Capítulo 40: La Cacería de los Heraldos
Los mil heraldos se arrodillaron en el umbral del portal, sus cuerpos envueltos en un velo de sombras. Daichi estaba al frente, con la cabeza gacha, esperando la última bendición de su ama.
La Muerte lo observó con indiferencia, su silueta etérea flotando por encima de él.
—Recuerda, Daichi… —murmuró con una sonrisa enigmática—, si quieres ser mío, no debes fallar.
Él asintió con frenesí, su mirada ardía con un fanatismo incontrolable.
—No fallaré, mi señora. Los mataré. Se lo prometo.
Ella chasqueó los dedos.
El portal se abrió con un rugido.
Sin vacilar, Daichi entró.
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En una televisión de última generación, en una elegante sala de reuniones, una voz femenina resonaba con energía.
—¡Última hora! Las calles han sido testigos de una carnicería sin precedentes. Los cuerpos de varios individuos, entre ellos criminales buscados, fueron encontrados en condiciones que desafían la lógica.
Las imágenes eran impactantes. Fragmentos de carne esparcidos por el suelo, rastros de sangre formando patrones caóticos.
La conductora de noticias continuó con una sonrisa extrañamente animada para el tipo de noticia que estaba dando.
—Entre los responsables de esta sangrienta escena se encuentran dos individuos ya conocidos por su participación en eventos recientes. Sus identidades aún no han sido confirmadas, pero testigos afirman haber visto a una figura portando un martillo de guerra y a otra empuñando una espada.
La imagen cambió, mostrando un video de baja calidad donde se veía a uno de los atacantes aplastando a alguien con un arma pesada, mientras la otra silueta cortaba con precisión letal a otro enemigo.
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El video de la carnicería corría como pólvora por la red.
En la sede de la Liga de Héroes, un grupo de figuras imponentes observaba la transmisión.
—Esto es una locura… —susurró uno de los líderes.
—Esos individuos han cruzado la línea. No podemos ignorarlo.
Un héroe de alto rango miró la escena con el ceño fruncido.
Aurion - (El Guardián Supremo)
—Y si ellos siguen matando así… tarde o temprano, tendremos que intervenir.
Mientras tanto, en los rincones oscuros de la ciudad, los villanos reían con diversión.
—Interesante… —susurró uno, con una sonrisa torcida.
—Si esto sigue así, el mundo necesitará más que héroes para detenerlos.
El caos se estaba extendiendo.
Y la verdadera cacería apenas comenzaba.