que emanaba de ella y pensó para sí mismo: Esta es mi voz. ¡Qué loco! Sueno como un actor de película de acción… bueno, eso creo yo. Es la primera vez que hablo. Tenía muchas preguntas rondando su mente, como: ¿Los otros perros pueden hablar? ¿De dónde sacaste esta voz?
Ante la primera pregunta, Reia respondió con paciencia: "No, los otros perros no pueden comunicarse como tú. Solo escucharás ladridos". Y para la segunda pregunta, añadió: "Pues no lo sé. Cuando fui a buscar en mis bases de datos para actualizarme y poder entenderte, al despertar descubrí que esta voz ya se había alojado en mi sistema como la única disponible".
"Hazme caso, perrito", replicó ella insistentemente. "Necesito explicarte qué es el sistema que llevas dentro de ti. Presta atención, por favor, esta vez y no te distraigas con nada".
El perrito se dijo a sí mismo: Puedo hacerlo, me concentraré, sé que puedo concentrarme. Sin embargo, le resultaba difícil, ya que su naturaleza curiosa lo impulsaba a emocionarse con cada cosa que veía o sentía.
"¡Auch! Eso dolió un poco", exclamó él, sobresaltado.
"Es una de mis funciones como asistente", explicó Reia con calma. "Tengo la capacidad de enviarte ciertos impulsos eléctricos a todo tu cuerpo. Lo hago para ayudarte a concentrarte. No quería recurrir a esto, pero no me dejaste otra opción".
Una vez que el perrito se calmó, Reia comenzó a explicarle todo con detalle. "Como sabes, mi nombre es Reia, tu asistente del sistema JORGS, que ha sido integrado en ti debido a tu compatibilidad con él".
El perrito ladeó la cabeza, intrigado. "¿Y qué es JORGS? ¿Es algo para comer?"
"No, perrito, no es para comer", respondió ella, un tanto fastidiada.
"Es que, aunque me dieron algo de comer, todavía tengo hambre", replicó él con inocencia.
Reia suspiró mentalmente antes de continuar. "JORGS es un sistema muy avanzado, dotado de poderes que podríamos llamar, en términos simples, extraterrestres y místicos, fusionados dentro de ti".
Hizo una pausa para asegurarse de que el perrito estuviera prestando atención y prosiguió: "JORGS fue utilizado durante innumerables generaciones para preservar el orden y el equilibrio en el mundo. Sin embargo, nunca antes había caído en manos... bueno, en patas de alguien como tú. Es la primera vez que me pasa esto. Siempre he sido la guía de grandes héroes que han llevado este sistema con orgullo. Lo malo es que, cada vez que termina un ciclo, mi memoria pierde algunos datos valiosos hasta que el usuario desbloquee todas sus funciones. Sus siglas significan Justicia, Orden, Gratitud y Servicio, y su propósito es brindar esperanza y apoyo a quienes lo necesiten".
Por otro lado, Marie llamó a los trabajadores que aún estaban revisando la zona. Ellos le informaron que, lamentablemente, no habían encontrado nada que coincidiera con la descripción o imagen del artefacto solicitado.
"No es posible", murmuró Marie para sí misma, frustrada. "¿Dónde has dejado el artefacto, Nick? Diste tu vida por encontrarlo. Tiene que estar en alguna parte". En su mente, repasaba las posibilidades. "Sigan buscando. Usen cualquier herramienta disponible para rastrear algún indicio. Yo también iré al lugar, claro, si el jefe me da permiso nuevamente". Al escuchar esto, el jefe levantó un dedo en señal de aprobación.
Regresamos con el perrito y Reia. La inteligencia artificial continuaba explicándole las funciones del sistema, aunque de vez en cuando tenía que darle pequeños impulsos eléctricos para captar su atención, ya que el perrito solía distraerse fácilmente.
"Parece que antes estabas casi sin fuerzas ni energía, pero al obtener el sistema te revitalizaste como si hubieras vuelto a nacer. Mira esta pantalla". De pronto, una interfaz holográfica apareció frente a los ojos del perrito, mostrando una serie de datos: tipo de animal, edad (siete meses). "¿Espera, siete meses?", preguntó él, sorprendido.
"En la edad de los perros, es diferente. Es como multiplicar por siete la edad humana, si quieres calcularlo", explicó Reia con paciencia. "Nivel cero —sí, existe este nivel—, fuerza cero puntos, vitalidad cero puntos, intelecto cero puntos, percepción cero puntos, puntos de salud cien y puntos de maná cien. Al parecer, necesitas aumentar estas estadísticas para desbloquear habilidades especiales y acceder a nuevas funciones".
"Ya veo", respondió el perrito, aunque en realidad no entendía mucho. Sin embargo, se esforzaba por concentrarse porque sabía que, de lo contrario, recibiría otro toquecito. "Bien, lo primero que debemos hacer es salir de aquí". En ese momento, un mensaje apareció en la pantalla: Sal de la jaula y escapa de la perrera. Recompensa: subir de nivel instantáneamente.
"¿Y cómo se supone que voy a abrir esta jaula?", dijo el perrito, consternado. Pero antes de que pudiera pensar en algo, amaneció, y vio entrar al veterinario, un hombre alto, de unos cuarenta años, piel canela, cabello rizado y ojos marrones que usaban lentes gruesos. Su apariencia inspiraba confianza, pero había algo en su tono que sonaba agridulce.
"Así que estos son los nuevos inquilinos", comentó el veterinario mientras revisaba las jaulas. "Bien, ER y Timmy, tráiganlos para hacerles la revisión respectiva. Recuerden que hoy es el día de la campaña 'Adopta un amigo', y espero que todos estos pequeños puedan encontrar un hogar. No quiero que tengamos que mandarlos al Valhalla canino". Luego, miró hacia una de las jaulas y añadió: "Bien, ¿quién es el primero? Quizás ese pequeño", refiriéndose al protagonista.
El perrito fue llevado al consultorio. Cuando vio que el veterinario sacaba una inyección con una aguja enorme, pensó con pánico: Tengo terror a los objetos punzantes, y menos mal que soy un perro porque no entiendo bien qué está pasando. Por fuera, solo se escuchaban ladridos frenéticos y gemidos como "gua, gua". Desesperado, comenzó a hacer fuerza y movimientos rápidos, hasta que finalmente logró zafarse de las manos de ER. Salió corriendo como si su vida dependiera de ello. "Estos están locos; no me gustan esas cosas filosas".
ER y Jimmy corrían detrás del perrito, pero este logró evadirlos por unos instantes, saltando entre cajas, derribándolas al suelo, esquivando mesas y tirando sillas con sus movimientos frenéticos. Divisó una puerta y corrió hacia ella. "Veo que dice 'salida'", pensó el perrito, aunque Reia tuvo que confirmárselo, ya que, según se dice, los perros ven todo en tonos de gris (aunque este perro parecía tener una visión algo más desarrollada). Para su suerte, alguien abrió la puerta justo en ese momento, dándole la oportunidad perfecta para escapar. Siguió corriendo unas cuantas cuadras hasta que finalmente se ocultó entre los botes de basura frente a una casa.
Mike, el veterinario, les dijo a ER y Jimmy: "Tráiganlo de vuelta, pero no lo lastimen. Solo quiero aplicarle una vacuna y hacerle algunas pruebas".
"¡Uf! Me salvé por poco de estos tipos locos", pensó el perrito mientras recuperaba el aliento. "¿Y ahora a dónde voy? No conozco esta zona… Supongo que mi olfato me guiará". Antes de que pudiera moverse, Reia intervino: "Felicitaciones, has completado la misión y has subido de nivel. Ahora eres nivel uno y tienes un punto para asignar en tus habilidades".
Pero antes de que pudiera cantar victoria, ER apareció en la zona. A pesar de estar ligeramente pasado de peso y acercarse a los cincuenta años, se movía con agilidad, aunque jadeaba un poco debido al esfuerzo. Practicaba ciclismo en sus días libres, lo que le daba cierta resistencia física. Por otro lado, Jimmy llegó después de él, casi sin aire, a pesar de ser más joven y delgado, pues no practicaba ninguna actividad física.
"Colócate del otro lado de los botes", ordenó ER a Jimmy. Con cautela, ER levantó los botes de basura y descubrió al perrito escondido. Lo agarró rápidamente por detrás, capturándolo antes de que pudiera escapar nuevamente. Una vez atrapado, lo llevó de regreso a la clínica veterinaria, donde Mike ya tenía preparado un somnífero para poder realizarle exámenes sin problemas, como tomar muestras de sangre y aplicarle la vacuna.
"Perrito, perrito, ¡oh no! No te duermas", le decía Reia preocupada mientras el efecto del sedante comenzaba a hacer mella en él.
"Creo que me pasé un poco con la dosis, pero bueno, es un perrito saludable y fuerte, no tiene nada malo", comentó Mike mientras terminaba de organizar las herramientas médicas. Ya era de noche, y el perrito estaba medio dormido en su jaula, luchando contra el cansancio.
"Despierta, anfitrión", le decía Reia insistentemente.
"¡Ah! Eres tú", murmuró el perrito adormilado. "¿Qué me pasó? Pensé que todo había sido un sueño. Al parecer, no fue así y sí puedo hablar… Todo lo del sistema es verdad".
"Hablando de eso, tienes un punto. ¿En cuál de tus habilidades quieres colocarlo?", preguntó Reia.
"Quizá en fuerza", respondió él, aún medio aturdido.
"Pues bien, en fuerza será", confirmó Reia.
"Bien, ahora deberías tener más fuerza", dijo ella con satisfacción.
"Sí, pero prefiero seguir durmiendo. Me siento un poco aletargado. Quizá mañana podamos intentarlo de nuevo. Recuerda que mañana es la feria de adopción", comentó el perrito, dejándose llevar por el sopor.
"Sí, hay que salir mañana sí o sí, o tendrás que enfrentarte al Valhalla canino", dijo Reia con preocupación.
"Ah, es verdad… Pero ya mañana será otro día", murmuró el perrito antes de caer profundamente dormido, víctima del efecto residual del somnífero.
Reia, al no obtener más respuestas del perrito y exhausta de tanto hablar, decidió entrar en un estado de reposo hasta que el pequeño animal volviera a despertar.